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BRASIL ANÁLISIS POLÍTICO. Bolsonaro: antipetismo, reacción conservadora y descomposición capitalista

Vivimos tiempos de reacción. La mayor intención de votos de Bolsonaro en las encuestas no puede ser comprendida si no se percibe que estas elecciones de conjunto son la continuidad del golpe institucional que ocurrió en 2016, con una serie de operaciones manipulatorias.

Jueves 25 de octubre de 2018

Ilustración: Juan Chirioca

Ilustración: Juan Chirioca

Vivimos tiempos de reacción. La mayor intención de votos de Bolsonaro en las encuestas no puede ser comprendida si no se percibe que estas elecciones de conjunto fue la continuidad del golpe institucional que ocurrió en 2016, con una serie de operaciones manipulatorias, comenzando por el poder judicial, la aparición del Ejército en la vida política y las maniobras de los grandes medios. La última noticia fue el escándalo de financiamiento ilegal de campaña conocido como “caixa 2” de empresas para financiar grandes operaciones de fake news a través de WhatsApp a favor de Bolsonaro. Pero si las maniobras ayudaron a amplificar la reacción, no explican todo el fenómeno de la extrema derecha en el país.

La primera cuestión a señalar es que existe un fenómeno internacional en ese sentido, sin despreciar las particularidades nacionales: como definición, podemos decir que a nivel internacional, el fortalecimiento de formas políticas de extrema derecha tiene que ver con un conjunto de procesos económicos, políticos, sociales y culturales que tiene com una de las raíces la crisis económica iniciada en 2008 y que completa una década ahora. Para ser más específico, se trata de un proceso relacionado con “acciones y reacciones” al interior de esa crisis.

Si la candidatura de Bolsonaro es un ejemplo claro, en Brasil, de la reacción al interior de esta década de crisis económica internacional, la pregunta que se plantea es: ¿contra qué reaccionan y cuales son las bases materiales para esa reacción conservadora?

Los objetivos y la forma de alcanzarlos

El gran objetivo “oculto” para las masas en la reacción bolsonarista es la aplicación de un programa neoliberal, de ajustes, reformas, ataques a los derechos y privatizaciones. Pero ¿cuál será la forma de alcanzar ese objetivo? Responder a esta cuestión es comenzar a entender el significado de la reacción que ocurre en Brasil y la cara que tiene.
La primera tarea de reflexión, que parte de ligar los efectos internacinales de la crisis conlas particularidades de la realidad brasileña, es la de comprender el sentido más profundo de los objetivos del golpe institucional y, por consiguiente, de aberración de extrema derecha oriunda de él. Para esa reflexión, volvamos brevemente a Florestan Fernandes en su A revolução burguesa no Brasil (La revolución burguesa en Brasil). Analisandoel sentido dictadura militar en el país, el sociólogo brasileño hizo dos consideraciones que nos auxilian en la reflexión actual. Primero, dice Florestan:

Cuanto más se profundiza la transformación capitalista, más necesitan las naciones capitalistas centrales y hegemónicas de “socios sólidos” en la periferia dependiente y subdesarrollada –no solo de una burguesía articulada internamente en bases nacionales, sino de una burguesía bastante fuerte para saturar todas las funciones políticas autodefensivas y represivas de la dominación burguesa. Esa necesidad se hace aun más aguda bajo el imperialismo total, inherente al capitalismo monopolista, ya que después de la Segunda Guerra Mundial, al entrar en una era de lucha por la supervivencia contra los regímenes socialistas, dichas naciones pasaron a depender de las burguesías nacionales de las naciones capitalistas dependientes y subdesarrolladas para preservar o conservar el capitalismo en la periferia. (Florestan Fernandes, A revolução burguesa no Brasil, Editora Globo, 2006, p. 342).

Aquí está una primera diferencia importante con el contexto de 1964, del golpe militar. En aquel momento, la “amenaza comunista” era real, dada la existencia de la URSS y una serie de Estados obreros que, aun que burocratizados (alejados de una perspectiva comunista), ocupaban casi un tercio del globo. En aquel momento, aun que patrocinase a la dictadura, el imperialismo norteamericano dio cierto margen mínimo a los militares. En los gobiernos de Brasil, eso se combinó con un feroz ataque a las condiciones de trabajo, a los sindicatos y a las organizaciones de izquierda, pero desde un punto de vista de la estructura del país, la burguesía interna, junto al gobierno militar, conservó algún poder, especialmente en el gobierno de Geisel, con el mantenimiento de grandes empresas estatales comoparte del plan global de la dictadura.

