La inesperada alianza de toda la izquierda institucional francesa es una de las sorpresas de cara a las elecciones legislativas y ha suscitado cierto entusiasmo en la izquierda. Sin embargo, más que un frente contra la extrema derecha, el Nuevo Frente Popular (NFP) parece ante todo una máquina para rehabilitar al Partido Socialista.
Lunes 24 de junio 09:00
Tras la derrota en las elecciones europeas de principio de junio, Emmanuel Macron disolvió la Asamblea Nacional y llamó a elecciones legislativas. Lo hizo pensando que esto podría refortalecer su centro político ante la "amenaza de la extrema derecha", que había arrasado en las elecciones europeas. Sin embargo, en pocos días la relidad mostró una polarización política que arrastró a la derecha tradicional hacia la extrema derecha (no sin crisis) mientras que en el otro polo emergió el "Nuevo Frente Popular", que desde la centroizquierda del Partido Socialista, el Partido Comunista y los Verdes buscan posicionarse como la única opción contra la extrema derecha rehabilitando incluso al expresidente social liberal Francois Hollande. En este artículo explicamos qué es y adónde va el Nuevo Frente Popular.
Al anunciar la disolución de la Asamblea Nacional, Macron apostaba al carácter inmutable de las divisiones tradicionales de la "izquierda" y a su profundización en los últimos meses.
Siete meses después de la implosión de la Nueva Unión Popular, Ecológica y Social (NUPES) [1], el regreso de la "unidad" y su validación, por parte de Olivier Faure, Raphaël Glucksmann y Mélenchon, era algo que parecía dificil pero no imposible. Desde octubre, los dos primeros habían participado activamente en la ofensiva emprendida por el régimen contra el apoyo a Palestina, en particular, multiplicando las querellas por supuesto "antisemitismo" contra la corriente de Mélenchon, La France Insoumise (LFI). Mélenchon, por su parte, seguía denunciando en plena campaña electoral europea, llevada adelante en filas separadas, las "calumnias" del PS en una entrada de su blog antes de llamar a la "confrontación" con el partido de la rosa.
Sin embargo, bastaron unos pocos días para que toda la izquierda institucional se reuniera en torno a una mesa para formar una nueva coalición electoral. Esta coalición, cuya denominación remite al experimento del "Frente Popular" de mayo-junio de 1936, no debe su nombre al azar. En el imaginario colectivo, el término remite a algunas de las mayores victorias obtenidas frente a las clases dominantes: reconocimiento de los derechos sindicales, aumento de salarios, vacaciones pagas y semana laboral de 40 horas. Ante el riesgo de que la extrema derecha de la Agrupación Nacional de Le Pen [RN por sus siglas en francés, NdT] y un gobierno de su candidato Jordan Bardella lleguen al poder, el entusiasmo generado por esta nueva coalición es comprensible. Sin embargo, creemos que dicha coalición electoral no puede constituir, ni táctica ni estratégicamente, una verdadera respuesta a Macron y al fortalecimiento del polo de extrema derecha.
¿El Nuevo Frente Popular o cómo reeditar la NUPES contra RN, el partido de Marine Le Pen?
Las caras de alegría de los principales artífices de la "unión" al cerrar el acuerdo esconden mal el hecho de que en la génesis del Nuevo Frente Popular hay una batalla fratricida que ahora se reconoce públicamente. Las disputas internas que dieron origen a la explosión de la NUPES se reproducen, esta vez, principalmente entre dos polos que luchan por la hegemonía en la izquierda. Por un lado, Mélenchon defiende una izquierda que quiere "romper con el pasado", con una estrategia que oscila entre una línea populista y la "unidad de la izquierda", pero asumiendo también elementos de oposición al régimen en temas como Palestina, la islamofobia y la violencia policial. Por otro, el ala liderada por el Partido Socialista, que incluye a EELV (los Verdes NdeR), al Partido Comunista Francés (PCF) y a sectores disidentes de LFI, entre ellos Ruffin, pretende rehabilitar una nueva línea "socialdemócrata", dispuesta a más compromisos con el régimen y que aboga por el "regreso a la calma".
