A propósito del discurso de la vicepresidenta en Ensenada el pasado 2 de julio, destacamos algunos de los usos y olvidos de “la lapicera” de Perón, presentamos un “ayuda-memoria” en medio de la crisis política del gobierno.
Daniel Lencina @dani.lenci
Martes 5 de julio de 2022 00:00
En la Argentina se aburre el que quiere. Tal como si fuera una serie de Netflix tipo House of Cards, al mismo tiempo que la vicepresidenta de la nación hablaba en el acto por la conmemoración de la muerte de Perón, el exministro de Economía presentaba su renuncia.
Es una tarde de sol, no se la vaya perder…
No es ninguna novedad que el “fuego amigo” hace más daño en el deterioro del Frente de Todos que la oposición de derecha. Mientras se desarrolla la crisis social y económica Cristina Fernández de Kirchner (CFK) volvió sobre los usos de “la lapicera” que hizo Perón, apuntando contra su propio gobierno. Después del golpe de Estado del 4 junio de 1943, Perón se hizo cargo de la Secretaria de Trabajo y Previsión (STP). A cargo de esa cartera el líder justicialista firmó resoluciones otorgando una serie de concesiones a favor de la clase trabajadora. Pero, el ejemplo de CFK no pudo ser más des-historizado porque ocultó toda la experiencia de organización clasista, independiente y combativa de sus orígenes de la clase trabajadora argentina (para profundizar sobre los orígenes del movimiento obrero recomendamos Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969).
Sin embargo, bajo la experiencia peronista vale aclarar que los sindicatos que no se sometieron a la tutela del Estado sufrieron la represión y muchos de sus dirigentes y militantes la cárcel; hablamos de los sindicatos dirigidos por el Partido Comunista Argentino. Eso también es “persuadir” con “acciones” tal como sugirió Cristina en polémica con Alberto Fernández en medio de la crisis política del gobierno.
Estado integral
Volviendo a la STP y la lapicera, es muy interesante el Discurso de Perón a la Bolsa de Comercio, del 25 de agosto de 1944. Allí el habla a la gran burguesía, los aconseja y les dice que el sindicalismo es bueno porque evita la lucha (de clases) entre obreros y patrones, la confrontación y por ende las posibilidades de un “cataclismo social”. Esto en el mundo de la posguerra no era menor, porque según el propio Perón: “la posguerra traerá, indefectiblemente, una agitación de las masas, por causas naturales; una lógica paralización, desocupación, etcétera, que combinadas producen empobrecimiento paulatino. Ésas serán las causas naturales de una agitación de las masas, pero aparte de estas causas naturales, existirán también numerosas causas artificiales, como ser: la penetración ideológica, que nosotros hemos tratado en gran parte de atenuar; dinero abundante para agitar, que sabemos circula ya desde hace tiempo en el país, y sobre cuyas pistas estamos perfectamente bien orientados; un surgimiento del comunismo adormecido, que pulula como todas las enfermedades endémicas dentro de las masas; y que volverá, indudablemente, a resurgir con la posguerra, cuando los factores naturales se hagan presentes”.
Tal fue la visión estratégica por las que Perón otorgó -y dale con “la lapicera”– las concesiones al movimiento obrero.
El contexto histórico -que CFK omitió en su discurso- en el que Perón otorgó aumentos salariales, vacaciones pagas, jubilaciones y aguinaldo, entre otras; fue para evitar evitar que la lucha de clases escale de reivindicaciones económicas al cuestionamiento político del conjunto del sistema capitalista. En el mismo discurso de Perón que citamos arriba leemos: “pueden venir días de agitación. La Argentina es un país que no está en la estratosfera; sino que está viviendo una vida de relación; de manera que las ideologías que aquí se discuten, no se decidirán en la República Argentina, sino que ya se están decidiendo en los campos europeos; y esa influencia será tan grande para el futuro, que la veremos crecer progresivamente hasta producir hechos decisivos que pueden ir desde el grito de “Viva Esto” y “Viva lo Otro” hasta la guerra civil”.
La política de Perón de estatizar los sindicatos, mediante una serie de concesiones materiales tiene mucho que ver con lo que el comunista italiano Antonio Gramsci llamó “Estado integral”, es decir, que la clase capitalista para mantener su hegemonía no puede gobernar solamente a través de la coerción (represión estatal), tiene que lograr consensos y adhesiones a grandes niveles de masas para evitar que la lucha de clases se profundice y alcance consecuencias impredecibles. Para tal fin, el rol de la burocracia sindical es fundamental, por eso Perón le dijo al auditorio de la Bolsa de Comercio que no teman al sindicalismo mediante la siguiente lógica: mejor otorgar un 30% de sus ganancias antes que perderlo todo.
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Si bien no vamos a historizar aquí toda la trayectoria del peronismo no podemos dejar de mencionar que con -otra vez...– “la lapicera” Perón firmó el famoso Documento reservado que habilitaba la creación de la Triple A (Alianza Antisubversiva Argentina). La Triple A tuvo como blanco no solo a la vanguardia obrera que desde el Cordobazo de 1969 hasta el Rodrigazo de 1975 comenzaba a retomar el camino de la independencia política y el clasismo, amenazando el poder de los capitalistas y su Estado. Esa misma lapicera de Perón habilitó a la Triple A a liquidar a la propia izquierda peronista (Montoneros), guevaristas (PRT-ERP) y al trotskismo (PST), además de otros tantos luchadores y activistas estudiantiles, barriales e intelectuales. Como vemos, así también fue como Perón “persuadió con hechos”.
El discurso de Cristina Fernández nos ofreció (otra vez) a un “Perón a la carta”, justo para la ocasión, pero omitiendo algunos “detalles” de calibre grueso que siempre es bueno reponer a la hora de pensar en una salida a la crisis de otra clase.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.