Está comprobado que lo hacían para las estadísticas de la falsa “guerra contra las drogas”. Probablemente también participaran del negocio. Se trata del Escuadrón 1 de la localidad chaqueña de Sáenz Peña. En 2021 se abrió una causa con denuncias anónimas de gendarmes que dieron detalles de cómo sus jefes organizaban operativos truchos donde plantaban droga que luego hacían pasar como secuestrada. Ya hay cinco uniformados detenidos, pero la cadena de partícipes llegaría más arriba. Si bien tiene todas las características de un modus operandi extendido en la fuerza, reina el silencio en las altas esferas del Ministerio de Seguridad.
Daniel Satur @saturnetroc
Miércoles 27 de abril de 2022 20:07
El operativo "NN" del 15 de mayo de 2021 | Foto Gendarmería
Este miércoles la periodista Virginia Messi publicó en Clarín una crónica referida a un escándalo salido a la luz en Chaco, donde quedó al desnudo un modus operandi de la Gendarmería Nacional en torno a la creación ficticia de operativos en los que la misma fuerza represiva federal plantaba cargamentos de droga y luego armaba actas que servían para alimentar las estadísticas del supuesto “éxito” de la lucha contra el narcotráfico.
El escándalo ya había sido difundido en septiembre de 2021, cuando cinco gendarmes fueron imputados en una causa judicial en la que se demuestra que, para las fuerzas mal llamadas “de seguridad”, es normal y hasta sistemática la manipulación con fines delictivos de marihuana, cocaína y otras sustancias ilegalizadas. Entre esos fines, además de comerciar “excedentes” secuestrados, está el de armar arbitrariamente expedientes donde las fechas, los lugares y los protagonistas son deliberadamente inventados.
En el artículo de Messi se recuerda que el 15 de mayo del año pasado el Escuadrón 1 de Gendarmería ubicado en la localidad chaqueña de Roque Sáenz Peña informó el secuestro de unos seis kilos de marihuana prensada. Según la versión oficial, la droga fue hallada en una bolsa de arpillera, sobre un camino rural a unos cinco kilómetros del cruce de la ruta nacional 95 y la provincial 9, a la altura de Tres Isletas. Obviamente el “exitoso” operativo contó con la complaciente cobertura de empresas periodísticas locales y regionales, donde no faltaron elogios y reconocimientos a la labor justiciera de la Gendarmería.
La versión estatal decía que la Sección Núcleo de esa unidad de Gendarmería “había recibido el dato de que la droga entraría desde Formosa vía el río Bermejo”. Y que tras un alerta de “movimientos de motovehículos” en la zona se inició “un operativo” que terminó llegando “hasta la bolsa de arpillera que contenía ocho paquetes de marihuana”. Eso sí, producto del operativo “no se detuvo a nadie”, porque quienes llevarían ese cargamento “lograron escapar”.
Meses después, tras aparentes confesiones anónimas de gendarmes de bajo rango que se habrían sentido incómodos con el modus operandi encabezado por sus propios jefes, se abrió la causa 3679 en el Juzgado Federal de Sáenz Peña a cargo del juez (subrogante) Miguel Aranda. La investigación está a cargo del fiscal Carlos Amad, con apoyo de la Procuraduría de Narcocriminalidad del Ministerio Público Fiscal de la Nación.
En el expediente se incorporaron audios y videos registrados (aparentemente por propia iniciativa) por un par de gendarmes que luego testificaron ante el fiscal y explicaron cómo el Escuadrón 1 planificaba y realizaba los operativos, a los que en esa sede de Gendarmería se los denominaba “NN”. Operativos que luego serían difundidos por la misma fuerza y por el Ministerio de Seguridad como jalones en la lucha contra el crimen organizado.
Entre otras pruebas, un gendarme disconforme con su superiores filmó desde el asiento de atrás de un móvil al segundo comandante del escuadrón, Raúl Scheurman, quien sentado delante suyo preparaba la bolsa con los panes de marihuana mientras se dirigían al lugar donde horas después anunciarían el “hallazgo”. Según el propio Scheurman diría luego a otro gendarme (en una conversación grabada), efectivamente la droga fue plantada por él tras recibirla de un “informante” (alguien que integra la cadena del narcotráfico).
En junio de 2021, un mes después de aquel “operativo”, el mismo Scheurman le confesaría por teléfono a otro de los gendarmes delatores: “Vos sabés qué es jugarse a hacer un procedimiento armado. Eso no se debe hacer, pero ¿quién saca el preventivo? ¿El escuadrón o yo? Es para el escuadrón ¿Por qué? Porque vos le das al escuadrón un procedimiento de marihuana, el jefe está contento, el jefe de agrupación está contento, los de la región están contentos. Entonces mantenés ahí el equilibrio. Cuando no hay nada, se busca hacer algo”.
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Según consta en el expediente, al menos hubo cinco hechos de estas características protagonizados por el mismo Escuadrón 1 de Sáenz Peña. Siempre con cargamentos de drogas plantados en lugares donde no terminaba nadie detenido, con gendarmes posando para las fotos mientras hacían las pericias y con la posterior difusión de los supuestos “éxitos” operacionales. “El déficit en la actividad productiva del Escuadrón 1 en los puntos estratégicos de la zona obedece ni más ni menos a que los encartados tenían un pacto de protección hacia las personas a las que su calidad de funcionarios les ordenaba investigar”, terminaría escribiendo el fiscal cuando pidió los procesamientos.