Detrás de las "purgas" y otras maniobras de los últimos días, se ha acelerado la batalla de los aparatos entre dos orientaciones a priori divergentes en el seno de la alianza, en un contexto de reequilibrio de la relación de fuerzas interna con respecto a 2022 y al contexto de la formación de la NUPES. ¿Cómo explicar entonces el regreso de una alianza electoral sobre las mismas bases que la NUPES, siete meses después de una implosión que (pensábamos) había demostrado el carácter irreconciliable de las dos posiciones? La respuesta oficial de las distintas organizaciones consiste en invocar la urgencia del "periodo" y la necesidad, ante la posibilidad de que Agrupación Nacional (RN) entre en el gobierno, de "tirar los rencores al río" (Mélenchon) o de unirse "porque la situación es grave" (Hollande).
Evidentemente, la verdadera razón de esta nueva coalición es la misma que llevó a la creación de la NUPES, y que se confirmó en las elecciones legislativas de 2022: la "unidad de la izquierda" maximiza las posibilidades de victoria y de obtención de bancas de diputados para cada una de las fuerzas políticas. En este contexto, el PS, cuyos "buenos resultados" en las elecciones europeas se vieron un tanto ensombrecidos por la disolución de la Asamblea Nacional, pretende hacer valer su nuevo peso en la relación de fuerzas de la izquierda, como informa L’Express con respecto a las negociaciones que precedieron al acuerdo. Mélenchon, por su parte, tras dudar durante un tiempo en adherir a la alianza electoral, se ha subido al carro, ante el riesgo y el costo político de ir en soledad. El líder de los Insumisos, que durante un tiempo estuvo tentado de presentarse como candidato presidencial "anticipado" el 9 de junio para restar fuerza a sus rivales, ha tenido que cambiar de opinión. La presión en favor de la unidad de las bases, pero también el refuerzo de las disidencias internas y la tentación de fortalecer su grupo en el Parlamento para impedir que surja cualquier competidor con vistas a las elecciones presidenciales de 2027, han prevalecido.
En el trasfondo de la "lucha contra la extrema derecha", los intereses del aparato y las consideraciones tácticas de las distintas fuerzas, en un contexto de cálculos con vistas a las próximas elecciones presidenciales y a las futuras recomposiciones políticas, han regido la reconstitución de esta nueva versión de la "unidad de la izquierda". Los intentos de Olivier Faure de presentar el NFP como abierto a la "sociedad civil" no disimulan el hecho de que el PS, sobre todo, se ha preocupado por satisfacer a sus "muy codiciosas corrientes internas" en el reparto de circunscripciones, siguiendo el ejemplo de la candidatura de Hollande, decidida a espaldas de la Mesa Nacional por la dirección regional del departamento de Correze, pero validada a posteriori. Dentro de La France Insoumise, estas elecciones legislativas también sirven para revisar el equilibrio interno, como demuestra el desalojo de los diputados "frondeurs" (más contestatarios), en contra del compromiso de volver a nombrar a todos los diputados salientes. Digan lo que digan sus dirigentes, el NFP tiene un parecido asombroso con la NUPES, como reconoce Boris Vallaud, un peso pesado del PS. Al salir de un programa de televisión, habría susurrado a Clément Beaune [ministro de Transporte de Macron, NdT]: "Ustedes nos obligan a rehacer la NUPES".
Una NUPES 2.0 derechizada por el PS, que incluso rehabilita a François Hollande
Como una especie de NUPES 2.0, el "Nuevo Frente Popular" se diferencia del modelo anterior en que la influencia del Partido Socialista (PS) es mucho mayor, como demuestra el reparto de circunscripciones entre los diferentes componentes de la "unión". El Partido Socialista se beneficiará con 100 circunscripciones suplementarias con respecto a 2022, pasando de 70 a 175 candidatos, en detrimento de La France insoumise, que verá disminuir su número de circunscripciones de 360 a 229. Este reequilibrio general a favor de los socialistas se consiguió con fórceps durante las negociaciones, según informa Le Monde.
Otra prueba del giro a la derecha que se está produciendo en relación con la NUPES son los "acuerdos" que empujan a la coalición cada vez más a la derecha. Carole Delga, la presidenta del Consejo Regional de Occitania, que en octubre pasado llamaba a prohibir las manifestaciones en solidaridad con Palestina, ha apoyado públicamente la unidad, mientras que Aurélien Rousseau, ministro de Emmanuel Macron y artífice de las reformas de las pensiones, se ha dedicado directamente a esta unidad en los Yvelines. El símbolo más fuerte sigue siendo, por supuesto, François Hollande, expresidente de la República, un verdadero maestro de las políticas antisociales y antipopulares, responsable, entre otras cosas, de la ley del Trabajo, la ley Cazeneuve y la licencia para matar otorgada a la policía, la prohibición de las manifestaciones de Palestina en 2014, etcétera.
