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Red Internacional
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CONTRA LA REFORMA PREVISIONAL. Francia: ¿hacia una huelga general política contra Macron?

Un año después del comienzo del movimiento de los chalecos amarillos, se está abriendo una nueva etapa. Todo hace prever que el paro general desde el 5/12 en Francia, convocado contra la reforma previsional de Macron, será inédito en décadas.

Lunes 2 de diciembre de 2019 17:30

Todo hace prever que el paro general del 5/12 en Francia será inédito después de décadas. Con los nuevos aires subversivos insuflados por los Gilets Jaunes (chalecos amarillos), la lucha de clases en Francia, articulada a través de la huelga general con tendencia reconducible (prorrogable) en parte de los principales bastiones del movimiento obrero como los ferroviarios y la RATP (transporte metropolitano de París), puede pegar un nuevo salto. Un año después del comienzo del movimiento de los chalecos amarillos, se está abriendo una nueva etapa, la reunificación de una parte importante del mundo del trabajo en un terreno de clase. ¿Hasta dónde irá esta nueva etapa? Eso se decidirá en la lucha viva de las clases en los próximos días.

Un largo proceso de preparación impuesto por la base

La huelga masiva de la RATP el pasado 13 de septiembre impuso el calendario: los trabajadores decidieron una huelga reconducible a partir del 5 de diciembre obligando a los sindicatos, incluidos los más reformistas como la UNAS, a sumarse. Este proceso se consolidó y pego un salto después de las acciones sorpresivas en la SNCF (empresa nacional de ferrocarriles), tanto el paro nacional espontáneo luego de un accidente como la huelga salvaje en los centros de mantenimiento que paralizaron algunas importantes líneas como el centro Chatillon en región parisina. Estos elementos de “giletjaunisation” del movimiento obrero obligaron al principal sindicato del sector ferroviario, la CGT Cheminots, a unirse al llamado a la huelga reconducible. Por su parte, está la continuidad por más de nueve meses de la lucha de los servicios de urgencias hospitalarias, que lograron nuclear al conjunto del personal hospitalario en las manifestaciones del 14 y 30 de noviembre, un hecho histórico que muestra la situación catastrófica en que se encuentra el hospital público, acompañado por un enorme apoyo de la población. También hay procesos de politización y de lucha (que van de la mano de una fuerte agitación) en el personal la enseñanza pública después del enorme shock provocado por el suicidio de la directora de escuela Christine Renon, así como por el hecho que los docentes serán uno de los sectores que más van a perder con la (contra) reforma de las jubilaciones.

Estos procesos de politización y lucha van más allá del mundo del trabajo, como se vio con la gran conmoción generada en el seno de las universidades con la inmolación de un joven estudiante en Lyon, que sacó a la luz el enorme problema de la precariedad estudiantil. A esto se suma la exitosa marcha popular contra la islamofobia, a pesar de todas las calumnias y propaganda en contra que sufrió por la mayoría de la clase política y los medios dominantes, así como la masiva marcha contra la violencia hacia las mujeres, el pasado sábado 23/11, que puede anunciar una renovación del movimiento feminista.

Todos estos procesos se dan a un año del surgimiento de la sublevación de los Gilets Jaunes que ha abierto un antes y después en la lucha de clases en Francia.

Lo novedoso es que como lo subraya Raymond Soubie, antiguo consejero social de Nicolas Sarkozy en Le Monde: “La protesta, en la SNCF como en la RATP, es, en gran parte, impulsada por la base. Los sindicatos dan la sensación de correr detrás de sus adherentes y de no tener el dominio pleno y total del movimiento”. El 5 de diciembre y los días siguientes, este mismo fenómeno proseguirá. Del mismo depende, y mucho, los alcances que tenga la huelga.

