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Red Internacional
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Educación Pública. La realidad virtual de Trotta no es la verdadera realidad

Se extiende la cuarentena y con ello, la nueva modalidad de clases virtuales. El ministro de educación Trotta habla de “continuidad pedagógica”. La enorme desigualdad social que impide el acceso a la educación y el debate sobre el rol docente.

Viernes 3 de abril de 2020 12:01

Unos días antes de que se declare la cuarentena preventiva obligatoria, el presidente anunciaba el cese de las actividades pedagógicas de manera presencial, y que resolvería la continuidad del ciclo lectivo, vía clases virtuales para realizar en las casas mediante el uso de plataformas o de diversos recursos interactivos.

En estos últimos días el ministro de educación Nicolás Trotta fue entrevistado en varios medios, ante el anuncio del gobierno nacional de extender la cuarentena.

Trotta planteó la posibilidad de articular el ciclo lectivo 2020 con el 2021 poniendo como ejemplo la provincia de Santa Cruz. Equiparando una huelga docente de 100 días en el 2017, cuando Alicia Kirchner ofreció un 3% de aumento en cuotas, con una pandemia. El gobierno provincial, intentó adoctrinar a la docencia, reduciendo las vacaciones de verano sólo al mes de enero, extendieron la jornada a los sábados e hicieron terminar el ciclo 2017 el 31 de marzo de 2018, mientras volvían a las aulas en pésimas condiciones de infraestructura.

Habló de continuidad educativa con mucha presencia del Estado nacional, el abordaje a partir del programa “Seguimos educando” con un portal y programas de televisión con navegación gratuita desde los celulares.

Hizo referencia a una “Democratización de acceso, porque celulares hay en casi todos los hogares argentinos. Y la televisión tiene una enorme penetración, con presencia en más del 95% de los hogares”.

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Expectativa vs. realidad

Hay una imagen fantaseada donde se ve a niños y niñas aprendiendo frente a una computadora o un celu, con un tutorial, con un video, o con alguna estrategia divertida que estuvo craneando algún profe ingenioso, con vocación, que mágicamente puede aprender el uso de la nueva tecnología y responde a todas las inquietudes de alumnos y familias de manera virtual.

En contrapartida, nos encontramos con otra realidad en las escuelas.
“Profe, hiciste la classroom pero los alumnos de 6to no tienen internet o compu en la casa, yo les voy pasando todo por mensaje y van haciendo lo que pueden”, dice un preceptor.

Por teléfono, una mamá nos cuenta: “yo tengo 3 nenes, estoy sola con ellos, me bajó la cantidad de trabajo, no puedo sacar las fotocopias porque es mucha plata, mi celular es malo, no me sirve para recibir información y no tengo internet”.

Repartiendo los magros bolsones de comida, las docentes nos preguntamos cómo iban a aprender nuestros alumnos si en la casa hay angustia porque perdieron el trabajo, o porque no llegan con la comida.

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La “brecha digital”, es nada más ni nada menos que el distanciamiento en las poblaciones sobre el acceso al uso de internet, conectividad y computadoras por hogares. En la Argentina, el 48 % de los chicos entre 5 y 17 años, hoy no tiene computadora en su casa y el 47% no tiene internet, según el último informe sobre Infancia de la UCA.

Con suerte, llega un cuadernillo impreso que pudo retirar alguna persona que se acercó a la escuela en búsqueda de un bolsón de comida.

El ministro Trotta se refirió a soportes que llegan a los barrios por medio de la televisión de aire, y por radios, que supone, todos tendrán en sus casas, y allí la discusión se traslada al cómo será ese aprendizaje.

En el 2018 el Registro Nacional de Barrios Populares, identificó 4228 barrios populares en ciudades de más de 10 mil habitantes de todo el país. Viven allí alrededor de 3,5 millones de personas (800 mil familias), donde el 93,81% de ese total no cuenta con acceso formal a la red de agua corriente, el 98,81% no posee acceso formal a la red cloacal, el 70,69% no dispone de acceso formal a la red de energía eléctrica, y el 98,49 % no accede a la red de gas natural.