Para quienes aún tienen dudas sobre la naturaleza de la alianza, la candidatura del exjefe de Estado debería aportar algunas aclaraciones. Bajo la apariencia de un "bloqueo contra la extrema derecha", el NFP invierte ni más ni menos que en uno de los más fieles servidores de la burguesía francesa de las últimas décadas, y permite el regreso del ala "social-liberal" del régimen que, durante más de 40 años, traicionó a las clases trabajadoras y allanó el camino a la extrema derecha del FN/RN.
Es otro salto en la rehabilitación del Partido Socialista, pero no hay que olvidar que se le debe mucho a Jean-Luc Mélenchon, cuyo intento de hegemonizar la izquierda con la NUPES fracasó indiscutidamente. Dos años después de la formación de la alianza para las legislativas de 2022, la apuesta electoral de Mélenchon no solo insufló nueva vida a un PS casi con muerte cerebral tras el 1,7% que había sacado su candidata Hidalgo en las presidenciales de 2017, sino que posicionó a marcar las pautas de la "alianza" a quienes habían traicionado sistemáticamente a las clases populares cuando estaban en el poder.
La emergencia del NFP socava así la apuesta a la que se jugaban quienes estaban cerca de Mélenchon en caso de disolución. Un directivo de LFI, citado por Juan Chingo y Claude Piperno en un artículo publicado a finales de 2023, afirmaba que, en caso de disolución, "Faure y compañía se verían obligados a volver a la alianza electoral con Mélenchon". En aquel momento, LFI esperaba repetir el escenario de 1997, que había permitido a la Gauche plurielle (izquierda plural) de Lionel Jospin ocupar la residencia Matignon (lugar donde vive el primer ministro, NdeT) durante la presidencia de Chirac, suponiendo que esta vez sería Mélenchon quien sería nombrado primer ministro. En los últimos días, el tono de los debates sobre un futuro primer ministro ha demostrado que este escenario es ahora más que improbable, y el apoyo final de Mélenchon a la candidatura de François Hollande no oculta el hecho de que el "Nuevo Frente Popular" señala el fracaso de LFI para imponer su hegemonía en la izquierda, y abre el camino a la regeneración del PS, uno de los pilares del régimen de la V República.
Frente Popular, "izquierda plural" y programa
Lejos de ser "inédito", como pretende Oliver Faure, el NFP sigue los pasos de las distintas "uniones" de la izquierda que le han precedido en la historia: desde el Frente Popular de 1936-38, pasando por la Unión de la Izquierda de 1972-77, reactivada por Mitterrand en 1981, hasta la Izquierda Plural de 1997-2002, cada vez con coordenadas políticas diferentes. La pretensión de emparentarse con el "Frente Popular" de 1936 pretende reavivar el mito de un gobierno de izquierda que obtuvo importantes victorias sociales. Una narrativa que oculta la verdadera historia del Frente Popular. En los años 30, un profundo impulso popular, encarnado en la huelga general del 12 de febrero de 1934, cuando millones de trabajadores se movilizaron tras un motín fascista, obligó al Partido Comunista y a la SFIO a actuar unidos.
Posteriormente, a pedido de la burocracia soviética, las direcciones de estas organizaciones, y en particular la del PCF, formaron una alianza con el Partido Radical, pilar de la III República, con el fin de canalizar el impulso de los trabajadores y del pueblo. Tras ser elegido en mayo de 1936, el gobierno de izquierda fue incapaz de impedir el estallido de grandes huelgas que darían paso a una situación "cuasi revolucionaria", como diría más tarde Léon Blum. En este contexto, el gobierno intenta frenar el movimiento aprobando urgentemente, con el apoyo de la patronal, una nueva serie de leyes sobre las vacaciones pagas y la semana laboral de 40 horas. Lejos de ser el resultado de una coalición electoral, la historia de las "conquistas del Frente Popular" es la de la canalización institucional de un poderoso movimiento de masas, al servicio de la interrupción de una dinámica revolucionaria.