Las tendencias a la politización

Perdida la batalla sobre “las virtudes” de la reforma, el Gobierno ha hecho uso y abuso de un método clásico, denunciar el carácter corporativo del conflicto, basándose en que los sectores motores de la próxima huelga –es decir, la SNCF y la RATP– gozan de regímenes especiales que tienen en cuenta el carácter insalubre de su trabajo y por ende una jubilación más temprana. El “cheminot bashing” (ataque a los trabajadores ferroviarios) se ha transformado en un leitmotiv del macronismo describiendo de forma grotesca a los ferroviarios como trabajadores "privilegiados", quienes sólo defienden sus beneficios especiales. Pero a diferencia de la reforma del ferrocarril en el primer semestre de 2018, donde esta propaganda aisló a los ferroviarios, esta vez ha sido menos efectiva, pues la contrarreforma de las pensiones concierne a todos los trabajadores. Es que, detrás de una falsa promesa de igualdad de todas las jubilaciones, el Gobierno está omitiendo elementos centrales de su reforma, como el sistema "basado en puntos", que es una fuente de preocupación para todos. Muchos trabajadores interpretan esta ambigüedad como una prueba de que se avecina algo nefasto. ¡Y tienen razón!

Pero junto con esto, el gobierno se enfrenta a una indignación social generalizada que se ha acumulado durante muchos años. La sublevación de los Gilets Jaunes fue el primer volcán dormido que entró en erupción y su impacto ha despertado fuerzas en el conjunto de las clases laboriosas.

En las discusiones entre activistas para la preparación de la huelga, como en el diálogo de los Gilets Jaunes, lo que surge cada vez más como tema de discusión es el modelo de sociedad a la que queremos ir. Muchos trabajadores dicen claramente que no quieren una sociedad donde no haya salud ni educación, que no quieren este destino ni para los estudiantes ni para sus hijos. Cada vez más la contrarrevolución social neoliberal choca con las aspiraciones profundas de los explotados y oprimidos, y la calle es el único canal para expresarlo alto y fuerte. Es a esto último a lo que teme el Gobierno. Como dice Cécile Cornudet en el diario patronal Les Echos: “¿Al estigmatizar los regímenes especiales como ha hecho desde hace algunos días, usando epítetos como ‘llorones’ y ‘corporativos’, [el Gobierno] no corre el riesgo de enardecer a los sindicatos que los defienden? Sí, pero esto es lo que busca. Valen más sindicatos movilizados por las jubilaciones que una multitud enojadísima, sin objetivo, sin marco, casi amarilla [en relación a los chalecos amarillos]. A diez días del 5 de diciembre , el equipo de Macron prefiere la peste al cólera. Acaba de elegir la estrategia de la tensión. El gran debate y las medidas a favor de los gilets jaunes no cambiaron nada de fondo. La crisis social se vuelve más peligrosa aún, una ‘crisis moral’ y democrática, que carcome al país. El pueblo ya no va a votar, no cree en ningún discurso, ya sea político o sindical, no encuentra ningún canal para expresar su malestar. O más bien sí, uno solo: la calle”.