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A esto, agregamos que según informes del Observatorio Social de la UCA, a fines del 2019 el 59,5% de los niños, niñas y adolescentes estaban comprendidos en la pobreza, siendo mayormente afectados en al Provincia de Buenos Aires, con 7 millones de hogares castigados por este grupo etáreo. El 14,8 % de la población entre 0 y 17 años no logran tener sus necesidades alimentarias cubiertas, es decir, que de cada 100 chicos en el país, 15 no pueden alimentarse lo suficiente.

Incluso, tenemos que sumar que no se habla de la situación de violencia que aumenta tanto para las mujeres como para los niños, donde el “Quedate en casa” se convierte para muchos en una pesadilla.

Una salida real a la crisis

“Somos un país desigual y existe la desigualdad educativa, en muchos hogares quizás no tienen el capital educativo para los más pequeños, pero lo compensa con mucho amor”, declaró Trotta en una entrevista televisiva.

Lo que no plantea el Ministro, es el aumento de la desigualdad en estos últimos días, donde la demanda alimentaria aumentó de 8 millones a 11 millones, en solo 15 días, la pobreza aumentó del 32% al 35,5% de las personas respecto del mismo período de 2018, mientras que la indigencia subió del 6,7% al 8%" y el ingreso de emergencia de 10.000 pesos se anotaron más de 10 millones de personas, según el diario La Nación.

Con esta situación en nuestro país ¿De que continuidad pedagógica habla Trotta y el gobierno nacional?

Por todo esto, la Corriente Nacional Docente La Marrón (PTS-FITU) proponemos que todos los recursos productivos, económicos y humanos, deben destinarse de manera urgente a estas necesidades primordiales, junto a salud donde se necesitan test masivos e infraestructura.

Empezando por las viviendas ociosas que deben ser puestas a disposición de las familias que viven en condiciones de hacinamiento. Plan de Obras Públicas, infraestructura y viviendas populares bajo gestión de los trabajadores y las organizaciones barriales. Las fábricas alimenticias deben ser declaradas de utilidad pública en el marco de un plan de reconversión dirigido a garantizar una alimentación acorde a niños y jóvenes.

Así como también, que las empresas de telecomunicación presten servicio gratuitamente, teniendo en cuenta que son las grandes ganadoras en estos últimos años, nacionalización de este servicio bajo control de sus trabajadores y usuarios.

Todos los derechos para la juventud, incluso el derecho a divertirse, lo cual implica el libre acceso a la cultura, con todos los recursos necesarios. No se puede seguir pagando una deuda externa ilegítima, a costa de que los chicos no tengan comida o una vivienda digna y acceso a la educación.

Las y los docentes, quienes además de formarnos y de enseñar, siempre estuvimos en primera línea de las crisis sociales y económicas que vivió nuestro país, estuvimos en las escuelas, de manera solidaria. Tenemos que ser la voz de estos jóvenes y niños, así como de sus familias, donde sus vidas son absolutamente precarias.

No podemos quedarnos en nuestras casas como simples observadores y garantizar miles de tareas que no sabemos siquiera qué posibilidades tendrán de resolver, cuando esta pandemia ha dejado al descubierto una crisis social a la cual no es ajena la educación pública.

Los sindicatos se deberían poner a la cabeza de estas exigencias. Las conducciones sindicales hasta el momento pusieron los sindicatos al servicio de la política del gobierno, sin organizar la enorme fuerza docente, por eso nuestra corriente pelea en los sindicatos de oposición, como parte de las directivas de Ademys, Suteba Matanza, Tigre y Ensenada, por organizar las escuelas, la solidaridad de los docentes con las familias y la pelea para imponer esta salida a los sindicatos.

La fuerza para pelear por una salida a esta crisis está justamente en esa solidaridad que surge desde abajo: docentes, estudiantes y sus familias. Porque somos quienes movemos las grandes piezas que hacen funcionar el país (servicios, fábricas, transporte, etc.). Si todo eso estuviera gestionado por nosotros, se pondría a disposición de todas estas necesidades, lo opuesto a lo que el virus puso en evidencia, que es que en el capitalismo el fin de todo es el lucro, y por eso es la fuente de las enormes desigualdades que hoy quedan aún más al descubierto en esta pandemia.