El "Nuevo Frente Popular" se produce en una situación diferente, y, con la resurrección del Partido Socialista, se relaciona con la preparación de una solución de recambio para el régimen. Frente a la crisis estructural del bloque burgués, sectores profundamente integrados en el régimen como el expresidente Hollande esperan (re)ponerse a la cabeza de una izquierda gobernante o, como mínimo, de una oposición de "izquierda". El "NFP" parece más bien un retorno a la Gauche plurielle de Jospin (1997-2002), cuya serie de traiciones preparó el camino para que Jean-Marie le Pen llegara a la segunda vuelta en 2002. Aunque bastante improbable, un gobierno del NFP basado en una alianza variopinta, en cohabitación con Macron, y bajo la presión de un contexto internacional de retorno a la austeridad y a una carrera armamentística, podría conducir a políticas aún más reaccionarias, y producir los mismos efectos.
Por sí solo, el programa del "Nuevo Frente Popular", que sirve ante todo de garantía para el acuerdo entre apparatchiks, no dice mucho sobre lo que podría hacer un gobierno así. Por otra parte, varios factores apuntan a la creciente influencia del ala derecha de la izquierda institucional. En primer lugar, aunque el programa del NFP coincide en líneas generales con el programa de la NUPES, da varios pasos importantes hacia atrás. En cuanto a la reforma de las pensiones, el acuerdo se reduce al mínimo común denominador: la derogación de la reforma actual y el "objetivo común" de la jubilación a los 60 años, lo que permite diferentes interpretaciones de la medida [2]. En conjunto, vemos que el programa de la NUPES se ha desbaratado por la presión del PS y EELV: de las 500 medidas retiradas (el programa baja de unas 650 a 150), la mayoría son las que el PS y EELV no querían en 2022.
En materia de despidos, por ejemplo, el programa de la NUPES proponía "conceder a los comités de empresa un derecho de veto suspensivo sobre los planes de despido", pero explicaba a continuación que "el Partido Socialista y Europa Ecología-Los Verdes no apoyarán el derecho de veto suspensivo de los comités de empresa sobre los planes de despido". Así pues, dos años después, el "programa para el cambio" del NFP ya no contiene ninguna medida contra los despidos. Lo mismo ocurre con "la socialización de algunos bancos" o la posibilidad de crear una "comisión de investigación sobre la violencia policial", ya que el término "violencia policial" ha desaparecido del programa. También han desaparecido la sexta semana de vacaciones pagas, las escasas nacionalizaciones propuestas por la NUPES en 2022 (algunos aeropuertos, las autopistas y La Française des Jeux) o el "retiro de la ley El-Khomri".
La hoy candente cuestión de los salarios es sintomática de la lógica que guía el programa del "Nuevo Frente Popular". Defiende la indexación de los salarios por inflación, el aumento del punto de indexación para los funcionarios y un salario mínimo neto de 1.600 euros (superior a los 1.500 euros de la NUPES). Estas reivindicaciones son similares a las de los sindicatos, pero, a la luz de la inflación de los dos últimos años, siguen siendo más bien mínimas y, sobre todo, no van acompañadas de ninguna propuesta relativa a los salarios en general de los trabajadores del sector privado [3]. Sin embargo, en el frente internacional, que está en el centro de los debates, el programa es más preocupante. En general, la línea parece estar influida por la orientación militarista y pro-OTAN del Partido Socialista. Bajo el título "La urgencia de la paz", el programa pide "la defensa inquebrantable de la soberanía y la libertad del pueblo ucraniano, así como la integridad de sus fronteras", "mediante la entrega de las armas necesarias". En una cuestión tan importante como la guerra de Ucrania, que es la palanca de una carrera armamentística y de tendencias ultrarreaccionarias en Europa, el programa del NFP es totalmente compatible con una escalada militarista. Desde este punto de vista, la negativa de LFI a tomar posición acerca del envío de Mirage 2000 a Ucrania es reveladora y preocupante.
Detrás de las promesas de "ruptura" anunciadas por sus cofirmantes, este programa, más aún que el de la NUPES, parece infinitamente más moderado que el de la Unión de la Izquierda en 1981. Sin embargo, sabemos cómo acabó el experimento de Mitterrand y la profunda desilusión que provocó entre las clases trabajadoras, por la que todavía estamos pagando el precio. Neokeynesiano hasta el punto de que Alternatives Economiques lo sitúa en la continuidad del programa de Joe Biden, el programa del NFP puede a veces ofender la doxa neoliberal, como lo ilustra la voluntad de "restablecer el impuesto a las grandes fortunas" o de instaurar una "congelación de los precios", pero no tiene la menor intención de cuestionar el poder patronal y, menos aún, de meterse con la propiedad privada, por no hablar de cuestionar el sistema capitalista. Así lo ilustran una vez más estos últimos días la batalla sobre el cálculo del programa, que el Partido Socialista evalúa ahora en 106.000 millones de euros, y los debates sobre las futuras obligaciones para equilibrar el presupuesto, que, en el contexto de la actual desaceleración económica, presagian ya futuras renuncias.