NN
Como se dijo, había un código secreto con el cual los miembros del escuadrón se preparaban: “NN”. Según varios gendarmes reconocieron ante el fiscal, a los operativos truchos se los denominaba con esas dos letras, ya que que nunca se terminaba identificando a nadie como propietario de los cargamentos. “Se viene un NN”, anticipaban los jefes a la tropa en la previa a cada salida por rutas y montes.
En uno de los audios incorporados a la causa, Scheurman habla con su subordinado Matías Heredia Gonzáles, quien lo grabó en secreto. Allí hablan de otro miembro del escuadrón, Kevin Aramayo, que es quien filmó al propio Scheurman en el móvil de Gendarmería preparando la bolsa de arpillera. “Aramayo contó todo (...) Que él vio lo que yo llevé y todo eso. Lo único que yo espero es que no me haya sacado una foto (...) si me sacó una foto yo puedo ir preso (...) No está mal que yo haga el procedimiento, que a mí me digan dónde está escondido eso y yo le mande a la patrulla a que encuentre. Lo que sí está mal es que yo lo lleve en la camioneta y lo ponga yo. Sí, eso sí está mal”, dice en confianza Scheurman.
Agrega: “si vos sabés que Aramayo sacó una foto, filmó algo, te pido que me lo digas porque yo ahí estoy en el horno. Ahora, si es la palabra de él, yo me voy a negar totalmente (...) Porque le quería dar un procedimiento al escuadrón, que ni siquiera lo hago yo, negro, porque yo voy, hago, ta, ta, va la gente de Núcleo y hace el procedimiento”.
Sobre cómo obtuvo la droga plantada, Scheurman le dice a Heredia González: “Yo lo llevé, lo dejé en esa tranquera, yo tenía eso, me lo entregaron a mí el día sábado, yo no podía tener eso en mi casa ni en la oficina, ni en ningún lado. Vos sabés que eso está mal. Bueno, lo tengo que sacar de ahí. ¿Cómo lo saco? Dándole al escuadrón un procedimiento. ¿Sabés cuál fue mi error? Llevarlo a Aramayo”, concluye en referencia al gendarme delator.
Hasta el momento hay cinco gendarmes procesados (con una más que sospechosa prisión domiciliaria) como coautores de “asociación ilícita”, “falsedad ideológica”, “incumplimiento de los deberes de funcionario público” e “incumplimiento de la obligación de promover la represión”. Esos procesamientos los ordenó en septiembre el juez Aranda, a pedido del fiscal Amad, y recayeron sobre Scheurman, los alférez Ezequiel Portillo Neumannel y Enzo Aguirre, el cabo primero Julián Moinico y el gendarme Braian Corach.
Pero nadie puede pensar seriamente que los jefes de estos gendarmes estuvieran al margen de ese modus operandi. Los máximos responsables del Escuadrón 1, comandante principal Cristian Marangón y comandante Julio César Perdaza, ya fueron mencionados por testigos en la causa. Pero al no haber “pruebas” como las grabaciones que escracharon a Scheurman, por el momento siguen sin ser procesados. Bien vale preguntarse en ese sentido hasta dónde llega la cadena de complicidades.
El fiscal Amad pidió el procesamiento de Marangón y Perdaza. Pero el juez Aranda les dictó la “falta de mérito” en dos oportunidades. La segunda fue tras la apelación del fiscal ante la Cámara, que ordenó a Aranda revisar su fallo pero el juez no hizo más que ratificarlo. Ahora Amad y la Procunar están pidiendo, además de los procesamientos, el apartamiento de la causa del juez subrogante de Sáenz Peña.
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Silencio oficial
Hace pocas semanas el ministro de Seguridad Aníbal Fernández, responsable máximo de la Gendarmería, dijo que “las fuerzas policiales y de seguridad están a la altura de los desafíos por su capacidad, por su actitud, por su eficacia y por su compromiso”. Entre esos desafíos, el jefe de las fuerzas federales mencionó como “amenazas prioritarias” al narcotráfico y al lavado de dinero. Fue durante la reunión del Consejo Federal de Seguridad, de la que participó, entre muchos otros, el gobernador del Chaco Jorge Capitanich. Aunque no se haya hecho público, en el cónclave se habló en detalle del caso del Escuadrón 1 de Roque Sáenz Peña.
Sin embargo, en todos estos meses brillaron por su ausencia declaraciones de Fernández (al igual que de su antecesora Sabina Frederic), de Capitanich u otro alto funcionario sobre el escándalo. Mucho menos del comandante general Andrés Severino, director nacional de la fuerza. Ni siquiera hubo una referencia a estos hechos en diciembre de 2021, cuando las autoridades de Gendarmería y del área de Seguridad de la gobernación provincial tomaron juramento a los nuevos jefes del Escuadro 1 en la propia sede de la fuerza federal.
Será que el modus operandi de los gendarmes de Sáenz Peña es tan común y extendido que cualquier referencia a él de parte de las máximas autoridades puede resultar inconveniente y, como en tantas otras áreas de gobierno, se termina imponiendo el viejo y conocido latiguillo “el silencio es salud”. Y si no es salud, que al menos evite más dolores de cabeza.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).