Se aplaza sin fecha en la jornada del martes la sesión de investidura de Puigdemont por parte de ERC. Fuertes tensiones dentro de las filas del independentismo que lo dividen. Solo en la fuerza social de las mayorías radican las garantías democráticas frente al régimen del 78.
Jueves 1ro de febrero de 2018 00:00
FOTO EFE / Alberto Estévez
El president del Parlament catalán y militante de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Roger Torrent, aplazó sin fecha el debate de investidura previsto para este martes pasado. Esta medida sería hasta que se cumplan "las garantías democráticas" para la elección y poder lograr una investidura “real y efectiva”, según argumentó. Mientras, en los alrededores del Parlament, se seguían concentrando manifestantes a favor de la investidura de Carles Puigdemont.
Minutos antes de que Torrent anunciara el aplazamiento de la sesión parlamentaria, el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, en una entrevista a TVE advertía de forma amenazante de las responsabilidades en las que aquel y quienes le apoyasen incurrirían en caso de que siguiera adelante con el pleno de investidura. Sin embargo este era el último aviso de muchos. Ya había sido advertido también por el propio tribunal en una notificación formal similar a la que en su día recibió Carmen Forcadell.
En un autodictado, el sábado el Tribunal Constitucional (TC) había suspendido cautelarmente la investidura si el candidato no está presente y no cuenta con un permiso judicial para ello, ya que sobre él pesa una orden de detención en el Estado español.
En declaraciones a los medios, Torrent argumentó que el aplazamiento permite "dar tiempo" a que el TC resuelva todas las alegaciones a la decisión de impedir una investidura a distancia de Puigdemont. Sin embargo, el mismo TC rechazaba ayer las alegaciones de Puigdemont contra la prohibición de que sea investido President sin comparecer en el Parlament.
Las reacciones no se hicieron esperar, y pusieron en primer plano de forma explosiva la pugna soterrada que se venía generando entre las dos grandes formaciones del bloque independentista. El anuncio del aplazamiento provocó un cruce de reproches entre los dos principales partidos independentistas, Junts per Catalunya (JxCat) y ERC, la formación a la que responde Torrent.
De este modo, y tal como ya aventuró Joan Tardà, ERC busca que Puigdemont dé un paso al costado para poder investir a un presidente que sí sea del agrado del Estado español y poner en marcha una legislatura autonómica, alejada de la voluntad expresada en el referéndum del 1 de octubre y de las elecciones impuestas del pasado 21 de diciembre.
Cuando Torrent habla de “garantías democráticas” está realizando un brindis al sol, pues lo cierto es que está pidiendo garantías democráticas para Puigdemont al Gobierno que reprimió el 1-O, que cesó a todo el Govern, implementó el 155 secuestrando las instituciones catalanas e impide que la voluntad señalada el pasado 21-D en sus elecciones “a la carta”, se exprese en el Parlament. Las palabras de Torrent buscan una parálisis institucional que finalmente fuerce a JxCat y Puigdemont a ceder el sitio.
Después de guardar silencio a lo largo de la jornada, Puigdemont ha difundido finalmente, pasadas las 20.30 horas, un mensaje grabado a través de las redes sociales.
Puigdemont, en Bélgica desde finales de Octubre del año pasado, lamentó ayer el aplazamiento de la sesión en la que se debería haber debatido su investidura como president de Catalunya, tal y como habían acordado las fuerzas independentistas.
Según palabras de Puigdemont, "lamentablemente" el president del Parlament, Roger Torrent, optó por aplazar el pleno, una decisión que no comparte, pero que según dijo "respeta".
En este contexto, Puigdemont se dirigió en su mensaje al soberanismo para no perder la "unidad", que es, recalcó, "lo que sueñan los que nos quieren en prisión o en el exilio por años", en alusión al Gobierno español.
Destacó que hoy contaba con "68 diputados independentistas" que le habrían votado en el pleno de investidura y que eran "la garantía democrática" para su celebración, al tiempo que remarcó que "no hay ningún otro candidato posible" para la presidencia del Gobierno regional.
"La democracia ni se aplaza ni se suspende", dijo y advirtió de que aceptar que "se dicten presidencias desde Madrid" sería "hipotecar para siempre los resultados electorales”. Hoy Catalunya, según sus palabras, "tenía la oportunidad de empezar a construir el país que los ciudadanos quieren".
Carles Riera, en representación de la CUP, también le ha afeado la decisión a Torrent señalándola como “unilateral”, ya que se suspendió el pleno sin respetar el acuerdo previo y sin previo aviso a los grupos parlamentarios del bloque independentista.
Así acababa la jornada sin investidura, con el independentismo haciendo pública la brecha abierta, y con los Mossos d’esquadra cargando contra los manifestantes que permanecieron en el lugar después de que se vieran superados por los mismos.
El Gobierno español se congratuló ayer de la decisión de aplazar la sesión de investidura de Carles Puigdemont como president de la Generalitat, que interpreta como muestra del "respeto a la legalidad" y una "consecuencia obligada de la actuación del Estado de Derecho".
Incluso se filtraron conversaciones privadas entre Puigdemont y Antoni Comín en las cuales el primero daba por terminado el proceso y señalaba que “El plan de Moncloa triunfa”, y esperando que por lo menos salgan los presos de las cárceles españolas “porque si no el ridículo histórico, es histórico". Un momento de sinceridad típico de la intimidad de los políticos a sueldo por los partidos de las clases dirigentes.
El Gobierno de Rajoy no solo intentó impedir junto a la justicia y la monarquía que se realizara un referéndum a palos, sino que una vez realizado y con su resultado a favor de la independencia, cesó al conjunto del gobierno bajo el 155 encarcelando a la mitad y obligando a Puigdemont a exiliarse en Bélgica.
Bajo esta ofensiva represiva que privó a los principales candidatos de participar en los debates, convocó a elecciones el pasado 21 de diciembre en las que a pesar de que ciudadanos fue la lista más votada, la lista del PdCAT fue la segunda y el independentismo de conjunto mantuvo la mayoría absoluta del Parlament con 70 escaños.
Aun así están dispuestos a evitar que Puigdemont sea investido saltándose todo principio democrático. Aunque Puigdemont no sea nuestro candidato, o quien exprese nuestras posiciones sobre el proceso, no se puede tolerar semejante atropello a la voluntad democrática de millones de catalanes.
Si esta es la respuesta de todo un Régimen a una demanda democrática elemental de todo el pueblo catalán, es un aviso a navegantes de lo que nos espera en el Estado a los trabajadores, las mujeres y la juventud a la menor resistencia a sus planes. Es algo que evidentemente buena parte de la izquierda española (la vieja y la nueva) no entiende.
Luego de que las direcciones del proceso decidieran no oponer ninguna resistencia seria a la ofensiva represivas del Estado cuando la movilización estaba en su máxima efervescencia, en mayor o menor medida han decidido volver a las maniobras de despachos y las negociaciones palaciegas en las que las mayorías son meros espectadores de una derrota anunciada.
Solo oponiendo la fuerza social de la mayoría, como quedó demostrado el 1-O, se puede enfrentar la represión del Régimen y obtener victorias. Pero no es lo mismo realizar un referéndum que tener la fuerza para garantizar que su resultado sea una realidad.
Esta mayoría nunca se conquistará de la mano de quienes son vistos por buena parte de los trabajadores catalanes como los verdugos de sus derechos. La República catalana independiente será obra de los trabajadores para los trabajadores, o no será más que una ilusión rota y una fuente de lecciones para el futuro.