“Los no vacunados, quiero joderles”, afirmó Macron este martes en declaraciones al Parisien antes de poner en duda la “ciudadanía” de los no-vacunados. Con sus despectivas declaraciones, el jefe del ejecutivo asume e intensifica su guerra contra los no vacunados para ocultar mejor los catastróficos resultados de su gestión pro-empresarial.
Miércoles 5 de enero de 2022 13:33
Foto: Vista de la Asamblea Nacional francesa durante el debate sobre el pasaporte de vacunación iniciado el pasado lunes. EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON
Desde el lunes, el proyecto de ley “para reforzar las herramientas de gestión de la crisis sanitaria” que prevé la instauración de un pasaporte de vacunas que prohíba a los no vacunados o a quienes no hayan tomado la dosis de refuerzo a numerosos lugares está siendo discutida en la Asamblea Nacional. Además de locales de ocio y restaurantes, se prevé impedir a los no vacunados el acceso a centros comerciales, además el proyecto de ley plantea aumentar las sanciones en caso de falsificaciones, amenazando con penas de prisión de cinco años. En línea con el pase sanitario, se trata de un paso más en la gestión autoritaria de la crisis por parte del gobierno y en la estigmatización de los no vacunados.
Esta es la lógica que Macron asumió plenamente en una entrevista con siete lectores de Le Parisien y Aujourd’hui en France publicada el martes. "Es una minoría muy pequeña la que se resiste. ¿Cómo reducimos ésta? Lo reducimos, siento decirlo, así, jodiendo aún más. No estoy a favor de fastidiar a los franceses. Me quejo todo el día de la administración cuando los bloquea. Pero, a los no vacunados, sí que quiero joderles. Y así, vamos a seguir haciéndolo, hasta el final. Esa es la estrategia", explicó, mostrando el desprecio tan característico de su quinquenato.
Unas declaraciones polémicas pero que, lejos de ser un desliz, están bien pensadas. Para Macron, se trata de intensificar su estrategia de estigmatización de los no vacunados, heraldos del repunte pandémico. Una forma de dividir a la población a través de la frustración que pueden sufrir ciertos sectores, para enmascarar la responsabilidad fundamental del gobierno en la oleada actual y en los niveles de vacunación. En esta misma línea, se expresaba el portavoz del gobierno Gabriel Attal que afirmaba: “¿Quién le jode la vida a quién? (…) los que fastidian a los demás son quienes se oponen a la vacunación.”
En el marco de estas declaraciones que asumen la política encarnada de facto por el pasaporte de vacunas, Macron no ha dudado en subrayar: “Cuando mi libertad amenaza a la de los demás, me convierto en irresponsable. Un irresponsable deja de ser un ciudadano”. Ha explicado el presidente de la república, poniendo en duda la “ciudadanía” de las personas no vacunadas.
Alimentando desagradables posturas polémicas, como la tribuna del profesor Grimaldi que planteaba de forma poco ingenua: “¿Deben los no vacunados asumir su libre elección de no ser reanimados?”
Sin embargo, la jugada por parte de Macron es evidente. Tanto si se trata de la vacunación -sobre la que el Gobierno ha alimentado la desconfianza con sus mentiras y su gestión errática, abriendo el camino a la extrema derecha y a los antivacunas- como de la extensión masiva de la epidemia, asumida por el Gobierno para mantener la actividad económica a toda costa, la responsabilidad de Macron es abrumadora. Además, una vez más, estas declaraciones no hacen más que alimentar la desconfianza de todos aquellos que siguen dudando de la vacuna a pesar de la realidad ya innegable de su eficacia.
Frente a las declaraciones de Macron que busca dividir a la población y construir un escenario de guerra contra los no vacunados, es fundamental denunciar esta estigmatización y señalar lo que esconde. Frente al gobierno, hay que rechazar las medidas autoritarias como el pasaporte de vacunas y defender una estrategia sanitaria en manos de los trabajadores y la población, que busque convencer a los no vacunados, arrancando medidas de urgencia para hacer frente a la pandemia, e imponer protocolos a la altura para que nuestras vidas no valgan menos que sus beneficios.
* Publicado originalmente en Révolution Permanente.
Traducción: Roberto Bordón