Somalia como muchos de los países del África subsahariana, es noticia cuando pasa algo que impacte y afecte a los intereses de las grandes potencias mundiales, como lo que pasó la semana pasada, el grupo yihadista Al-Shabab atacó un convoy de la Unión Africana.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Miércoles 31 de mayo de 2023 14:58
Somalia está ubicada en el cuerno de África, una región estratégica para comercio mundial, más del 85% de su población es étnicamente somalí, lo que lo vuelve uno de los países étnicamente más homogéneos del continente y es el país con la mayor línea de costa del África continental, pero sus hermosas playas permanecen mayormente vacías por ser base de operaciones para piratas y traficantes. Sus 17 millones de habitantes atraviesan una crisis profunda desde hace 40 años que combina la guerra civil, la crisis económica, el desarrollo de grupos islámicos radicalizados, la peor sequía de los últimos años, y la intervención de potencias extranjeras. A esto se le suma que el gobierno no es capaz de proveer de servicios básicos a su población, comete sistemáticas violaciones a los derechos humanos y reprime a la prensa, además no tener un control efectivo más allá de la capital, Mogadiscio.
En 1991 Somalía inició una guerra civil tribal cuyas repercusiones se extienden hasta la actualidad, a los millones de víctimas y refugiados del conflicto, se agregó una hambruna que entre 1992 y 1993 provocó entre 300.000 y un millón de muertos. La fragmentación territorial - expresada en la autoproclamación de Somaliland y Puntland al norte bajo el control de grandes clanes- y la profundización de la crisis económica fueron el caldo perfecto para el nacimiento de Al Shabab, un grupo con estrechos vínculos con Al Qaeda y que confluye con la gran mayoría de la población musulmana y planteando las ideas de la construcción de una Gran Somalía bajo un gobierno islámico.
Es un país fundamental en la geopolítica regional, su larga guerra civil -que con intermitencias sigue vigente desde 1991- y la relación con los conflictos de Etiopía y Eritrea donde habitan mayorías somalíes en algunos territorios, la convirtió en una Meca de los traficantes de armas y los mercenarios, que son financiados por potencias regionales y globales como Qatar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Estados Unidos, Turquía y Rusia que pretenden apropiarse por la violencia de los recursos locales, en colaboración con líderes tribales somalíes en perpetua guerra civil. El ataque de Al-Shabab no es el primer enfrentamiento entre las tribus somalíes influidas por el radicalismo Islámico y los ocupantes extranjeros, en 1993 las bandas armadas que controlaban Mogadiscio expulsaron a los marines norteamericanos de la ciudad, que habían cometido numerosas masacres en misiones supuestamente anti terroristas en nombre del humanitarismo, en un enfrentamiento brutal que quedó inmortalizado en la película La Caída del Halcón Negro.
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Desde la retirada en 1993 Estados Unidos mantuvo distancia de Somalia. Pero eso fue cambiando a partir de los 2000, tras el cambio de paradigma geopolítico y el inicio de la llamada guerra contra el terrorismo, en función de la cual Washington proporcionó cientos de millones de dólares al gobierno federal somalí durante décadas, además de armas y asistencia técnico militar. En el 2019 Estados Unidos volvió a abrir su embajada en Somalia para apoyar al gobierno central en la lucha contra Al Shabab. Aunque Donald Trump retiró las tropas estadounidenses de Somalia, aumentó los ataques aéreos. En mayo de 2022, la administración de Biden decidió revertir la retirada de Trump y reintrodujo las fuerzas estadounidenses en Somalia . Al mismo tiempo Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Turquía hacen su aporte introduciendo armas, prestando servicios militares y proveyendo insumos para la guerra, generando competencia interna en el gobierno para hacer uso de ellos, lo que podría generar alteraciones y nuevas conflictividades.
Actualmente, al menos 6,7 millones de somalíes, casi la mitad de los 17,1 millones de los habitantes, se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria, y se espera que 300.000 sufran una nueva hambruna esta primavera. Más de medio millón de niños somalíes sufren desnutrición severa,173.000 más que durante la hambruna de 2011. Más de un millón de somalíes, que han sido desplazados internamente debido a la falta de alimentos y agua, buscan reubicarse en áreas donde puedan acceder a suministros humanitarios internacionales. La tensión provocada por el conflicto entre el gobierno central y las provincias, la intervención de potencias regionales y globales, la radicalización de grupos islámicos que operan a escala regional y controlan territorios en el sur del país y la sequía más grande de la que se tenga registro, a lo que se suman el aumento de los precios de los alimentos (primero por la pandemia de covid 19 y ahora por la guerra en Ucrania), pueden provocar una crisis humanitaria de las mismas dimensiones que la producida 30 años más tarde.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.