Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 14 de mayo de 2020 20:23
Las imágenes del aristocratico barrio de Salamanca de Madrid repletas de gente protestando contra el gobierno de Pedro Sánchez generan, a partes iguales, rechazo y temor. También entre aquellos que no brindamos el más mínimo apoyo político al llamado gobierno “progresista”.
El fortalecimiento de las tendencias más reaccionarias es una posibilidad inscripta en la situación. De hecho la combinación pareciera perfecta. Como en otros momentos de la historia, contamos con una derecha a la ofensiva y un gobierno de “izquierdas” aplicando en lo esencial las mismas políticas de ajuste que aplican los gobiernos de derechas de su entorno. Como en otros momentos de la historia, la lógica del “mal menor” y cooperar con dicho gobierno solo allana el camino a males aún mayores.
Una derecha populista que quiere a “uno de los suyos” en el Gobierno
Estos cacerolazos se producen fundamentalmente en los barrios con mayor renta per cápita de todo el Estado español. Han sido alentadas por cuentas afines al derechista Partido Popular (PP) y sobre todo el ultraderechista Vox. De hecho, la formación de Abascal, Vox, anunció este miércoles en el Congreso que preparaba nada menos que 52 manifestaciones en coche para el próximo 23 de mayo contra este gobierno que llama “socialcomunista”.
Más allá de la demagogia que acusa al gobierno de “debilitar la democracia”, la verdadera preocupación de la derecha es acabar con las medidas sociosanitarias que pueden afectar a sus negocios e implementar el programa de ajuste lo más agresivo posible
En la sesión parlamentaria vimos una de las imágenes más esperpénticas de la legislatura. El diputado de Vox, Gil Lázaro, acusando al ministro del Interior, Grande Marlaska, de implantar un “estado policial”. La ultraderecha como paladín demagógico de los derechos democráticos.
Una de las definiciones más punzantes de estas concentraciones la dió la feminista y abogada laboralista Pastori Filigrana: “la empleadora que te paga 600 euros como interna, el casero que te echó para alquilar el piso en B&B, y el dueño del restaurante que nunca has visto y que te da de alta 4 horas de las 10 que trabajas han salido a la calle a exigir libertad para seguir explotándote”.
También Lucía Nistal, de la Corriente Revolucionaria de Trabajadoras y Trabajadores, explicaba en un video como quienes se manifestaron fueron los vecinos de un barrio con una "renta media de más de 91 mil euros, eso sin contar con los maletines y paraísos fiscales, que ya sabemos que son muy monárquicos y siguen el ejemplo del Rey".
La dcha con la #CayeBorroka mientras la policía hostiga barrios obreros. Que no sean ellos quienes ocupen las calles, seamos nosotras las que nos organicemos para exigir medidas urgentes para que esta crisis no la paguemos los de siempre. Esta vez, que pague el barrio Salamanca. pic.twitter.com/HriUHhKl5l
— Lucía Nistal (@Lucia_Nistal) May 14, 2020
Más allá de la demagogia que acusa al gobierno de “debilitar la democracia”, la verdadera preocupación de la derecha y su base social, en la línea de los Trump o Bolsonaro, es como acabar con las medidas sociosanitarias que pueden afectar a sus negocios e implementar el programa de ajuste más agresivo posible sobre la clase trabajadora y los sectores populares.
No les basta con que este Gobierno no haya tomado ni una sola medida para grabar sus fortunas, beneficios empresariales o intervenir sus empresas y clínicas privadas para atender la emergencia. No les basta con que hayan podido despedir o reducir los salarios de sus empleados por medio de los ERTEs (Expediente de Regulación Temporal de Empleo). Que en sus barrios la tasa de covid19 sea entre 7 y 8 veces menor que en los barrios obreros explica su despreocupación por la salud pública. Quieren poder seguir explotándonos y de ser posible en peores condiciones. Para ellos la mejor garantía de conseguirlo sería con un gobierno directamente de los suyos.
La ofensiva de la derecha pasa de las redes y el Congreso, a las calles. Lo hace con el beneplácito de la policía, cuya pasividad en estos barrios contrasta con las 900 mil denuncias y cientos de casos de abusos que se concentran en los barrios obreros. Y lo hace en campo abierto, ya que esta calle se la están regalando en bandeja de plata el mismo Gobierno, la izquierda reformista y la burocracia sindical.
