El pasado 3 de junio en un nuevo aniversario del primer #NiUnaMenos se realizaron distintas movilizaciones en todo el país. Le preguntamos a Andrea D’Atri, fundadora de la agrupación Pan y Rosas y dirigente del PTS, qué cita o textos recomendaría a propósito de esta fecha emblemática y esto nos contaba.
Lunes 19 de junio de 2023 00:11
“¿Qué es lo siguiente en la actual coyuntura? ¿Son las contradicciones del capitalismo financiarizado lo suficientemente graves para que se las considere una crisis general? ¿Deberíamos esperar otra mutación drástica de la sociedad capitalista? ¿Galvanizará la crisis actual luchas de amplitud y visión suficientes como para transformar el régimen vigente?
¿Una nueva forma de feminismo socialista lograría romper el idilio con la mercantilización de la corriente que actualmente predomina en ese movimiento y forjar una nueva alianza entre emancipación y protección social? Y, si así fuera, ¿con qué finalidad? ¿Cómo podría reinventarse hoy en día la división reproducción/producción y qué puede reemplazar el modelo de la familia con dos proveedores?
Nada de lo que hasta aquí he dicho sirve para responder esas preguntas; pero al preparar el terreno que nos permite plantearlas, busqué arrojar luz sobre las bases estructurales e históricas de la coyuntura actual. Sugerí, específicamente, que la actual ’crisis de cuidado’ encuentra sus raíces en la contradicción social inherente al capitalismo, o más bien en la forma aguda que esa contradicción adopta en el capitalismo financiarizado. Si estoy en lo cierto, entonces la crisis no se resolverá con leves modificaciones de las políticas sociales. El sendero hacia la resolución solo puede pasar por una profunda transformación estructural de este orden social.”
Elegí esta cita de Nancy Fraser, de su último trabajo, Capitalismo caníbal, que compré en la 46º Feria Internacional del Libro. ¿Por qué? Porque siempre es interesante leer a Fraser, más allá de que no coincida con la totalidad de sus planteos y, de este párrafo me gusta que proponga reflexiones abiertas: preguntas para las que no tiene respuestas, pero que está convencida de que debemos hacérnoslas. Y porque, además, sugiere que su propio análisis sobre la actual crisis capitalista en todas sus manifestaciones -en este capítulo se referirá a la opresión de género y la crisis de los cuidados-, la lleva a deducir que la resolución requerirá de “una profunda transformación estructural de este orden social”, en el que sostiene que el feminismo socialista tiene mucho que aportar.
Muchas veces cuando hablamos de violencia contra las mujeres, las feministas socialistas decimos que es un problema estructural en estas sociedades de clases en las que vivimos y, que, por lo tanto, aunque peleamos por mejorar las condiciones de vida de las mujeres, prevenir la violencia y exigir justicia para las víctimas, necesitamos “una profunda transformación estructural de este orden social” para desterrar la violencia sexista de raíz.
Desde que en tiempos remotos, con el descubrimiento de las técnicas de la agricultura y la domesticación de los animales, el trabajo humano generó un excedente que liberó a una parte de la necesidad de laborar para ganarse el sustento, la sociedad quedó dividida en clases: la de quienes producen y la de los que viven del producto excedente que producen los anteriores. En el origen de esa división social, se originan también el Estado, la propiedad privada y una nueva forma de organización familiar en la que las mujeres terminan subordinadas al poder patriarcal. En ese violento origen de sumisión se fundan todas las formas de violencia, discriminación, subordinación y desprecio contra las mujeres, aunque esto adquiera diversas modalidades a través de la Historia y las culturas.
Por eso, la violencia contra las mujeres, lejos de ser un acontecimiento disruptivo en el orden social establecido, es un requisito para su mantenimiento. La violencia contra las mujeres persiste, cumpliendo el objetivo de disciplinar a la mitad de la Humanidad en la subordinación. Pero en el capitalismo, esa subordinación milenaria adquiere nuevas formas y una nueva funcionalidad. Mientras las manifestaciones más brutales de la violencia están penalizadas o son rechazadas por la inmensa mayoría, la subordinación se impone por vía más sutiles. Una de las más importantes es aquella que está arraigada profundamente en nuestras culturas: que las mujeres están “naturalmente” destinadas a ser las únicas responsables del trabajo impago doméstico y de cuidados en el seno de la familia.
Porque aunque el trabajo doméstico y de cuidados no está controlado de manera directa por los capitalistas, estos se benefician de mantener una gran parte del necesario trabajo reproductivo de la fuerza de trabajo, en la esfera privada. De ese modo, el salario que cada trabajador o trabajadora cobra para comer, vestirse, transportarse, descansar, criar a una nueva generación de futuros trabajadores, etc., no necesita cubrir todos los costos de esa reproducción, porque una parte de esas tareas la cubren las mujeres, en sus hogares, sin recibir ninguna remuneración a cambio.
Por lo tanto, aunque la opresión de las mujeres hunde sus raíces en el surgimiento de las sociedades divididas en clases, el capitalismo reformula esta subordinación haciéndola funcional a sus formas de explotación del trabajo asalariado, donde obtiene sus ganancias. El capitalismo mantiene disociado del ámbito de la producción, el “componente doméstico” del trabajo necesario para la reproducción de esa mercancía tan especial que es la fuerza de trabajo. Y sostener esta descomunal desigualdad necesita de una gran presión ideológica que permita que los individuos asuman esta norma como un deseo propio. En otras palabras, que hombres y mujeres terminen creyendo que aquello que hacen ellas, mayoritariamente, no es trabajo impago, sino amor. Por eso, las feministas se empeñaron en develar que “no es amor, es trabajo no pago.”
El capitalismo que liquidó todos los misterios, las supersticiones, los prejuicios no puede terminar con esta gran mentira. Cualquier mujer que desafíe, en algún punto, estos profundos y ancestrales preconceptos estatuidos sobre su género, que desafíe la subordinación y la sumisión que impone el patriarcado, es pasible de ser violentada mediante la burla, el desprecio, la humillación, la coerción económica o judicial, los golpes o el femicidio.
“¿Cómo podría reinventarse hoy en día la división reproducción/producción y qué puede reemplazar el modelo de la familia con dos proveedores?”, se pregunta Nancy Fraser. Ella dice que no tiene una respuesta pero que está convencida que “la crisis no se resolverá con leves modificaciones de las políticas sociales. El sendero hacia la resolución solo puede pasar por una profunda transformación estructural de este orden social.”
Compartimos esta convicción no solo en el análisis. Luchamos para hacer posible esa “profunda transformación estructural de este orden social”. Las próximas generaciones, liberadas de esa doble jornada laboral no remunerada y habiendo conquistado la reducción al mínimo de su tiempo de trabajo, irán disolviendo los prejuicios machistas y encontrarán nuevas definiciones para el amor, que no estén atadas al sacrificio silencioso, la labor invisible y la entrega incondicional. Y para las mujeres, una vida libre de toda violencia, no será un derecho por el cual luchar, sino una obviedad incuestionable.
Acerca de la entrevistada
Andrea D’Atri se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS). Actualmente, encabeza la lista de legisladores de CABA para las PASO, acompañando la fórmula presidencial de Myriam Bregman y Nicolás del Caño del Frente de Izquierda. Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo (2004), que ya lleva trece ediciones en seis idiomas y es compiladora de Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia (2006), entre otras publicaciones.