En la actualidad, el golpe institucional en Brasil, en el contexto mundial de la crisis pos 2008, pero sin procesos de revolución social o Estados obreros fuertes, lleva a que el “plan Trump” sea de subordinación salvaje de los países de la periferia, como “patio trasero”, América Latina. En este sentido, al no lograr efectivizar el plan de privatizaciones agresivas (incluyendo la de Petrobras), ataques como la reforma previsional, además de un ajuste fiscal sofocante como los antiguos gobiernos del PT, y al fallar también en imponer un candidato de centro derecha que le diese una cara democràtica a esos duros ataques, la "solución" fue girar hacia Bolsonaro como respuesta posible a ese plan del capital.

Aquí podemos abordar un segundo aspecto de lo que señala Florestan Fernandes. Al hablar de la "revolución burguesa en Brasil" afirma que ésta combina "transformación capitalista y dominación burguesa" y explica:

Todavía esa combinación se procesa en condiciones económicas e histórico-sociales específicas, que excluyen cualquier posibilidad de "repetición de la historia" o de "desencadenamiento automático" de los prerrequisitos del referido modelo antidemocrático burgués. Al contrario, lo que se concretiza, aunque con intensidad variable, es una fuerte disociación pragmática entre desarrollo capitalista y democracia; o, utilizando una notación sociológica positiva: una fuerte asociación racional entre desarrollo capitalista y autocracia. (Florestan Fernandes, ídem, p. 340).

Eso significa que es parte de la vocación de las élites en los países de capitalismo dependiente buscar las transformaciones capitalistas disociándose de las ideologías liberales y de la democracia burguesa, recorriendo a una solución autoritaria. En 1974, cuando Florestan escribió su obra, todavía bajo los impactos del "milagro económico", podría haberse generado la confusión de que había algún tipo de desarrollo capitalista en el país. Después de asistir a la hiperinflación del final de la dictadura, al avance neoliberal a partir de 1990 -no modificado por el PT como política económica en sus rasgos fundamentales- y, más recientemente, la intensificación de la destrucción de la industria nacional y de las grandes empresas estatales promovida progresivamente en el período pos golpe institucional, bien como la respectiva amplificación del alcance de lo que hizo el neoliberalismo desde los años 90, lo que vemos es que ese recurrir a una "solución más autocrática" -aun que en los límites de un régimen autocrático descompuesto- está más ligado a las necesidades del imperialismo que a la "revolución burguesa en Brasil".

O sea: Bolsonaro es el recurrir de las élites nacionales a una solución más bonapartista (represiva) para terminar de saltar en el abismo de la entrega total del país al imperialismo con Paulo Guedes como emblema más claro de ese proceso.

La tragedia y la farsa: anticomunismo y antipetismo

Señalamos, entonces, que el período histórico de la dictadura militar en Brasil y las condiciones económicas hasta 1973 son bastante distintas a la actual realidad brasileña, y geopolíticamente, también de la mundial, ya que en aquel momento había un Estado obrero muy fuerte como la URSS y un contexto de Guerra Fría. En ese sentido, la tragedia de la dictadura militar pudo puscar consolidarse "contra la amenaza comunista", porque era relativamente más fácil explorar los acontecimientos y promover un régimen regresivo diciendo que una revolución comunista estaba a punto de ocurrir en el país.

La farsa de Jair Bolsonaro es que, no teniendo una "amenaza" comunista para enfrentar e imponer un régimen más autoritario, decidió inventar una amenaza. Así fue que el PT se transformó en emblema de la amenaza comunista -y todo lo que brilla es oro, en este caso. PT en Brasil, amenaza de invasión a Venezuela (hundida en la boliburguesía, que de socialista no tiene nada), la "alianza" con Cuba, pero también la "Red Globo comunista", al igual que las revistas capitalistas internacionales, como The Economist, que se transformó en "e-comunist"... y una larga lista; recientemente los bolsonaristas hicieron la proeza de "acusar" a uno de los mayores pensadores emblemáticos del neoliberalismo, Francis Fukuyama, de "comunista".