Un Gobierno “progresista” que pone alfombra roja al ascenso de la extrema derecha
Si la derecha pueda hacer demagogia con la defensa de los derechos democráticos es posible porque el Gobierno “progresista” ha convertido la legislación de excepción y los cuerpos represivos en la principal herramienta para su particular “guerra contra la pandemia”. El gobierno del PSOE y Unidas Podemos, como en otros momentos han hecho los gobiernos social-liberales, están hoy a la cabeza de un proceso de bonapartización que, en nombre de garantizar el confinamiento, fortalece al Estado para enfrentar las protestas sociales que pueda generar la crisis y que los servicios de inteligencia ya están previendo.
La derecha hará uso y profundizará la herencia autoritaria recibida del gobierno "progresista", como hizo el PP para enfrentar la protesta social que nació bajo los últimos años de la presidencia de Rodríguez Zapatero
No importa que esto no se haya hecho notar en el barrio de Salamanca de la capital o la zona alta de Barcelona, sino más bien en los barrios populares como Vallecas o Nou Barris. Tampoco que mientras el ministro del Interior prohibió las manifestaciones en coche convocadas por diversos sindicatos el 1 de mayo y haya enviado a la policía a disolver cualquier intento de protesta obrera en los centros de trabajo -incluidas las que pedían medidas contra el contagio- ayer su policía pasara solo a saludar con las sirenas a tan distinguidos manifestantes.
La derecha y extrema derecha se viste hoy de garantista solo en su combate para desgastar al que no consideran un gobierno cien por cien fiable a sus intereses. Pero ella hará uso y profundizará la herencia autoritaria recibida, como hizo el PP para enfrentar la protesta social que nació bajo los últimos años del gobierno de Rodríguez Zapatero, del PSOE, el 15M del que este viernes se cumplen 9 años.
La izquierda reformista que nació impugnando el régimen y el rescate a los capitalistas post 2008, es hoy la que hace uso de sus mecanismos más autoritarios, aprueba un nuevo rescate por más de 100 mil millones en forma de avales públicos y nos vende auténticas migajas -como los préstamos para pagar el alquiler, el subsidio de 600 euros para autónomos o unos ERTEs que aún no se han pagado en su totalidad- como un “escudo social”. Ni siquiera la mil veces anunciada renta de ingreso mínimo se ha hecho todavía efectiva, a la vez que las colas de los comedores sociales se llenan de miles de familias. Mientras tanto, ni impuesto a las grandes fortunas ni nada que se le parezca en el horizonte.
El compromiso de casi la totalidad de la izquierda reformista con el actual gobierno, - desde por supuesto Podemos, Izquierda Unida y el Partido Comunista que se sientan en el Consejo de ministros y ministras, hasta en distinto grado Más País, Compromís, el BNG o EH-Bildu- hace que la oposición por izquierda a un ejecutivo embarcado en un nuevo rescate a los capitalistas brille por su ausencia. El terreno queda casi totalmente libre para los ultraderechistas y derechistas como Abascal, Casado o Arrimadas.
Solamente la CUP (Candidatura de Unidad Popular) catalana se ha mantenido en una posición de denuncia frontal al estado de alarma, los diferentes decretos económicos o la Mesa de Reconstrucción o Nuevos Pactos de la Moncloa. Es urgente que estas posiciones parlamentarias que conquistó sean puestas a disposición de aglutinar un polo anticapitalista y por la ruptura en todo el Estado español, que catalice una oposición desde la clase trabajadora y los sectores populares a las políticas del gobierno central y los autonómicos.
La burocracia sindical como lugarteniente del gobierno y la patronal en el movimiento obrero
El otro gran aliado del gobierno es la burocracia sindical, que junto a las patronales, le han avalado todas y cada una de las medidas aprobadas. Entre ellas que el Estado se haga cargo de los salarios de las suspensiones en empresas con beneficios, que las familias asuman créditos para que los tenedores de vivienda y la banca no pierdan el cobro de alquileres o hipotecas, o que el parón de las actividades no esenciales de dos semanas se convierta en una bolsa de horas a emplear por los empresarios a su antojo de aquí al final de año.