Las tendencias a la generalización

A media que nos íbamos acercando al 5 de diciembre innumerables sectores sindicales se fueron sumando a la fecha impuesta por los huelguistas de la RATP el pasado septiembre. La Fédération des Industries Chimiques – CGT llama a la huelga el 5 y a reconducir el movimiento en asamblea general. Los sindicatos Force Ouvriere (FO) y SUD tienen la misma posición. Esto incluye por supuesto a las refinerías, y también a muchas empresas. Recordemos que en 2010 los trabajadores de refinerías fueron el motor de la batalla contra la reforma de las jubilaciones de Sarkozy, y que terminó en una derrota ante la incapacidad de superar la vuelta al orden de las direcciones sindicales cuando el conflicto daba signos de radicalización. Todas las federaciones de camioneros llaman a la huelga a partir del 5, salvo la CFDT. En la educación, son las organizaciones sindicales minoritarias las que llaman a una huelga reconductible a partir del 5 de diciembre: SUD-éducation, CGT-FERC y FO. Por su lado, la FSU (Federación Sindical Unitaria) sigue firme en una jornada única el 5, aún cuando entre los trabajadores de enseñanza media, su principal sindicato (el SNES), no excluye totalmente prorrogar (reconducir) la huelga. Por su parte, la Fédération Mines et Énergie de la CGT llama a la huelga el 5 de diciembre y a asambleas generales para decidir la continuidad del movimiento y las acciones a llevar adelante el mismo día. En el transporte aéreo, los once sindicatos de Air France llaman a la huelga el 5 y algunos ya prevén reconducir, como el personal de tierra alineado en la CGT y FO. Del lado de los puertos, la CGT Ports et Docks llama a una huelga de 24 h, aunque no ha planteado nada sobre su continuidad. El Colectivo interurgencias, que encabeza la lucha de los servicios de urgencia de los hospitales, ha llamado recientemente a participar el 5/12. La huelga también afectará a los recolectores de basura en muchas de las principales ciudades como París, Montpellier y Marsella, habiendo en la primera tendencias a la reconducción durante los días siguientes. Como vemos un enorme frente se está preparando, aun cuando la enumeración está lejos de ser exhaustiva.

Aunque es sorprendente este nivel de conflictos, en especial comparado con los dos primeros años de Macron donde los sindicatos tuvieron dificultades a causa de su política desmovilizadora, la novedad de la situación actual está en otro lado. Es que aparentemente, por primera vez en décadas, los llamados a parar se multiplican en las empresas privadas. Según afirma David Gistau, secretario confederal de la CGT a L’Expres: “Hemos recibido más de 1.000 llamados a la huelga en el sector privado, en ámbitos totalmente diferentes unos de otros (…) Entre aquellos que ya anunciaron su movilización: el sector agroalimentario con más de 300 llamados a la huelga, en Carambar, Perrier, Haribo por ejemplo. El sector de la metalurgia también dijo presente con 200 llamados, al igual que el transporte privado con los choferes de camiones y el sector del comercio con Carrefour, Géant o Casino”.
Pero lo más novedoso y significativo es que no han sido los representantes sindicales “…los que han tenido que convencer a los trabajadores. Son ellos quienes vinieron a solicitar la organización sindical. Lo mismo se constata en la CGT que ha recibido numerosos llamados de asalariados de empresas en donde no estaba implantada, demandándole precisiones sobre la manera de hacer huelga en el sector privado. Frente al entusiasmo, pusieron a disposición un kit explicando las modalidades de esta acción que fue difundido en 2 millones de ejemplares”.

Y la misma CGT prosigue: “… si bien el fenómeno es raro por su amplitud, también lo es por la diversidad de los perfiles de los trabajadores que vienen de pequeñas y medianas empresas (PME), incluso de muy pequeñas empresas (TPE). En efecto, en estas empresas hacer huelga es muy dificultoso. Más presión, ningún sindicato presente, un lazo más directo con sus jerárquicos (...) cesar su actividad puede resultarles perjudicial”.

Evidentemente la sublevación de los Gilets Jaunes, que marcó el espectacular despertar de las capas más pauperizadas de los trabajadores, ha despertado conciencias y penetrado enormemente en estos “desiertos de sindicalización”, que han sido dejados de lado durante décadas por las burocracias sindicales. Un síntoma de lo profundo y de la potencialidad de la situación.

Un enfrentamiento de contornos abiertos

El 5/12 no solo será una gran jornada de lucha sino que también será un momento de toma de conciencia y confianza, un momento para medir los pasos que se dan colectivamente y constatar la fuerza de la clase obrera. Aún está por verse qué pasará luego del 5, en especial a partir del lunes 9 de diciembre, que aparece como la jornada decisiva que va a determinar si el movimiento se enraíza para una huelga larga de carácter político.

