Una semana después de dictarse la medida del retiro de circulación de los billetes de cien bolívares su implementación ha dado mucha tela que cortar, y viene causando sus estragos.
Martes 20 de diciembre de 2016

Los intentos de explicación y justificaciones de los más obsecuentes defensores de la medida se reduce a la vieja máxima de San Agustín: "A menos que creas lo que te digo, no lo comprenderás" (Nisi credideritis, non intelligetis).
¡Qué fulminante el "cuándo"!
La entrada del mes de diciembre se hizo acompañar del anuncio del nuevo cono monetario, y cinco días más tarde (antes de la salida de las nuevas denominaciones monetarias) del retiro de circulación del billete de mayor denominación, el de cien bolívares, esto se da justamente bajo un contexto donde confluyen con el asueto tanto el incremento del flujo comercial como la especulación desbordada, estándose a las puertas de la hiperinflación.
Con una moneda que constantemente se devalúa frente al dólar, y con un salario mínimo muy por debajo del costo de la vida, la adquisición de artículos de primera necesidad precisaba de una gran cantidad de unidades del mencionado billete, y naturalmente este ocupó con amplísima centralidad la mayor parte de las transacciones cotidianas hasta el momento de dictarse la medida de sacarlos de circulación.
Por si esto no fuera suficiente, es justo mencionar que poco antes de anunciarse la medida ya existía la escasez de billetes circulando (producto de la escalonada inflacionaria puesto que más papeles se necesitaban para la adquisición de los productos), se evidenciaba en la limitadísima cantidad de efectivo que dispensaban los cajeros automáticos, la gran cantidad de ellos descompuestos al igual que los puntos de venta, que generaba todo un negocio para los dispensadores "informales" de efectivo, por un porcentaje mayor, y el retiro compulsivo de buena parte de los usuarios.
En un escenario como este cabría preguntarse, entre otras cosas, ¿Por qué la urgencia de retirar de circulación ahora, ni antes ni después, los billeticos de cien? ¿Por qué inicialmente un lapso de sólo 72 horas para hacerlo? ¿Por qué luego de vencido ese plazo y justo después de las protestas ocasionadas por el malestar ante la medida proceder a declarar la legitimidad de una prórroga? ¿No eran obvios entonces todos los problemas operativos que una medida así acarrearía? ¿"Brillante estrategia" o improvisación descabellada?
La desfachatez de argumentos incoherentes
La desesperada acción de sacar de circulación el billete de cien bolívares, que como se dijo arriba es también (por mucho) el de mayor flujo en el país producto de la inflación, se sostiene en el relato gubernamental de atacar presuntas mafias contratadas por el Departamento del Tesoro norteamericano, para "secuestrar el papel moneda venezolano" y dañar la economía nacional.
En palabras de Maduro esta supuesta fuga de papel moneda a través de la frontera con Colombia y con ayuda de cierta banca privada ha venido aumentando de forma drástica en los últimos dos años (!). Dos años casi hace de un Estado de excepción con militarización de la frontera con Colombia, esto dentro del mismo relato donde se justifica la ampliación del Estado de Excepción y la extensión del cierre de frontera con Brasil, como la "garantía del éxito" de la medida (!)
Maduro fue capaz al momento de anunciar dicha medida, de señalar la participación de la banca privada en esta presunta operación ilegal, pero sin el menor rubor también fue capaz de reunir banca pública y privada luego de vencido el plazo de 72 horas para garantizar la operatividad de la misma, y no solo eso, también agradeciendo el día de anuncio de la prórroga la participación de cierta banca privada "porque entraron en el hilo".
Sin embargo, no hay que perder de vista que la prorrogación hasta enero del retiro de circulación del billete de cien bolívares, representa precisamente la inconsistencia del propio relato, más allá de las cifras oficiales lo que prima es el hermetismo con que se ha venido efectuando todo esto que afecta a toda la población –sobre toda la asalariada y pobre-, se habla de una recuperación de más de cuatro mil millardos de bolívares en billetes de cien, y se presume, siempre en el relato gubernamental, que aún queda mucho en el extranjero.
Suponiendo que esto es así, ¿bajo qué argumento creer que la prórroga anunciada no podrá ser usada para que los presuntos traficantes de papel moneda lo intenten en dicho lapso?, ¿los cierres fronterizos acaso?, pero he aquí que las fronteras han sido abiertas desde este martes por la mañana, ¿por qué no deberíamos suponer que la misma fue una medida improvisada para recuperar el papel moneda necesitado por el BCV desde los bolsillos del propio pueblo? No extrañaría incluso que la prórroga hecha hasta el 2 de enero termine extendiéndose aún más, e incluso, como ya se está especulando por los pedidos del gobierno de Santos, que los bolívares existentes en el lado colombiano entren legalmente, vía acuerdo y a través del Banco de la República de Colombia y el Banco Central de Venezuela.