Es preciso que los sindicatos rompan el corsé autoritario que impone Marlaska, y garantizando condiciones seguras, poder ejercer derechos como la huelga o manifestación
Todo esto mientras miran para otro lado ante los cientos de miles de despidos que se siguen produciendo, ante el impago de los ERTEs, ante la sobreexplotación y exposición al contagio de los sectores más precarios, la miseria en que se han hundido más de dos millones de personas… y toda una larga lista de problemas sociales ante los que la burocracia sindical no han alzado la voz, ni siquiera el pasado 1 de mayo.
En los centros de trabajo solamente las organizaciones de la izquierda sindical se ha opuesto a estas políticas y vienen levantando otras demandas de signo opuesto, como la prohibición real de los despidos, las licencias pagadas a costa de la patronal, la suspensión de alquileres e hipotecas o una renta de cuarentena digna para todos aquellos que se han quedado sin ingresos.
Planteos que es urgente que trasciendan en propuestas de organización y movilización, que quiebren si es preciso el corsé autoritario que impone el ministerio del Interior, y garantizando condiciones seguras se puedan ejercer derechos como la huelga o manifestación, tal y como están haciendo por ejemplo los trabajadores precarios desafiando las prohibiciones del gobierno de la derecha argentina . Solamente así se podrá imponer otro rumbo en los centros de trabajo diferente al de la resignación que quiere imponer la burocracia sindical, y soldar una alianza de lucha con todos los sectores que están cayendo en la miseria.
Como el mal menor prepara el camino para males cada vez mayores
El revolucionario italiano Antonio Gramsci escribía desde las cárceles de Mussolini: “El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existiese, a reforzarla”.
La lógica del mal menor ha permitido el crecimiento meteórico de la extrema derecha y la desarticulación de toda alternativa a la izquierda y desde la clase trabajadora
Este “proceso de adaptación a un movimiento regresivo” grafica el devenir de Podemos desde su nacimiento hasta la entrada en el gobierno de coalición con el Partido Socialista. Pero también el argumentario histórico de la burocracia sindical para aceptar ERTEs mejor que EREs, EREs mejor que cierres y al final indemnizaciones en vez de combatir los cierres. Y puede serlo también el de un cierto sentido común que todavía mantienen muchos sectores de trabajadores o jóvenes que, aún descontentos con el gobierno, consideren que lo mejor es apoyarlo o al menos no enfrentarlo, para no darle aire a la derecha.
Esta lógica del mal menor viene jugando con fuerza desde la emergencia de Vox en las elecciones andaluzas ¿Cual ha sido su resultado? El crecimiento meteórico de la extrema derecha y su capacidad de marcar agenda, y la desarticulación de toda alternativa a la izquierda y desde la clase trabajadora al devenir del nuevo reformismo en parte del gobierno al rescate de los capitalistas.
La izquierda anticapitalista y rupturista debe exigir a los sindicatos el fín de la paz social y, junto a la izquierda sindical y los movimientos sociales, preparar un plan de lucha para enfrentar las políticas de ajuste y rescate a la banca y las empresas
Si queremos frenar a la derecha política y social, a los que se manifiestan en el barrio de Salamanca y a los que no lo hacen por considerarlo demasiado ordinario pero gobiernan en la sombra desde los consejos de administración de la Bolsa española, el aliado no puede ser un gobierno que está aplicando un plan a su servicio aunque le quiera dar una pátina “progre”.
Desde la CRT realizamos el pasado 1 de mayo un llamamiento a los grupos de la izquierda revolucionaria para dar pasos en la construcción de un partido unificado, y al mismo tiempo seguimos emplazando a toda la izquierda anticapitalista, empezando por la CUP y Anticapitalistas, a construcción de un reagrupamiento de la izquierda rupturista que exija a los sindicatos el fín de la paz social y, junto a la izquierda sindical y los movimientos sociales, prepare un plan de lucha para enfrentar las políticas de ajuste y rescate a la banca y las empresas.
Solo con la clase trabajadora pasando a la ofensiva, peleando por el fin de los despidos, por que toda empresa que cierre se ocupe y sea nacionalizada bajo control obrero, por impuestos a las grandes fortunas para financiar entre otras medidas urgentes una renta de cuarentena para quienes no tienen ingresos o por la nacionalización de la banca para suspender deudas y dar crédito barato a los pequeños productores arruinados, entre otras medidas, podremos construir la fuerza social capaz de enfrentar a la extrema derecha e imponer una salida obrera y popular a la actual crisis.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.