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Las elecciones europeas, la guerra y la lucha por un nuevo internacionalismo

Entre el 6 y 9 de junio se están realizando las elecciones al Parlamento europeo en los 27 países que integran el bloque. 373 millones de personas están habilitadas para votar 720 eurodiputados, con un mandato de 5 años. Según todas las encuestas, estas elecciones mostrarán un crecimiento de la extrema derecha, en un contexto marcado por el rearme militarista, la guerra de Ucrania y el genocidio en Palestina. Aunque los resultados precisos los analizaremos en unos días, nos interesa detenernos aquí en las tendencias políticas que se vienen desarrollando y lo que indican acerca de la encrucijada histórica en que se encuentra la Unión Europea.

Josefina L. Martínez

Josefina L. Martínez @josefinamar14

Sábado 8 de junio 14:43

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1. El crecimiento de la extrema derecha

De acuerdo con la mayoría de las encuestas, los partidos de la extrema derecha aumentarán su presencia en el Parlamento europeo, con la posibilidad de alcanzar un 22% del total de eurodiputados. En comparación con el 2019, cuando alcanzaron un 18%, el crecimiento es lento, pero sigue la tendencia creciente desde hace 15 años (en 2009 sumaban un 11,8% y en 2014 un 15,7%). Según los pronósticos, el partido Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen será primera fuerza en Francia y constituirá uno de los grupos más grandes de la Eurocámara, con 30 escaños. Mientras que Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, que ya gobierna en Italia, podría superar los 20 eurodiputados.

Esto abre la posibilidad de que, por primera vez en su historia, se forme una coalición de gobierno de la UE que incluya a fuerzas de la extrema derecha. La alemana Úrsula Von Der Leyen, actual presidenta de la Comisión europea, dejó abierta esa posibilidad en las últimas semanas, generando bastante revuelo político en la opinión pública “progresista”. En los últimos días, en cambio, se abría a una alianza con los verdes, sin cerrar ninguna puerta.

La extrema derecha europea se encuentra dividida en dos grupos. Por un lado, el grupo Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), que integran el partido Hermanos de Italia de Meloni, los polacos de Ley y Justicia, Vox del Estado español, los Demócratas Suecos y el Partido de los Finlandeses, entre otros. El otro grupo ultra es Identidad y Democracia (ID) al que pertenece Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, La Liga de Matteo Salvini y el Partido de la Libertad de Geert Wilders. Hace dos semanas fue expulsado de este grupo el partido Alternativa por Alemania debido a sus declaraciones reivindicativas del nazismo. Esto fue visto como parte de los intentos de Le Pen de avanzar en la “normalización” o “desdemonización” de su partido, ya que cuenta con serias posibilidades de acceder al gobierno de Francia en 2027.

Según analiza en este artículo Steven Forti, hay tres opciones a nivel del gobierno de la UE que pueden salir del resultado electoral de este domingo. En primer lugar, que “todo siga igual”, es decir, que la coalición entre los populares (derecha tradicional), socialistas y liberales sea la clave para la gobernanza europea, repartiéndose como hasta ahora los principales cargos de la UE. Esta hipótesis tiene muchas chances, ya que los populares europeos y los socialistas mantienen bastante su intención de voto. Está por verse si los liberales caen mucho y eso afecta la coalición actual. Los verdes también podrían sumarse a una gran coalición de este tipo. De hecho, ya gobiernan con socialdemócratas y liberales en Alemania.

La segunda opción, que se forme una nueva coalición de la que salgan los socialistas y en cambio ingrese la extrema derecha más otanista del grupo ECR encabezado por Giorgia Meloni. Por último, una opción más “trumpista” y menos probable, sería una coalición de la derecha tradicional con la extrema derecha de ECR de Meloni a la que también se sumen los partidos ultras que forman parte de Identidad y Democracia, encabezados por Le Pen.

El crecimiento de la extrema derecha es disímil por países, con la posibilidad de salir como primera fuerza en 9 de los 27 Estados miembros de la UE, incluyendo Francia, Italia, Polonia, Países Bajos, Hungría y Austria. Para la dinámica de alianzas hay que tener en cuenta que la elección de las autoridades de la UE se rige por un sistema combinado entre la aritmética parlamentaria y los gobiernos de los Estados miembros, siendo estos últimos los que tienen la última palabra en las decisiones.

