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Red Internacional
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TEORÍA DE LA REVOLUCIÓN. Revolución Rusa de 1917: el debate sobre la unidad obrero-campesina

Las respuestas a las reivindicaciones del campesinado y la configuración de una alianza entre los obreros y los campesinos pobres y medianos figuran entre las cuestiones estratégicas y tácticas más complejas que la revolución rusa tuvo que enfrentar…

Martes 19 de septiembre de 2017 01:49

Esta es la segunda entrega de la traducción del articulo La revolución de 1917 frente a la “cuestión campesina”. Artículo publicado en la revista “L’Anticapitaliste”, No.87, mayo 2017 y en Révolution Permanente, diario digital francés integrante de la red internacional La izquierda Diario.

Acá puedes ver la primera entrega: La revolución de 1917 frente a la “cuestión campesina”

El delicado álgebra de la "dictadura" revolucionaria

Mientras que en 1905 los trabajadores y campesinos, ciudad y campo, no habían logrado construir vínculos genuinos, la revolución de febrero de 1917 en el contexto de una guerra y de una autocracia injuriada, hizo por el contrario la demostración de que su unidad es decisiva. Esto crea entonces una segunda oleada de debates estratégicos, durante los cuales, sobre la base de una caracterización actualizada de la naturaleza y las perspectivas de la revolución de febrero, Lenin y Trotsky en particular van a converger después de todo un período de desacuerdos.

Recordemos la oposición "clásica" entre estos últimos durante y después de 1905. Lenin mantenía la idea de que la próxima revolución sería una revolución democrática burguesa "por el contenido económico y social de la transformación que ella opera" ("La cuestión agraria y las fuerzas de la revolución", abril de 1907), ya sea el reparto igualitario de la tierra o la conquista de la libertad política.

En la medida en que la burguesía, no obstante, fuera incapaz de dirigir dicha revolución burguesa, ya que "la victoria total de la revolución sería una amenaza para la burguesía", eso implicaba la necesidad de una "dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado", fórmula algebraica que él adelantaba en el verano de 1905 en Dos tácticas de la socialdemocracia.

Trotsky, por su parte, adelantaba desde Resultados y perspectivas (1906) una primera versión de la teoría de la revolución permanente, afirmando que "La burguesía rusa cede todas las posiciones revolucionarias al proletariado. Tendrá que ceder también la hegemonía revolucionaria sobre los campesinos. En esta situación en la que el poder pasa al proletariado, al campesinado no le quedará otra solución que adherirse al régimen de democracia obrera".

En cuanto a la dictadura del proletariado y del campesinado defendida por Lenin, él considera que "la cuestión no es si consideramos que tal forma de cooperación política es admisible en principio ‘si lo deseamos o no lo deseamos’. Simplemente pensamos que es impracticable, al menos en un sentido directo e inmediato. De hecho, tal coalición presupone que, o bien, que uno de los partidos burgueses existentes tiene al campesinado bajo su influencia, o bien, que el campesinado ha creado un poderoso partido independiente; pero nos hemos esforzado precisamente en demostrar que ni una ni otra de estas contingencias es realizable."

Pero en todo caso, ellos estaban de acuerdo en la centralidad de esta cuestión. Por lo demás, el programa agrario del Partido Obrero de los Trabajadores Socialdemócratas de Rusia de finales de 1907, representativo del período “entre dos revoluciones”, ¿era muy claro a este respecto y su conclusión estaba formulada?: "La cuestión agraria constituye la base de la revolución burguesa en Rusia y condiciona la peculiaridad nacional.

El punto esencial de esta cuestión es la lucha del campesinado por la abolición de la propiedad señorial y los vestigios de la servidumbre en el régimen de Rusia y, por consiguiente, de todas las instituciones sociales y políticas ". Por supuesto, esta orientación puso de inmediato el dedo en una segunda pregunta neurálgica, que no era la misma, pero que permanecía inseparable: la del carácter de la revolución que vendría en Rusia -¿democrática burguesa o socialista proletaria?- y la del poder revolucionario asociado- la dictadura obrera y campesina o la dictadura de un proletariado capaz de formular una política hegemónica hacia el conjunto de los trabajadores y los campesinos pobres.

También estaban de acuerdo en el hecho de que la burguesía no querría ni sería capaz de llevar a cabo la revolución burguesa. En el plano estratégico; sin embargo, el primero permanecía inclinado a pensar en los pasos de Marx y Engels, mientras que Trotsky, basándose en la experiencia de 1905 y en una caracterización más definida de los límites políticos del campesinado, anticipó la posibilidad del transcrecimiento de la revolución burguesa en una revolución proletaria bajo la hegemonía obrera.

Es la primavera de 1917 la que fue a acelerar la decantación de este debate, obligándonos a pasar, sin ninguna garantía de ningún tipo y en el calor de la acción, de un álgebra ya delicado a una aritmética que lo sería aún más.

1917 o cuando el “mujik” y el “metalúrgico” perturban todos los planes

Las cinco jornadas de febrero revelan a partir del tercer día que el destino de la insurrección va a depender del ejército, es decir, en su aplastante mayoría, de los campesinos uniformados como Trotsky recuerda en la primera parte de su Historia… El vuelco definitivo de la mayoría de las unidades de soldados y de la guarnición de Petrogrado; la confraternización del mujik en uniforme, pequeño -agricultor arrancado a la fuerza de su tierra y su pueblo y el obrero metalúrgico radicalizado sellará el destino final del estado zarista. No es sólo en las ciudades, sino también en el campo, que la caída de la autocracia abre una era de esperanza sin precedentes.

Sin embargo, el gobierno provisional, que continuará la guerra y le subordinará a ella todo lo demás, primero bajo la dominación liberal burguesa de los cadetes, luego bajo la primera coalición que incluye a los mencheviques y SR, va a defraudar gradualmente las expectativas no sólo obreras, difiriendo sin cesar las reformas largamente esperadas sobre la jornada de trabajo, los salarios, el aprovisionamiento, y por supuesto la paz; sino también las campesinas, protegiendo activamente la conservación de la gran propiedad y el poder de los terratenientes.

El resentimiento se aviva y el verano de 1917 ve las campiñas incendiarse, los campesinos reanudan, en una escala sin precedentes, su tradición de revueltas que se remonta al menos al siglo XVIII y pasando a la acción sin esperar a que se les dé el derecho.

En el plano estratégico, Lenin, en sus Tesis de abril, dio varios golpes con una sola pedrada. Redefiniendo contra los viejos bolcheviques el carácter de la revolución, consideró necesario preferir a la repetición de viejas fórmulas, el análisis concreto de una situación concreta, caracterizada por el hecho de que la dictadura democrática ya está parcialmente realizada.

No se contenta con condenar al gobierno provisional y exige "todo el poder para los soviets", afirma que la dualidad del poder refleja una situación de "transición" entre la etapa burguesa y la segunda etapa por venir, debiendo "poner el poder en manos del proletariado y de los estratos pobres del campesinado", convergiendo desde entonces con los puntos de vista anteriores de Trotsky.

En cuanto al programa agrario, señaló que su "centro de gravedad" debe ser constituido por los soviets de los diputados de los asalariados agrícolas, debiendo hacerse cargo de la "nacionalización de toda la tierra del país".

Acá puedes encontrar las tercera y cuarta entregas.

Traducido por Estefanía Santamaría