Aquí la crisis económica internacional se liga a lo que Antonio Gramsci denominó "crisis orgánica". Sobre eso venimos escribiendo en distintos artículos en Idéias de Esquerda. Se trata de un fenómeno que debilitó a los "centros políticos" de las democracias en distintos países de Europa, con expresiones a derecha y a izquierda, y polarización también en Estados Unidos, que culminó con Trump.

También en Brasil la crisis orgánica hizo trizas al "extremo centro", especialmente con a enorme crisis del PSDB, y ahora del PT. Fácilmente asociado a toda corrupción y a las crisis de la "Nueva República", éstas solo pudieron ser capitaneadas por la extrema derecha al crearse una amenaza: el "fantasma del comunismo".

A lo que llamamos la atención es a que esta reacción, evidentemente, no es a la revolución proletaria o al "comunismo" de Estados obreros (aun burocratizados), de modo que existen límites para la conformación de una fuerza social facista real en Brasil. La creación de un fantasma y la histeria social de la clase media actual no es la misma que llevó, en la década de 1930, a que se crearan grupos sociales paramilitares para perseguir a sindicalistas y fusilar obreros, como hicieron los facistas en la década de 1930. En realidad, el "antiizquierda" queda más mezclado con el "anticorrupción", que ha sido fuerte para ganar una elección, pero no parece ser tan fuerte como para ganar a un amplio sector de la sociedad para aplastar a los sindicatos durante los ataques económicos que están preparando.

La crisis y la reacción de las costumbres

Comentando la emergencia de la derecha en Europa, Brexit, Trump e incluso expresiones de inspiración abiertamente facista, Ricardo Antunes opinaba en un artículo en Folha que "esta ’era de las tinieblas’ fue la respuesta de las corporaciones financieras globales y sus gobiernos (a la derecha y a ’izquierda’) frente a la ’era de las rebeliones’ que sacudieron al mundo pos crisis de 2009" (Folha, 13 de octubre de 2018).

Entender lo que fue la "era de las rebeliones" es muy importante para entender el real significado de la reacción actual, incluyendo el plano cultural. El movimiento obrero internacional viene entrando en escena en combates durante la poscrisis. Particularmente contra la austeridad, Grecia fue uno de los grandes ejemplos de la lucha con por lo menos 30 huelgas generales. En otro sentido, y con un desenlace reaccionario, la Primavera Árabe fue parte de las "rebeliones". Sin embargo, lo que marcó más incisivamente los cambios en la situación internacional y le dió cierto tono a las movilizaciones poscrisis fueron los levantamientos de la juventud, posiblemente los más importantes desde mayo de 1968.

Los indignados españoles, Ocuppy Wall Street en Estados Unidos, el movimiento estudiantil #feesmustfall en Sudáfrica, las movilizaciones del movimiento estudiantil chileno por la educación gratuita, las Jornadas de Junio del 2013 en Brasil son solo algunos ejemplos emblemáticos de esa oleada internacional a partir de 2011. Entre otras consecuencias de esos levantamientos de la juventud, está cierto remezón que que promovió contra el conservadurismo en el capitalismo del siglo XXI, que se manifestó en otros movimientos de estatura internacional, como la primavera feminista, movimientos de identidad negra y por la libertad sexual y contra la opresión a la diversidad sexual, entre otros.

Bolsonaro es también la expresión nacional de una reacción internacional conservadora (en distintos grados) de ese fenómeno internacional: se basa en un sector conservador duro machista, racista, con fobia a la diversidad sexual, reaccionario en las costumbres, pero busca tener una capacidad expansiva en sectores más amplios, contra el "victimismo" y los "excesos" de la oleada anterior. Evidentemente, están lejos del arianismo nazi o expresiones ultra reaccionarias del facismo en ese ámbito, que además de las diferencias con el conservadurismo bolsonarista dentro del actual contexto histórico, en el caso brasileño, también hay que considerar que todavía no tiene correlación de fuerzas para revertir totalmente la primera oleada "reformista" de "rebeliones" de la juventud e ir por más, pero lograron una fuerza importante para ponerle límites a esa oleada. No por casualidad, el capoeirista y activista negro Mestre Môa y transexuales han sido víctimas del movimiento bolsonarista: son emblemas de la "oleada anterior" y de la reacción bolsonarista actual.