La urgente necesidad de una alternativa para combatir a la extrema derecha y desafiar su influencia en nuestra clase
El destino de la NUPES, fracturada en pocas semanas en un contexto de polarización política a escala internacional y bajo el peso de profundas divergencias sobre cuestiones esenciales como la OTAN y la Unión Europea, nos permite vislumbrar lo que ocurrirá con el programa del "Nuevo Frente Popular" una vez pasadas estas elecciones. Es incluso el escenario más probable si tenemos en cuenta las políticas del PS, EELV (Verdes) y el PCF, que han demostrado constantemente su profunda integración con el régimen cada vez que este se ha sentido amenazado: por los jóvenes, cuando se manifestaban contra la violencia policial, por los barrios, al denunciar "la importación del conflicto palestino-israelí", etcétera.
Por todas estas razones, al tiempo que compartimos los temores de quienes se niegan a mirar pasivamente el ascenso de la extrema derecha y a avalar la peligrosa apuesta de Emmanuel Macron, creemos que la solución no pasa por la alianza electoral que se ha cerrado en los últimos días. Como señala Paul Morao, el NFP es lo contrario de cualquier perspectiva de que las masas populares irrumpan en el campo de la lucha de clases: es más bien "una gigantesca máquina de neutralizar la perspectiva de que los explotados y oprimidos ocupen el centro de la escena, en nombre de compromisos y acomodos con quienes encarnan exactamente lo contrario de la lucha contra la extrema derecha".
En momentos en que se organizan manifestaciones contra el auge de la extrema derecha, la legítima aspiración de nuestra clase a oponerse al RN no debe explotarse al servicio de los intereses del aparato, que fortalecerá al Partido Socialista, cuyas sucesivas traiciones durante los últimos cuarenta años favorecieron el crecimiento de la extrema derecha. En este contexto, Révolution Permanente participa en las movilizaciones convocadas en particular por la Intersindical para defender la necesidad de una respuesta desde abajo, en la calle, en los centros de trabajo, en los lugares de estudio, para contrarrestar a la extrema derecha y las políticas antisociales y reaccionarias, en torno a un programa anticapitalista.
Solo un auténtico movimiento de conjunto, que busque aprovechar las profundas tendencias hacia la unidad de clase que se expresaron en particular durante la reforma de las pensiones, podría hacer posible la construcción de una verdadera lucha contra la extrema derecha y contra su continuo arraigo en sectores de nuestra clase. Esto no será posible si hacemos la vista gorda ante el historial de aquellos que se proclaman "socialdemócratas" y que tienen una responsabilidad aplastante en el auge de las ideas de extrema derecha, que capitaliza sobre las traiciones de estos socialdemócratas a las aspiraciones de los trabajadores y el pueblo durante décadas.
Este artículo fue publicado originalmente en Revolution Permanente, parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.
[1] La NUPES se formó en 2022 tras la muy buena performance electoral de Jean Luc Mélenchon, de La Francia Insumisa, en las elecciones presidenciales de ese año. Buscando mantener y ampliar ese caudal electoral en las elecciones legislativas que le siguieron el NUPES se formó entre La Francia Insumisa, el Partido Socialista, el Partido Comunista y los verdes. Esta coalición entró en profunda crisis a fines de 2023 en torno a las distintas opiniones de sus integrantes sobre genocidio de Israel el Gaza
[2] "Dependerá de las finanzas públicas", dice Olivier Faure. "Tenemos visiones diferentes de lo que eso significa", añade Yannick Jadot, en declaraciones recogidas por Les Echos, lo que deja un amplio margen a las diferencias de aplicación.
[3] Como en el programa de la NUPES, el programa del NFP propone también la idea de una gran conferencia sobre el empleo, los salarios y las cualificaciones, como hubo durante el gobierno de Hollande con el ANI (Accord National Interprofessionnel-Acuerdo Nacional Interprofesional), que permitió acompañar una serie de contrarreformas.