Estas elecciones son presentadas en muchos países como “decisivas” para frenar a la extrema derecha. Sin embargo, quienes se proponen como “muro de contención” o “mal menor”, vienen tomando gran parte de su agenda, como veremos a continuación.

2. El racismo y las fronteras

Si algo unifica a todos estos grupos de la extrema derecha son los discursos racistas y xenófobos. En la mayoría de los casos, esto se combina con una fuerte campaña islamofóbica. Las alas más radicales de las derechas agitan el “peligro islamoizquierdista” como nuevo enemigo de la “civilización occidental” y hacen uso de las teorías del “gran reemplazo”. Agitan la idea de que los migrantes de países árabes terminarán imponiendo el islam de forma teocrática en Europa, y que esta perdería así sus “valores democráticos”.

Pero el racismo no es coto privado de la extrema derecha. El “extremo centro” asume su agenda cada vez más abiertamente: leyes antimigratorias, deportaciones “exprés” y construcción de cárceles para extranjeros sin papeles. En la última década más de 20.000 migrantes han muerto intentando cruzar el Mediterráneo. La UE refuerza sus acuerdos con gobiernos del norte de África y Turquía, para que hagan la labor de gendarmes y repriman o encarcelen a quienes migran. En este caldo de cultivo, crecen los discursos racistas contra las poblaciones migrantes, que son una gran parte de la clase trabajadora más precaria. La aprobación del Pacto Migratorio Europeo ha sido un nuevo salto en este sentido, para facilitar las expulsiones y reforzar la externalización de las fronteras.

Como socialistas revolucionarios, los grupos que integramos la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional en Europa somos parte de la lucha contra esas políticas racistas. Planteamos derogar el Pacto de Migración y Asilo de la UE y las leyes de extranjería, el cierre de los centros de internamiento para extranjeros y terminar con la represión a los que migran. Exigimos la libertad de movimiento y derechos plenos de ciudadanía y trabajo para todas. A su vez, señalamos que, si miles de personas huyen de la miseria que genera el imperialismo en África, Asia y América Latina, hay que ir abordar la raíz del problema. Por eso luchamos por la abolición de las deudas externas a los países semicoloniales y planteamos la retirada de las multinacionales europeas que expolian sus recursos.

3. ¿Ya no hay exit?

Los partidos de la extrema derecha ya no hablan de salir de la UE, como hace una década. La experiencia del brexit ha impugnado la idea de que abandonar el redil europeo fuera una panacea. Ahora bien, si ya nadie juega fuerte con el exit, ¿que ofrecen los nuevos populismos de derecha para seducir a un electorado descontento con los partidos tradicionales del “extremo centro”? Xenofobia, islamofobia, nacionalismo, homotransfobia, remembranza de un “pasado imperial” perdido o defensa de valores tradicionales, se combinan de forma variable en estas formaciones políticas. La extrema derecha busca canalizar de forma reaccionaria el descontento de importantes sectores de la población con la degradación de sus condiciones de vida en los últimos años. Promueven ideas reaccionarias que apuntan contra los migrantes, las mujeres o los activistas LGTBI, como si fueran responsables de esa situación, ya sea porque “vienen a robar el trabajo”, porque reciben “excesivas ayudas” del Estado o porque “atentan contra el modo de vida tradicional”.

Si el elemento que los unifica es su matriz conservadora, racista y xenófoba, sin embargo, hay otras importantes cuestiones que los dividen. La fuerte impronta nacionalista (nacional-chovinista) de estos grupos: “Francia para los franceses”, “los españoles primero”, “los valores de Italia”, “la patria alemana” son contradictorios con el proyecto de una “internacional” de la extrema derecha. La propuesta de avanzar hacia una nueva “Europa de las naciones”, donde tengan más peso las políticas soberanas de cada Estado miembro por sobre las decisiones de Bruselas, indica la encrucijada del proyecto europeísta. Ya no genera entusiasmo ni la idea de “más Europa”, ni la aventura del brexit. El proyecto de la UE se encuentra en crisis, como lo está el orden neoliberal y atlantista que se apoyaba en la hegemonía norteamericana y que lo había sustentado en las últimas décadas.

En la introducción a su libro El Nuevo Viejo Mundo Perry Anderson señalaba que Europa “parece un objeto imposible”. “La tensión que existe entre los dos planos de Europa, el nacional y el supranacional, genera un particular dilema analítico que tiene que afrontar todo intento de reconstrucción de la historia reciente de la región”, sostenía. Pero no se refería sólo a la complejidad de analizar una estructura social con más de 450 millones de habitantes, sino a las tensiones irresueltas entre esa estructura supranacional y los diferentes Estados nación, con un desarrollo muy desigual. Esas tensiones han agravado en los últimos años y resurgen con fuerza en la actualidad.

