¿Qué puede ofrecer la izquierda radical a las nuevas generaciones, frente a la bancarrota del proyecto de conciliación de clases del PT?
Miércoles 7 de septiembre de 2016
La consumación del golpe institucional trajo una nueva corriente de politización, en el marco de una crisis política y de representatividad prolongada, una situación que fue abriendo espacio a nuevas formas de pensar y de hacer política. ¿Qué puede ofrecer la izquierda radical a las nuevas generaciones, frente a la bancarrota del proyecto de conciliación de clases del PT? Una polémica con los compañeros del Movimiento por una alternativa independiente y socialista (MAIS).
Sin duda hemos vivido días intensos. Nadie arriesga a hacer previsiones de medio plazo en la turbulenta situación brasilera. La inestabilidad y los giros inesperados a izquierda y derecha, dan el tono a la situación. Cambios bruscos en el estado de ánimo de amplios sectores de masas, la posibilidad siempre presente de respuestas espontáneas de la juventud, la ausencia de un plan común, incluso entre los sectores golpistas y los variados polos burgueses que actúan sobre la crisis política (¿quién podía esperar el desenlace final de la votación en el Senado, que preservó los derechos políticos de Dilma?); y también la llamativa la ausencia de una respuesta contundente del movimiento de masas, resultado de la relativa desmoralización provocada por la política petista.
Luego de la gran manifestación en la Avenida Paulista y las jornadas de Junio de 2013, se pueden trazar muchas diferencias, aunque sea innegable cierto “aroma a Junio” desde que culminó la votación de la destitución de Dilma en el Senado. Es importante remarcar que la propia consumación del golpe torna más difícil la explosión de un movimiento semiespontáneo y masivo contra Temer, al mismo tiempo que el clima de politización es más amplio y más profundo, acrecentado por una crisis política prolongada.
Es una cuestión decisiva la forma en que el movimiento actual va a ser canalizado, o abortado. Una cuestión que va más allá del proceso inmediato de movilizaciones en curso, que puede incluso retroceder sin que con eso se resuelva lo que llamamos crisis orgánica.
La pregunta central es: ¿la crisis actual desembocará en un ascenso de masas, en una situación pre-revolucionaria o revolucionaria o por el contrario, será resuelta por derecha dando lugar a una situación más reaccionaria? Para que se desarrolle en un sentido revolucionario, ¿cuál es el papel de la izquierda en relación a las ilusiones de que una mera elección puede responder a la actual crisis en una perspectiva progresista?
En este sentido, con una visión centrada en el escenario estratégico más amplio es más sencillo entender el error de la táctica de “elecciones generales”. El plan inmediato parece ofrecer un camino que empuja a actos que van un paso más allá de la política petista de que "Vuelve Lula" con "Directas Ya", elecciones presidenciales anticipadas; pero mañana, si las manifestaciones se masifican y amenazan al gobierno, las elecciones generales pueden ser una vía para la canalización electoral de la crisis.
Un gobierno de derecha podría surgir fortalecido para imponer una salida conservadora, con un parlamento renovado, pero tan conservador como el actual. Queda claro que para que la burguesía acepte esta salida, necesitaría enfrentarse con una amenazadora movilización popular. Pero ese es justamente nuestro objetivo, organizar y alentar esa movilización. ¿No es un error construir una salida que inevitablemente se vuelve en nuestra contra si creamos las condiciones para que sea aplicada?
Sin embargo, es falso creer que las “elecciones generales” hacen avanzar ahora el movimiento. Por más que se polemice en artículos contra la “insuficiencia” de la demanda por “Directas ya” del PT, la bandera por “elecciones generales” es asimilable por ese partido, dentro de una lógica de actos de presión para desgastar a Temer y preparar el terreno hacia 2018. Por eso no afirmaríamos que la política de “Directas ya” es insuficiente, pero sí que es una farsa, un engaño más del PT, que apuesta al desgaste de Temer hacia 2018 y recomponer al PT por la vía electoral, a través de su principal figura.
Antes de la votación en la Cámara de Diputados, defender elecciones generales equivalía a estar en el campo burgués que defendía la salida de Dilma, equivalía a hacerle el juego al “Fuera Dilma” de la derecha. Ahora, con el golpe consumado, equivale a hacerle el juego electoral al PT hacia 2018 (¡y 2016 también!) y de otras fracciones burguesas que juegan la carta de triunfo de las elecciones anticipadas (como Marina Silva candidata del partido Rede).
Los compañeros podrían agregar que la política de elecciones generales no sería con las reglas actuales. Eso no cambia en nada la discusión, pero nos conduce a otro aspecto del debate: no podemos cuestionar solamente a los políticos y los partidos, nuestra denuncia tiene que hacerse contra todas las instituciones de un régimen político carcomido por la corrupción más desvergonzada y no solo respecto de las reglas electorales y el sistema de representación. El hecho es que el “agregado” de nuevas reglas no tiene ningún papel en la agitación que se viene llevando adelante, y si la tuviese, cabría preguntarse ¿cómo se darían esas nuevas reglas sino con una Constituyente? ¿Este Congreso reaccionario sería el encargado de votar las “nuevas reglas”?
Podríamos afirmar junto a la compañera Silvia Ferraro del MAIS que: “Las pautas por las demandas concretas contra los ajustes y las reformas que se están diseñando deben ser combinadas con la pauta política del derrocamiento del gobierno. Aprovechar la chispa de recuperación de conciencia para difundirla, para ampliarla en dirección a una salida política que no pase por respetar el calendario electoral”.
Sin embargo, para eso necesitamos una política que no se limite a cambiar los actuales gobernantes por otros, sino que vaya a la raíz del problema, que permita que el pueblo decida sobre todas las cuestiones, como el salario de los políticos o el salario mínimo, por citar algunos ejemplos. ¿Por qué no defender, contra la mafia que gobierna el país, y que controla el parlamento y el poder judicial, una nueva Constituyente, con amplia participación popular? ¿Por qué al revés de las “Directas ya” del petismo no oponemos nuestra “Constituyente ya” impuesta por la fuerza de la movilización para cambiar de arriba para abajo el actual régimen político?
Tenemos que organizarnos para la guerra con las armas correctas. Además de oponer a esta democracia de los ricos, corrupta y deslegitimada, no una renovación de la casta política vía elecciones generales, sino una Asamblea Constituyente, para poner en debate todos los problemas del país y del pueblo laborioso, es necesario poner en el centro de la agitación la exigencia a que la CUT y la CTB rompan con su política de conciliación y organicen la lucha contra los ajustes. El camino para preparar la caída de Temer es el frente único en la lucha contra los ajustes, teniendo una política activa en los sindicatos para forzar las medidas de lucha contra los ataques y exigir la participación en las movilizaciones con los métodos de la clase obrera (y no mera presencia superestructural en los actos) y al mismo tiempo llevar con toda la fuerza esa exigencia. No hacer eso es seguir recurriendo a la vieja división del PT entre lo sindical y lo político.