Como hemos dicho, las direcciones sindicales han llegado hasta aquí empujadas por la base, y porque el Gobierno, a pesar de todas sus vacilaciones, no les ha dejado otra alternativa. La gran concesión que las direcciones sindicales esperaban, la llamada cláusula “Gran Pere” (es decir la aplicación de la reforma solo a los nuevos ingresos en el mercado de trabajo) finalmente faltó a la cita. Sin embargo, aún el 26/11 en su último encuentro con el primer ministro Édouard Philippe, Philippe Martinez, secretario general de la CGT, decía que existe “una salida para el Ejecutivo” “si pone buena voluntad”. El mismo día, Laurent Escure, secretario general de la UNSA, una de las federaciones más reformistas pero que llama a la huelga a diferencia de la CFDT, decía al canal de televisión BMFTV que el Gobierno rápidamente debe poner una oferta tangible sobre la mesa pues “A falta de respuesta, el movimiento podría continuar”. Es “un error dejar que se enquiste la crisis social” amenazó el sindicalista. Porque “cuando un movimento social se inicia, se sabe cómo comienza pero no se sabe cómo termina”. Según él, “es responsabilidad del Gobierno, ya sea antes del 5, ya sea después del 5, desactivar el campo minado de esta situación”. Porque la huelga corre el riesgo de durar “varios días, eso es seguro”.

Esta actitud de las direcciones sindicales ilustra muy bien una de las posibles salidas de la huelga general, o más bien la actitud de las burocracias sindicales para evitar un salto de la lucha de clases. En los años 1930, discutiendo con una corriente inglesa sobre el “problema a de la huelga general”, el revolucionario ruso León Trotsky señalaba una "categoría" de huelga general en la que “…la dirección de la huelga acuerda previamente, es decir, sin luchar, con el enemigo de clase cuál será el rumbo y el resultado de la huelga. En determinadas ocasiones, los parlamentarios y sindicalistas perciben la necesidad de proveer una válvula de escape para la ira acumulada de las masas, o bien se ven obligados a acompañar una movilización que los ha sobrepasado. En esos casos acuden a hurtadillas al Gobierno y reciben permiso para encabezar la huelga general, con la obligación de ponerle fin lo antes posible y no causarle daño a la propiedad estatal. A veces, pero de ninguna manera siempre, negocian algunas pequeñas concesiones que les sirvan de hojas de parra. Eso hizo el Consejo General de los sindicatos británicos (TUC) en 1926. Eso hizo Jouhaux en 1934. Eso harán en el futuro. El desenmascaramiento de estas maniobras despreciables a espaldas del proletariado en lucha es un componente necesario para la preparación de la huelga general” (“El ILP y la Cuarta Internacional”). Frente a esta perspectiva es fundamental que la presión y el control de la base se multipliquen para evitar esta traición en la medida de lo posible, y si es imposible, al menos que el precio a pagar por las direcciones burocráticas del movimiento obrero sea lo más costoso posible.

Los revolucionarios y la huelga general

Pero si el principal peligro a enfrentar es el control burocrático del movimiento, las tendencias al control de la huelga por la base, a su politización y a su generalización abren la posibilidad de otra perspectiva. El fantasma de una huelga como la de 1995 con la radicalidad de los Gilets Jaunes, es un espectro que asusta al poder. Que esta se exprese como una “multitud enojadísima, sin objetivo, sin marco, casi amarilla” (Cornudet) sería un signo del carácter explosivo de la situación.