Por ejemplo, la integración capitalista de los países de Europa del Este en la UE, que en los años de auge neoliberal funcionó como gran espacio de acumulación del que se beneficiaba la economía alemana, ha planteado nuevos problemas que ahora emergen con fuerza. En el plano geopolítico, la guerra de Ucrania no se explica por fuera de las contradicciones de los procesos de restauración capitalista y de la expansión de la OTAN hacia el Este. En otro nivel, las tensiones entre acreedores y deudores, entre norte y sur en la UE, que marcaron la crisis post 2008, parecen haberse atenuado, pero pueden reabrirse en el próximo período. Bruselas ya anunció que se termina el período de “flexibilidad fiscal” que inauguró durante la pandemia. Los fondos de rescate mil millonarios para las empresas europeas (Fondos Next Generation) deberán pagarse con nuevos planes de recortes en el gasto público. Otras cuestiones tensionan la relación entre los Estados miembros y las instituciones europeas: cómo repartir las “cuotas” de refugiados o migrantes, cómo distribuir los subsidios al agro en momentos en que protestan agricultores de varios países, o cómo distribuir los fondos para subvencionar a las empresas con “capital verde”, entre otras. Las tendencias contradictorias entre la internacionalización económica y la defensa de los intereses nacionales de cada Estado imperialista, lejos están de haber desaparecido.

4. La guerra y el militarismo

Actualmente, la política europea está marcada por la dinámica (inesperada hace dos años) de la guerra de Ucrania. Europa está embarcada en una guerra de grandes proporciones con Rusia en el flanco oriental. En pocos meses, las potencias rompieron lazos con Rusia, algo que fue muy costoso en el caso de Alemania, cuya economía exportadora había aprovechado hasta entonces las ventajas del gas ruso barato.

Los tambores de guerra resuenan en todas las capitales del viejo continente. Los gobiernos aumentan los presupuestos militares y anuncian que hay que prepararse para la “próxima guerra”, dando impulso a la industria militar. El gobierno español “más progresista de la historia” comparte el espíritu militarista de Francia y Alemania. Ya el gobierno anterior de PSOE- Unidas Podemos había aprobado los presupuestos militares más altos de la historia reciente en 2023.

La reaccionaria guerra de Ucrania ha provocado cientos de miles de muertos y millones de desplazados y su fin cada vez parece más lejos. La OTAN continúa alentando la guerra, financiando y armando a Zelensky. Lo último ha sido la autorización de usar armamento occidental en objetivos situados en territorio ruso, una escalada que puede tener consecuencias catastróficas. La mayor incertidumbre es qué sucederá el próximo año, si Donald Trump llega a la presidencia y EEUU se desentiende de seguir financiando a Ucrania, tal como anuncia el candidato. ¿En qué posición quedará entonces la UE? ¿Cómo seguir justificando esta guerra ante poblaciones a las que se va a pedir más “sacrificios” para invertir en industria militar? Los crecientes enfrentamientos geopolíticos entre Estados Unidos con Rusia y China, colocan a la UE en una posición cada vez más difícil, en la cual no está definida su ubicación estratégica, así como las posibles líneas de fractura entre diferentes burguesías europeas o al interior de las mismas.

Desde hace dos años, como socialistas revolucionarios, sostenemos una posición independiente frente a la guerra, planteando que “Ni Putin, ni Otan” y que es necesario desarrollar un gran movimiento en las calles para detener la escalada guerrerista. Nos oponemos a la reaccionaria invasión rusa, pero también rechazamos la política militarista de los gobiernos imperialistas. Una posición internacionalista hoy en Europa comienza por enfrentar la política militarista, exigiendo que no se envíe ni un euro, ni un arma más para la guerra. En este sentido, retomamos la tradición del internacionalismo revolucionario que con Karl Liebcknecht y Rosa Luxemburgo supo señalar que “el enemigo principal está en casa”.

5. ¿Una Europa para la paz y la democracia?

La socialdemocracia europea, acompañada por organizaciones como los Verdes en Alemania, Die Linke y Sumar en el Estado español, entre otras, han adoptado el discurso de la guerra sin complejos. Compran por completo la idea de que se trata de “defender la democracia” del “jardín europeo”. Son el ala “progresista” de la OTAN.