El problema de la violencia y la descomposición social

No deja de ser significativo, como tercer componente explícito del fenómeno Bolsonaro, junto con el antipetismo la postura reaccionaria en las costumbre, la capacidad de explotar la descomposición del capitalismo brasileño y la gran violencia social en el país.

El mote de "armar al ciudadano de bien" tal vez sea uno de los puntos por medio de los que el reaccionario ha logrado ilusionar a un sector del proletariado, que se ve indignado frente a la situación de descomposición capitalista de la sociedad, aumento de la miseria, crisis y violencia social.

También aquí se manifiesta una nueva determinación de la crisis económica internacional en su décimo año, que le pone límites al fenómeno si se lo piensa en comparación con el facismo. Partimos, claro, de que para llegar a ese nivel de apoyo de la sociedad, una propuesta "radical" como el armamento, tiene que haber una situación de crisis económica y rasgos más claros de descomposición. Sin embargo, los límites son que el deseo de armamento de la población contra la "violencia" no lleva directamente al soporte de grupos de apoyo a la violencia paraestatal o a aceptar la violencia generalizada estatal contra todo y contra todos. En una encuesta reciente de Datafolha, aun que ha crecido la cantidad de personas que apoyan una dictadura militar, frente a la pregunta de si está de acuerdo con que el Estado cohiba huelgas, el 72% de los entrevistados se manifestó en contra.

De esta manera, aun que partamos de un aumento significativo del carácter reaccionario de la violencia estatal y ligado en particular al elemento anterior, seguramente habrá un fortalecimiento del racismo institucional de la policía, con una violencia estatal aun más brutal contra la población pobre y negra, los jóvenes, etc. Esta solución reaccionaria de Bolsonaro y el peso preocupante que sucitan en sectores importantes de la población no se desdoblan en un pase libre para atacar a la izquierda, a los sindicatos, a las huelgas, y reprimir en forma generalizada a la juventud y los trabajadores. Hasta donde llega l a represión, depende de cómo la sociedad va "resisitendo a la reacción".

Límites de reacción

La acción anterior, la "era de las rebeliones", tuvo límites reformistas claros, no fue una manifestación ofensiva del sujeto proletario, no generó revoluciones socialistas. Eso también le imprime ciertos límites a un gobierno de Bolsonaro, que se insertaría, en ese sentido, mucho más en lo que León Trotsky definía como prebonapartismo y bonapartismo que en el fascismo (que en general es un fenómeno típico de países imperialistas).

Eso no tiene que ver con no percibir el discurso fascistizante de Bolsonaro, o no percibir y prepararse para una ofensiva aun más reaccionaria de esa ’ola de tinieblas’, pero se trata de entender las bases internacionales y nacionales del fenómenos de extrema derecha en Brasil para saber cómo actuar contra él. O sea, tratamos de una determinante oscura (el programa neoliberal) y tres explícitas (el antipetismo, el conservadurismo y la cuestión del armamento) como reflejos de cuestiones ligadas a la crisis internacional.

La gran cuestión es que lo que podemos abordar, desde el punto de vista teórico, son los márgenes generales que circunscriben ese fenómeno, pero esos márgenes son bien elásticos y suceptibles a una variable más fundamental de ese proceso, así como de los procesos internacionales: la lucha de clases.

Si en la física clásica podemos decir que toda acción genera una reacción, podríamos decir también que toda reacción genera una nueva acción. Ante los ataques brutales del programa neoliberal de Bolsonaro, ante la reacción bolsonarista, veremos la acción del movimiento obrero. Esa respuesta que los trabajadores, la juventud y todos los oprimidos darán a los intentos de Bolsonaro será definitoria de hecho, será el gran determinante para que sepamos cuál es el alcance y el sentido de este nuevo episodio siniestro en nuestra historia.