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Red Internacional
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Bolivia. La victimización de Áñez y la realidad del sistema penitenciario en Bolivia

Ante los intentos de victimización de la ex presidenta de facto, alentados por los medios de comunicación tradicionales, volvemos a señalar con contundencia que no le debemos ninguna “sororidad” a una opresora, que lejos de ser una víctima es más bien una privilegiada de un sistema penitenciario mercantil.

Jueves 26 de agosto de 2021 22:28

Los medios de comunicación tradicionales han hecho su agosto la última semana explotando los “malestares” de Áñez en la cárcel, algunos llegando a publicar una noticia o actualización al respecto cada hora, como muestra esta plantilla hecha por Wilmer Machaca:

Si bien no nos sorprende, considerando que son los mismos que antes de mostrar las masacres y represiones que acontecían en noviembre de 2019, preferían mostrar los “lujos” de la habitación de Evo Morales en la Casa del Pueblo o que prefieren negar un golpe militar sangriento como el de Banzer diciendo que se trató de una revuelta cívico-militar. Lo cierto es que este circo mediático no deja de ser repudiable.

Recordemos que hace un par de semanas, la Sala Penal Tercera del Tribunal Departamental de Justicia de La Paz rechazó la acción de libertad interpuesta por la defensa de Áñez. Luego de este rechazo, no pasó mucho tiempo, y los grandes medios difundieron escandalizados que Áñez había intentado suicidarse.

La estrategia de Áñez de victimizarse y decir que está siendo vulnerada en sus derechos humanos, con venia de la presidenta de la APDHB (Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia), Amparo Carvajal, ahora abocada a defender militares y dictadores, no deja de ser irónica. Más aún si recordamos que fue la misma Áñez que emitió el Decreto Supremo N°4078, que daba carta blanca a militares y policías para reprimir, encarcelando y torturando a cientos de hombres y mujeres humildes cuyos nombres y apellidos ni siquiera tuvieron la “suerte” de ser conocidos, menos mediatizados.

Y si hablamos de “sororidad”, recordemos también que, en su calidad de presidenta de facto fue ella quien mandó a encarcelar a la ex jefa de gabinete de Evo Morales, Patricia Hermosa, estando embarazada y solo por haber intentado presentar los papeles de Morales ante el OEP (Órgano Electoral Plurinacional). Producto de esto, Patricia Hermosa perdió su embarazo, sin que a Áñez se le mueva un pelo por los derechos humanos.

Entonces, ¿es Áñez una víctima? Por supuesto que no, de hecho, tiene más privilegios que el 90% de las y los reos en este país, ya que cuenta con acceso a medios, servicios legales privados y atención médica; además de un cuarto para ella sola, es decir, privilegios que solo se consiguen en las cárceles con dinero e influencias.

Lo cierto es que el sistema penitenciario en nuestro país es muy precario, la gran mayoría de los presos y presas viven en hacinamiento, muchos conviven dentro de las cárceles con sus hijas e hijos, sin acceso ni si quiera a una cama digna, situación que se vio agravada con la crisis sanitaria donde muchos ni siquiera tenían acceso a medicamentos. Las fotografías que muestra la hija de Áñez de su habitación, lejos de constituir una prueba de su “vulneración” de derechos, es más bien lo contrario, una muestra de que vivir con algo de dignidad en la cárcel tiene un precio.

Foto: @caroriberaañez

Denuncian que Áñez estaría incomunicada, pero lo cierto es que en ninguna cárcel del mundo se puede tener libre acceso a un teléfono o a internet, ¿porqué con Áñez tendría que ser la excepción?; dicen que no le dan atención médica oportuna siendo que, desde que se encuentra en la cárcel, hemos visto cómo ha salido numerosas veces a distintos centros médicos a ser evaluada.

Lo único que devela la situación de Áñez, es que el sistema penitenciario en nuestro país está totalmente mercantilizado, y que las verdaderas víctimas son los hombres y las mujeres sin recursos que pueden pasar años viviendo en las condiciones más precarias en la cárcel sin siquiera tener un juicio. Y si bien no apoyamos una concepción punitivista ni menos apoyamos este régimen judicial y penitenciario, nuevamente debemos recordar que Áñez es una de las principales responsables de la masacre de más de 35 personas en nuestro país, además de cientos de detenidos injustamente y torturados, como ha certificado recientemente el informe del GIEI y que las víctimas exigen legítimamente justicia y resarcimiento.

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La exigencia de que Áñez se “defienda en libertad”, no deja de constituirse en un peligro de fuga, como ya sucedió con Murillo y López.

A raíz de esta situación, se han dado enfrentamientos en los pasados días a las afueras de la cárcel entre quienes se tragan o pretenden tragarse el cuento de la vulneración de derechos a Áñez para exigir su liberación y quienes exigen que pague el daño que ocasionó. Pero esta situación también ha tenido repercusión al interior de algunas cárceles, como la misma cárcel de Miraflores donde muchas presas protestaron al grito de “Jeanine, no mientas, vives como reina” alegando que a Áñez se le conceden muchos privilegios, y también en la cárcel de hombres de San Pedro, donde los reos también protestaron por el show mediático de Áñez que invisibiliza las pésimas condiciones en las que ellos realmente se encuentran y exigiendo un trato igualitario.

Todos estos elementos son necesarios para comprender por qué el concepto de sororidad a veces es tan limitante en el feminismo, donde algunas mujeres consideran que solo por un tema de género se debe apoyar a otra mujer, ignorando las condiciones de clase o de raza, por ejemplo.

El caso de Áñez desnuda una vez más que un feminismo socialista y de clase, como el que militamos en Pan y Rosas, no se reduce a un sentimentalismo acrítico y autocentrado. Creemos que es fundamental analizar críticamente y aprender a descubrir, detrás de las frases, declaraciones y proclamaciones, incluso amparadas en discursos como de los “derechos humanos”, los intereses de una u otra clase. Solo de esta manera podemos tomar partido y desnudar las desigualdades y opresiones de un sistema que está al servicio de los ricos. Es decir, de quiénes pueden comprar “justicia”.

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