En cambio, otros partidos de la izquierda reformista como Podemos en el Estado español y La Francia Insumisa de Melenchon en Francia, se han ubicado en la oposición a la guerra, y advierten de los peligros de una escalada entre potencias con armamento nuclear. También denuncian lo que consideran una subordinación de la soberanía europea a los intereses norteamericanos y se presentan como la única alternativa para “frenar a la derecha”.

La candidata de Podemos el Parlamento Europeo, Irene Montero, señalaba: “Lo que se juega Europa es seguir siendo una sucursal de guerra al servicio de los intereses militares de Estados Unidos o ser una potencia de paz. (…) A los que quieren saltarse la ley, a los que quieren saltarse la legalidad internacional en materia de derechos humanos, se les para con negociaciones de paz, que evidentemente tienen que implicar una solución justa”. En el mismo sentido, Melenchon en Francia viene defendiendo la idea de una “desescalada” en Ucrania y la reapertura de “negociaciones de paz”. Podemos y La Francia Insumisa proponen una “Europa soberana”, que no se subordine a Estados Unidos. Pero una “Europa soberana” no tiene nada que ofrecer a los trabajadores y los pueblos, porque seguirá siendo la Europa de las multinacionales y la banca. La UE se fundó como un proyecto ambicioso de las burguesías europeas, con hegemonía franco- alemana, para competir mejor en el mercado mundial y favorecer los intereses de las grandes corporaciones.

Y si algo no tienen las burguesías europeas es una tradición que se pueda llamar democrática. Al revés, es una larga historia de represión sanguinaria, de conquistas coloniales y de genocidios. Apelar a que Europa se transforme en una “potencia de paz” oculta el hecho de que esta Europa del capital está construida sobre la base del expolio de los pueblos de África, Asia y América Latina. Algo que no es solo parte de su pasado colonial, sino que continua hoy con brutales planes de ajuste que se imponen a los países semicoloniales a través del endeudamiento con el FMI y otros organismos financieros. Durante la crisis del 2008, impusieron verdaderos golpes de mercado, como en el caso de Grecia en 2015. Entonces lograron imponer los planes de la troika con la gran colaboración de los reformistas de Syriza, apoyados en su momento por Pablo Iglesias y Melenchon. En el caso de Podemos, el doble discurso es llamativo, ya que hasta hace muy poco han sido parte del gobierno del Estado español junto con el PSOE. Como parte de este, aceptaron el marco de la OTAN, la guerra de Ucrania, el envío de armas y aprobaron los presupuestos más militaristas de la historia reciente. Cuestiones que parecen olvidar ahora, desde la oposición.

Las organizaciones reformistas consideran que, con bonitas declaraciones, mediante la fuerza de su discurso, se puede lograr la paz en una Europa que se prepara para la guerra. Omiten que el militarismo y la guerra son hijos directos del capitalismo. Como señaló Rosa Luxemburgo, hace más de 100 años: “los amigos burgueses de la paz creen que la paz mundial y el desarme pueden realizarse en el marco del orden social imperante, mientras que nosotros, que nos basamos en la concepción materialista de la historia y en el socialismo científico, estamos convencidos de que el militarismo desaparecerá del mundo únicamente con la destrucción del Estado de clase capitalista”.

6. El genocidio en Palestina y la complicidad europea

Las elecciones europeas están marcadas también por el impacto internacional del genocidio en Palestina. Desde el 7 de octubre, todos los Estados europeos se alinearon con Israel, justificando el genocidio en curso: “Israel asesina, Europa patrocina”, se canta en las manifestaciones. En Alemania y Francia, los gobiernos asumieron medidas de “excepción” contra los manifestantes, ilegalizando a algunas organizaciones solidarias con Palestina, cerrando congresos académicos y criminalizando a quienes portaban banderas palestinas en la vía pública. En Francia, referentes políticos de la LFI de Melenchon y de fuerzas de la izquierda anticapitalista como Révolution Permanente han sido acusados de “apología del terrorismo” por denunciar el genocidio, como en el caso de Anasse Kazib.