Analizando la “tumultuosa ola de huelgas que recorre España” en 1931, al inicio de la revolución española (1931-1939), León Trotsky afirmaba que: “Para empezar es preciso que quede bien claro que esta explosión elemental y violenta de las huelgas es la expresión inevitable del propio carácter de la revolución, y, en cierto sentido, su base. La inmensa mayoría del proletariado español no tiene ni la más remota idea de lo que es la organización. Durante la dictadura nació una nueva generación de obreros que no tienen ni la más mínima experiencia política independiente. Pero la revolución despierta -precisamente esta es su fuerza- a las masas trabajadoras más atrasadas, más despreciadas, más oprimidas. Su despertar toma la forma de la huelga. Por medio de la huelga, las diferentes capas de las masas trabajadoras se dan a conocer, se relacionan entre sí, experimentan sus propias fuerzas y las de su enemigo. Una capa despierta y contamina inmediatamente a otra. La consecuencia de esto es que la huelga se hace absolutamente inevitable. Los comunistas no deben alarmarse, pues en esto consiste la propia fuerza creadora de la revolución. Únicamente por medio de estas huelgas, con todos sus errores, sus "excesos", sus "exageraciones" es como el proletariado se pone en pie, se une en un todo, y comienza a sentirse y a concebirse a sí mismo como una clase, como una fuerza histórica viva. Las revoluciones nunca han avanzado, bajo el látigo de un cochero. Excesos, errores, sacrificios, así es la naturaleza de la revolución” (“El papel de las huelgas en una revolución”).

Frente a esta posibilidad, que implicaría un verdadero salto en la lucha de clases, lo peor sería mantener el inmovilismo que se mostró en el pasado, o una política de oposición entre los comunistas revolucionarios y el movimiento real, redoblando a la enésima la política testimonial como fue, lamentablemente, el caso de Lutte Ouvrière frente al movimiento de los Gilets Jaunes. Con una enorme validez, aun para corrientes que se reclaman revolucionarias como las recién nombradas, Trotsky alertaba a los comunistas de su época de estos errores y les aconsejaba: “Si el partido comunista hubiese dicho a los obreros: ‘Soy demasiado débil todavía para poder dirigirlos, esperen un poco, no se apresuren, no den la señal de combate poniéndose en huelga, ¡déjenme tiempo para crecer!’, se hubiese cubierto de vergüenza para siempre, las masas al despertar hubiesen pasado por encima de su cabeza, y, en lugar de crecer, se hubiese debilitado aún más. Prever correctamente un peligro histórico, no significa que pueda evitarse únicamente a base de razonamientos. No se pueden rechazar los peligros más que teniendo la fuerza necesaria. Para conseguir esta fuerza, el partido debe lanzarse con todas sus fuerzas hacia ese "movimiento elemental" o semielemental a punto de evolucionar; no para contenerlo, sino para aprender a dirigirlo, para adquirir autoridad y fuerza en el mismo seno de la lucha”.

Frente a la potencialidad abierta por la huelga a partir del 5, los revolucionarios deben apostar a la posibilidad de superar el control de las burocracias sindicales, que a diferencia de 1995 están fuertemente debilitadas, organizando desde el vamos asambleas del conjunto de los huelguistas, sindicalizados o no, la formación de comités de huelgas votados por los mismos, y la coordinación y centralización de las mismas a nivel regional y si es posible nacional en asambleas generales interprofesionales reales a los que se subordinen los sindicatos y que tengan derecho a la palabra todas las corrientes que se juegan al triunfo de la huelga. Es por eso que es muy alentador el resultado exitoso del tercer encuentro de trabajadores de la SNCF y la RATP reunido en la Bolsa de Saint Denis el pasado 27/11 que llaman a una coordinación interprofesional el día 6/12 a todos los sectores en huelga. Parafraseando a Trotsky frente al caso español, los revolucionarios “…no deben olvidar ni un sólo instante que los peligros inherentes al proceso revolucionario no pueden evitarse con una prudente vigilancia, sino únicamente con audacia, audacia y más audacia”. A esto nos comprometemos los que escribimos y hacemos Révolution Permanente.


Juan Chingo

Integrante del Comité de Redacción de Révolution Permanente (Francia) y de la Revista Estrategia Internacional. Autor de múltiples artículos y ensayos sobre problemas de economía internacional, geopolítica y luchas sociales desde la teoría marxista. Es coautor junto con Emmanuel Barot del ensayo La clase obrera en Francia: mitos y realidades. Por una cartografía objetiva y subjetiva de las fuerzas proletarias contemporáneas (2014) y autor del libro Gilets jaunes. Le soulèvement (Communard e.s, 2019).