En el día de ayer, el Ministerio de Salud de Chaco confirmó que dos personas, una mujer de 88 años y un hombre de 35, fallecieron el 11/6 por Covid 19 en la provincia de Chaco. Ambos eran originarios que vivían en el Barrio Gran Toba. Los fallecimientos se dan a partir de un rebrote de contagios que se produjo en el barrio.
Sábado 13 de junio de 2020 12:26
La mujer de 88 años se encontraba internada en la Pastilla 6 del Hospital Perrando y padecía neumonía, una infección y desnutrición severa. Por su parte, el hombre de 35 años, que se encontraba internado con asistencia respiratoria mecánica en el sanatorio Femechaco, tenía pénfigo bulloso, una enfermedad autoinmune de la piel y falleció por un paro multiorgánico.
En las últimas semanas las comunidades y barrios qom de Chaco estuvieron en boca de todo el país. Primero por el brote de contagios en el Barrio Gran Toba, en las afueras de Resistencia,la militarización y la muerte de un referente histórico del Barrio: Juan Rescio.
Días después los videos de la policía entrando violentamente a la casa de una familia qom en Fontana, golpeando y abusando de jovenes de la comunidad originaria tomaron alcance nacional y pusieron de manifiesto la manera en la que la violencia institucional y la represión se focalizan y legitiman sobre determinadas poblaciones racializadas.
Hoy son noticia dos nuevas muertes en el Gran Toba, en los alrededores de la capital de la provincia gobernada por Jorge Capitanich. Desde La Izquierda Diario nos comunicamos con Humberto Castillo, Diego Castro y Javier González, vecinos del Gran Toba, para conocer mejor la situación.
Con 1211 contagiados y 70 fallecidos, Chaco se ubica como la tercera jurisdicción del país con más contagiados y fallecidos por Covid 19, luego de CABA y PBA.
El Gran Toba es un conjunto de barrios ubicado en la zona nordeste de Resistencia, en las que viven más de 4500 personas. Está conformado por los barrios Toba 1 y 2, Camalote, Cheliyí, Cotap, Mapic, Crescencio López y América. Las familias que lo habitan son en su mayoría originarias. Según nos informa Javier González, hasta el día de hoy se registran en este complejo habitacional 153 personas infectadas y 15 fallecidas. Y a partir del nuevo rebrote de contagios, cerraron los barrios Mapic, Santiago 3 y Chacra 24.
Aislamiento, racismo y desigualdad
La crisis sanitaria no se desenvuelve en el aire, sino que empalma y se desarrolla en un entramado de condicionamientos sociales y económicos estructurales. Al sufrimiento por la pandemia se suma la crítica situación económica que viven las familias, el miedo a los contagios, la presencia de la policía y la discriminación por gran parte de la sociedad, por considerarlos los portadores del mal.
Cuando comenzaron los contagios en el Gran Toba, la primera reacción del Gobierno provincial fue meramente proselitista. Castillo recuerda que “venían Ministros al barrio pero que no se contactaban con nadie antes de venir. Entonces como ninguno de los referentes sabía, no había nadie. Por ejemplo, la ministra de salud venía un sábado a la mañana y desinfectaba las calles, pero solo eso. Después se sacaba una foto y decía que había desinfectado todas las casas, pero era totalmente mentira”. Tras los reclamos del barrio ante la crisis en crecimiento, Capitanich anunció medidas para aislar el barrio e intentar frenar los contagios. Desde la primera semana de mayo, mientras se derramaba un discurso que depositaba la responsabilidad de los contagios en los miembros del barrio, se estableció un “cordón sanitario” que consistió en el cierre de todas las salidas del Gran Toba (salvo 2 custodiadas por la policía). Para implementar el cordón se utilizaron vallas y montículos de tierra. Como sucedió en las villas porteñas y bonaerenses, las personas en situación de vulnerabilidad quedaron encerradas. La policía provincial patrulla el área prohibiendo la circulación e increpando a quienes transiten fuera del perímetro establecido.
Según cuentan a este diario vecinos del Gran Toba, el ejército se hizo presente en el barrio, repartiendo viandas y elementos de higiene y limpieza pero que resultan insuficientes para la cantidad de población que reside. También se establecieron polos sanitarios para tratar específicamente los casos de covid. “El ejército puso unas carpas para tratar los casos, hacerle las pruebas a los que tenían síntomas”, expresó Humberto Castillo.