Por eso el propio relato esgrimido por Maduro es lo discutible y se le ven las miles de costuras: 1) Sigue sin hacerse claramente público, más allá del torrente de declaraciones formales, toda la información relacionada con las supuestas mafias que resultaron "golpeadas por la medida", nombres y apellidos, bancos a los que se afiliaban, información contable, etc.; 2) Los banqueros y grandes capitalistas en el país siguen a sus anchas haciendo grandes negocios, completamente a salvos de un siquiera tímido proceso de investigación por presuntos fraudes.
Los asalariados hasta ahora sólo de una cosa podemos estar seguros, fue una decisión que terminó afectando y golpeando a los propios asalariados, una descarga brutal de la crisis sobre el pueblo, cuyas consecuencias se hicieron sentir de inmediato, como lo pudimos ver en "días de protestas, billetes en mano, por falta de efectivo". Pero más aún, la abrupta medida sirvió de pretexto para los empresarios para elevar los precios de la mayoría de los productos de primera necesidad, escalando la inflación nuevos saltos en apenas días, por tanto la brutal caída del salario real.
¿Cómo hacerle frente a esta crisis?
Medidas económicas de esta naturaleza han demostrado que desde el gobierno de Maduro son capaces de tomar por sorpresa a toda una nación con el consecuente golpe a los trabajadores. Su línea de improvisación y tanteo pragmático al servicio de los ajustes que exige el sector empresarial más concentrado, evidencia su incapacidad para frenar la especulación y la carestía de la vida ya de por sí provocada por sus propias medidas. En fin, de "tomar por sorpresa", no a las élites económicas dominantes, sino a las grandes masas asalariadas y pobres del país que ya vienen agobiadas por la profunda crisis que con tales medidas son brutalmente golpeadas como si ya no bastase los sufrimientos que vienen padeciendo.
A esto no puede responderse con más que con medidas, incluso de carácter elemental, empezando, por ejemplo, con la necesaria abolición del secreto comercial, esto es nada menos que el derecho en el cual se están encubriendo las élites económicas dominantes para declarar mezquinamente la "insuficiencia de sus ganancias" que depaupera el salario de la abrumadora mayoría de la población.
Si realmente el gobierno quisiera empezar a golpear donde debe debería aplicar la elemental medida que todos los empresarios y grandes propietarios, además de los grandes corruptos del Estado, deben ser obligados a repatriar inmediatamente esos dólares, so pena de ser expropiados sus bienes y su pase a administración por organismos de los trabajadores y las comunidades electos democráticamente, no elegidos a dedo por el partido de gobierno ni sus funcionarios.
Otra medida elemental sería el cese inmediato del pago de la deuda externa. Basta de dedicar miles de millones de dólares al capital financiero internacional, mientras el país sufre de grandes padecimientos, y se necesitan recursos para los hospitales, escuelas y empresas públicas. ¡Dinero para los hospitales, escuelas, viviendas populares y salarios, no para la usura de esa deuda eterna!
Del mismo modo se requiere estatizar la banca, sin pago alguno, estableciendo una banca nacional única bajo control de sus trabajadores y los pequeños ahorristas, para que sus enormes recursos se pongan en función de un verdadero desarrollo nacional de acuerdo a los intereses de la inmensa mayoría de la población.
Tanto la medida recién mencionada como la imposición del monopolio del comercio exterior, bajo control de los trabajadores, son la única garantía para frenar la fuga de divisas, empresas offshore, asegurar que las divisas sean utilizadas en función de las necesidades nacionales y de la inmensa mayoría de las masas necesitadas que viene pagando los platos rotos de la crisis que otros generaron.
Valga repetir que medidas como estas jamás vendrán de parte del gobierno, pues esto implicaría confrontarse con sus socios comerciales y aliados empresariales, por lo cual solo avizora descargar sobre los asalariados cualquier cantidad de ajustes y medidas económicas que so pretexto de atacar los peores efectos de la crisis terminan reproduciendo sus causas provocando más estragos en el pueblo trabajador. En síntesis, una verdadera salida solo puede venir de la mano de los propios trabajadores luchando por un verdadero Plan de emergencia obrero y popular de salida a la crisis.