La trata con fines de explotación sexual persiste en Europa, sociedad capitalista y patriarcal. Las calles, clubs y pisos del Estado Español se llenan de mujeres inmigrantes, muchas de ellas menores, obligadas a prostituirse.
Jueves 23 de julio de 2015
La trata existe también en el Estado español. La coacción y el maltrato físico son métodos comunes para controlar a estas mujeres.
Sin embargo, hay quien no reconoce esta realidad o se escuda en estadísticas que indican que la trata es minoritaria. Estadísticas realizadas desde las Naciones Unidas o las secciones policiales “especializadas” en la trata. La primera, una institución imperialista que tiene denuncias contra sus tropas por abusos sexuales durante las misiones de los Cascos Azules la segunda, una sección vinculada a Extranjería y el Ministerio del Interior del Estado español.
Aun así, con los propios datos de estas agencias se puede llegar a la conclusión de que la trata es una realidad social importante en el Estado español.
Según el informe de la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito), Trata de personas hacia Europa con fines de explotación sexual de 2010, se estimaban unas 70.000 nuevas víctimas en toda Europa. La mayoría procedían de la región de los Balcanes y de la ex Unión Soviética, hacia Europa occidental y central. También encontramos mujeres procedentes de América Latina, sobre todo de Brasil y Paraguay, y África. En casi la totalidad de casos, la trata procede de las zonas más pobres de sus respectivos países.
Frecuentemente los traficantes violan a las mujeres, iniciando así un ciclo de maltrato y degradación. Incluso, algunas son drogadas para impedir que huyan. En muchas ocasiones, se obliga a las mujeres trasladadas a Europa a reembolsar grandes cantidades de dinero a los traficantes.
Solo 1 de cada 20 son identificadas como víctimas de trata
Según la OIT, en 2005 había como mínimo 279.000 personas víctimas de la trata para todos los fines –explotación sexual, laboral y mendicidad- en Europa y América del Norte. Según la UNODC (2010), en 2006 había un total de 7300 víctimas identificadas en Europa occidental y central. Considerando que se identifica alrededor de una de cada 20 víctimas de la trata, su número en Europa ascendería a 140.000 aproximadamente.
A su vez, se estima que una de cada siete personas en situación de prostitución en Europa es víctima de la trata.
En 2014 la ONU estimaba que del total de trata en Europa, un 66% era con fines de explotación sexual.
Otro informe, este de la Fiscalía General del Estado, Diligencias de Seguimiento de la Trata de Seres Humanos en España en el año 2013, distingue a las víctimas de trata en tres categorías a la hora de elaborar sus estadísticas y proporcionar ayudas.
La primera corresponde a “víctimas identificadas”, que según el Fiscal de turno tienen suficientes signos de trata –según criterio de las Naciones Unidas y el Anexo II del Protocolo Marco Español de Protección de Víctimas de Trata de Seres Humanos.
La segunda, las “víctimas en situación de riesgo” que tienen algún signo aislado de trata “si son de un Estado que no pertenece a la Unión Europea y están en el Estado español en situación de irregularidad, habitan en el mismo lugar donde ejercen su trabajo o actividad (prostitución acuartelada) o, cuando tuvieran una edad inferior a los 21 años”. Es decir, que una mujer africana que, por ejemplo, sea explotada en un lugar distinto al que vive o sea mayor de 21 años, no se considera en situación de riesgo, lo que conlleva a dejar a muchas mujeres en situación de trata sin ningún tipo de acceso a las medidas de ayuda estatal para salir de esta situación.
Por último, las “víctimas potenciales” que son prostituidas bajo el llamado “proxenetismo consentido”.
Entre las tres categorías, en 2013 había un total de 1548 víctimas de trata con fines de explotación sexual. El mayor problema de estas cifras es que en esas categorías solo entran aquellas mujeres que concuerdan con los criterios policiales.
La mayoría de las denuncias o investigaciones a redes de trata se producen después de inspecciones en las calles, locales, clubs o pisos, y pocas veces por denuncias directas de las mujeres. Esto se relaciona con el miedo y la coacción, por el que la mayoría de mujeres en situación de trata, que son explotadas sexualmente, no denuncia o incluso no reconoce estar en esa situación por temor a represalias.
Las redes de trata, nacionales e internacionales, deben ser desmanteladas. Pero para ello, hay que acabar con las condiciones socio-económicas que llevan a millones de mujeres en el mundo a encontrarse en una situación de prostitución: unas condiciones que genera el sistema capitalista en alianza con el patriarcado, explotando y oprimiendo a la mayoría de las mujeres, las mujeres trabajadoras. No considerar la trata y la prostitución en el marco del capitalismo y el patriarcado, es tener una visión parcial de la situación.
Ni la ONU, ni las instituciones que dependen del Estado capitalista, ni organismos como la Red de Organizaciones Cristianas contra el Tráfico de Seres Humanos o la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española –que quieren arrebatar a las mujeres sus derechos más básicos, como el derecho al aborto, e imponer sus doctrinas religiosas que oprimen sexualmente a las mujeres- pueden conseguirlo. Solo una comisión realmente independiente del Estado y de los intereses de la Iglesia podrá realizar investigaciones y llevar a cabo medidas para acabar con la trata. Y esto no será posible sin un movimiento fuerte de trabajadoras, jóvenes, estudiantes, precarias, inmigrantes, LGTBI, que, junto al conjunto de la clase obrera golpee al capitalismo con un solo puño para derribar a este podrido sistema capitalista.