Resistencia es, según el INDEC, la segunda ciudad del país con más alto índice de pobreza y la primera del NEA. El 46% de las familias está en situación de pobreza y el 21% en la indigenciaEn el Gran Toba esta situación se agrava con la pandemia, ya que la mayoría vive al día y no puede salir a trabajar. “La mayoría de los hermanos y hermanas son artesanos, viven de la venta de artesanías, así que ahora no están teniendo ningún ingreso”, relata Diego Castro. Por su parte Castillo refuerza que “el trabajo principal es la artesanía. Hablamos de canastos, artesanía de barro. El tema es que se vendía en la plaza principal de Resistencia. Pero como ahora se paró todo nadie puede moverse ni comprar el pan de de cada día. Además, no se puede salir de la casa porque para hacer los canastos se necesita totora y hay que ir a lejos a buscarlo y tampoco se puede”. Esto hace que la situación, ya de por sí difícil se agrave. Además, Diego nos cuenta que la gran mayoría de las personas no pudo aplicar para cobrar el IFE por ser beneficiarios del programa Hacemos Futuro.
El racismo y la discriminación hacia los pueblos originarios no son nuevos, por el contrario, según palabras del propio Castillo lo sufren “desde siempre”. Sin embargo, a partir de la pandemia se potenció y se hizo más visible “Hay mucha estigmatización, pero no es de ahora, es desde siempre que nos discriminaron por ser indígenas. Ahora se vio más con el tema del coronavirus, por ejemplo, hay líneas de colectivos que no quieren entrar al barrio”, afirmó Castro; y agregó “A una chica no le quisieron dar una tarjeta en el banco cuando vieron que su dirección era en el Barrio Toba, nos tratan como si nosotros fuéramos a contagiar solo por ser del barrio toba”.
“Pasó todo esto y al barrio Toba se lo estigmatizó. En los diarios salía todos los días la cantidad de infectados. Sólo se hablaba de los infectados del barrio. Con toda esta información decidieron cerrar el barrio, sin ninguna consulta a la comunidad y bueno, la gente estaba muy enojada con esto. (...) Por ejemplo una tía mía tenía que retirar una tarjeta de débito de la AUH en un banco que está en el centro de Resistencia. Hizo una cola de dos o tres horas y cuando llegó a que la atiendan, la chica que atiende mira el DNI con la dirección y dice "uh, no, es del barrio toba" y le tiró el DNI por el suelo. Y llamó urgente a seguridad y la sacaron a empujones como a una delincuente. Y bueno, esa es una de las discriminaciones, yo digo por culpa de los diarios que hace como un mes que todo lo que publican es sobre el barrio toba. Además, como solamente el barrio toba se cerró y hay gente indígena por todo Resistencia. En muchos otros barrios hay indígenas, pero cuando queremos usar los colectivos urbanos no nos dejan pasar por tener rasgos indígenas. No nos paran ni nos dejan subir. "no uds toba no" y eso es lo que pasa. Y eso dificulta más las posibilidades para moverse o trabajar a su vez.”, reflexiona Castillo.
El discurso racista tuvo su expresión más descarnada en boca de una funcionaria de una de las dependencias provinciales que vía redes sociales manifestó que “a estos indios hay que mandarlos al monte, matarlos, quemarlos. Mandarlos al monte de donde ellos son".
En los distintos barrios que componen el Gran Toba, la mayoría de las casas son de material, pero en cada una viven entre tres y cuatro familias por lo que el grado de hacinamiento es alto. A su vez, de acuerdo a lo expresado tanto por Castro como por Castillo hay un sector donde se armó un “rancherío” con varias viviendas precarias de adobe y chapa cartón. En la zona no existe sistema cloacal lo que precariza aún más las condiciones sanitarias.
Mientras autoridades y medios culpan a los qom del contagio, el gobierno encierra y militariza los barrios. El virus se propaga con mayor rapidez donde reina la desigualdad, el hacinamiento y la pobreza. En tierra de Capitanich los pueblos originarios son discriminados y perseguidos, sus tierras avasalladas para favorecer el agronegocio, la violencia policial es moneda corriente y sus derechos básicos y medios de subsistencia son negados. El racismo sistemático contra las comunidades indígenas mantiene una poderosa vigencia.
Mariano González
Estudió periodismo y actualmente Sociología (UBA). Colaborador de La Izquierda Diario.