Más recientemente, los gobiernos del Estado español, Irlanda, Noruega y Eslovenia se han sumado a los casi 150 países que reconocen al Estado palestino. Algo que, aunque no pasa de ser una declaración simbólica sin consecuencias materiales, ha llevado a una crisis en las relaciones diplomáticas con Netanyahu. Desde el gobierno español han reiterado que Israel es un “Estado amigo”, mientras apuestan por la solución de “dos estados” que legitima la ocupación colonial y que se ha mostrado como un fracaso después de los acuerdos de Oslo. En el otro polo, Reino Unido mantienen un apoyo incondicional al Estado sionista, mientras que los gobiernos de Alemania y Francia reprimen las movilizaciones en apoyo al pueblo palestino.

Desafiando ese clima represivo, estos meses se ha desarrollado un masivo movimiento en solidaridad con Palestina en muchos países europeos. Con repetidas movilizaciones masivas de más de medio millón de personas en Reino Unido o de varios miles en París, Madrid, Barcelona, Roma o Berlín. Lo más novedoso ha sido el surgimiento del movimiento estudiantil por Palestina, con campamentos en decenas de universidades. Un movimiento que muchos compararon con las movilizaciones del movimiento estudiantil previas al mayo del 68 en Francia, en apoyo a la lucha anticolonial en Argelia, o las movilizaciones contra la guerra de Vietnam.

Las compañeras y compañeros de la juventud de los grupos de la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional en Francia, Estado español, Alemania e Italia han sido parte activa de estas acampadas, ocupaciones de universidades y protestas estudiantiles por Palestina. Varios estudiantes de Révolution Permanente fueron detenidos en las protestas de estas semanas, mientras que compañeros y compañeras de Contracorriente fueron identificadas por la policía en acciones en solidaridad con el pueblo palestino. Como parte de una generación que empieza a levantar las banderas internacionalistas, han planteado la necesidad de extender el movimiento, desarrollar la autoorganización y fortalecer la unidad obrero estudiantil en la lucha contra el imperialismo y el genocidio.

7.Las elecciones europeas y la lucha por un nuevo internacionalismo socialista

El “mal menor” y los llamados vacíos a la paz no son una alternativa para frenar las tendencias guerreristas y el ascenso de la extrema derecha. Para eso, hace falta poner en movimiento las fuerzas de la clase trabajadora, las mujeres, migrantes y la juventud. Desplegar las tendencias de la lucha de clases que se mostraron en las grandes huelgas en Francia o en Reino Unido, en las movilizaciones en defensa de la educación o la sanidad, y en múltiples manifestaciones y movilizaciones durante los últimos años. Para evitar que esas fuerzas sean nuevamente divididas por las burocracias sindicales o canalizadas hacia vías electorales por las corrientes reformistas, es urgente avanzar en la construcción de fuertes corrientes revolucionarias y socialistas.

La Corriente Revolucionaria de los Trabajadores (CRT) que es parte de la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional (FT-CI) se presentó por primera vez a las elecciones europeas con una campaña que puso el eje en la necesidad de una salida anticapitalista y socialista. Presentar esta candidatura ha sido un nuevo pequeño hito de la CRT dentro de sus esfuerzos por aportar a la construcción de una fuerza política de izquierda anticapitalista y socialista, que defienda la perspectiva del socialismo revolucionario desde abajo frente a la barbarie capitalista.

En las últimas semanas, desarrollamos una campaña militante y desde abajo, con una intensa agitación política en las principales ciudades del Estado español y actos públicos en Barcelona, Zaragoza y un cierre con más de 300 personas en Madrid. Más allá de cuáles sean los resultados electorales de la candidatura, que presentamos por primera vez, sin financiación estatal y sin espacio para expresar nuestras ideas en los medios de comunicación, el balance ya es ampliamente satisfactorio. La campaña nos ha permitido difundir ampliamente entre decenas de miles de personas algunos puntos destacados de nuestro programa y dialogar con un amplio sector de jóvenes, trabajadoras y trabajadores, para que conozcan nuestra organización y a nuestros principales referentes y portavoces.

En un escenario mundial convulsivo, con el aumento del militarismo en Europa y un genocidio en curso en Palestina, consideramos que ha sido un paso más para avanzar en el desafío de recrear un nuevo internacionalismo revolucionario y socialista, construyendo organizaciones revolucionarias, como parte de la lucha por construir un partido mundial de la revolución socialista. Para poder sembrar la idea de que, ante la Europa de las guerras y el militarismo, es necesario luchar por gobiernos de trabajadores y una Federación de Repúblicas socialistas de Europa. Esta es una tarea que orgullosamente compartimos con nuestros compañeros de la FT-CI en Europa, en América Latina y en Estados Unidos.


Josefina L. Martínez

Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.

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