En México, la primera vez que se hizo una manifestación del Primero de Mayo fue bajo la dictadura de Huerta. Rescatamos esta manifestación como parte de un proceso de reorganización obrera que dio como uno de sus frutos retomar esta tradición internacionalista en el año de 1913.
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Raúl Dosta @raul_dosta
Sábado 30 de abril de 2016
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Desde 1889 la Segunda Internacional había decretado la conmemoración internacional del Primero de Mayo como día del proletariado en honor a los mártires de Chicago, tradición que continua hasta la fecha.
Hay una brecha de 15 años entre las primeras manifestaciones en el mundo y la que se hizo por primera vez en nuestro país.
Refleja por un lado el desarrollo mismo del país confinado como productor de materias primas y sujeto a desarrollar sólo aquellas ramas en las que el capital internacional quería invertir en los países atrasados y dependientes, como el nuestro, de los grandes préstamos bancarios a los estados, para construir las redes ferroviarias y de telecomunicaciones (telégrafo) y las grandes inversiones extranjeras que se adueñaban de la minería y el petróleo.
La vieja industria textil y pequeñas fábricas de manufactura repartida por diversas ciudades, desfavorecían la conformación de grandes sindicatos, entre los trabajadores de fines del siglo XIX predominaba una incipiente organización por oficios y predominaban las mutualidades sobre los sindicatos.
El desarrollo del Partido Liberal Mexicano (PLM) orientado a organizar trabajadores en la primera década del siglo XX favoreció importantes luchas, como las emblemáticas Cananea y Río Blanco. La brutal represión del dictador Porfirio Díaz truncó esta labor, que se mantuvo viva a través de una extensa red de activistas que actuaban en las mineras del norte del país y que hacían trabajo conjunto con los sindicalistas mineros estadounidenses y retomarían algunos años después.
En medio de la Revolución Mexicana
La rebelión maderista reavivó los ímpetus de la clase obrera, muchos trabajadores se enrolaron en las filas de combatientes, pero una vez logrado la salida de Díaz del poder regresarían al trabajo reavivándose las luchas e intentos de reorganización obreras.
Así, a mediados de 1911, mientras en la política nacional se preparaban las elecciones extraordinarias que legitimarían a Madero en el poder, se desató una oleada de huelgas y de creación de sindicatos al mismo tiempo. Encabezados por grupos de artesanos y de obreros calificados a los que posteriormente se agregarían trabajadores de la gran industria, los mineros, textiles, ferrocarrileros, entre otros.
Así, surgieron en la capital sindicatos de sastres, albañiles, impresores, carpinteros mientras en Veracruz el Sindicato de Panaderos impulsaba la creación de la Confederación de Sindicatos Obreros y en la región carbonífera de Coahuila se originaba la Unión Minera Mexicana impulsada por activistas del PLM.
Respecto a las huelgas, en Veracruz los estibadores y otros sectores peleaban por un salario mínimo de 3 pesos. Los tranviarios del DF habían paralizado la capital y fueron reprimidos al igual que los huelguistas de la minera del Oro, pero persistían las luchas mineras en Chihuahua, Aguascalientes, Torreón, Monterrey, y otras ciudades. En Chihuahua, el gobernador Abraham González presionaba a los patrones para que otorgaran aumentos de salarios y eliminaran las tiendas de raya. Además, decretó el arbitraje para aquellas empresas cuyo origen hubiera sido alguna concesión o exención otorgada por el Estado.
A pesar de su debilidad, el proletariado hacía sentir escalofríos a una clase explotadora dividida y con su aparato de dominio en crisis. El mismo gobernador del DF, pocos meses después de reprimir a los tranviarios declararía: “México no necesita socialismo, aquí no hay problemas entre el trabajo y el capital”.
El gobierno de Madero también reprimió huelguistas como en Río Blanco (una vez más), donde murieron 30 de ellos a manos del Ejército federal pero la incipiente resistencia obrera y su debilidad gubernamental, lo orillaron a crear el Departamento del Trabajo para contrarrestar el proceso organizativo, tratando de acercarse a las mutualidades y la Gran Liga Obrera.
También comenzaban a salir publicaciones obreras como El Tipógrafo Mexicano, Pluma Obrera y la revista Luz cuyos impulsores llevaron también a la creación de la Casa del Obrero Mundial.
Esto sería el colofón del proceso huelguístico de 1911-12, un centro de organización y formación obrera que influiría en varias generaciones de trabajadores, más allá de las zigzagueos y divisiones generados en su seno, al calor del proceso de fraccionalización de la lucha revolucionaria que se vivía.
Una sorprendente manifestación
Además de estar involucrados en unas sesenta huelgas, los integrantes de la Casa del Obrero Mundial se propusieron realizar el acto conmemorativo del 1 de mayo de 1913. En febrero de ese año el gobierno estadounidense, a través de su embajada, había organizado un cruento golpe de estado y el general Victoriano Huerta intentaba imponerse a base del terror militarista.
La Ciudad de México había sido el escenario del golpe, con los bombardeos a la Ciudadela y la aprehensión en Palacio Nacional y posterior asesinato de Madero y Pino Suárez. La elección democrática de octubre de 1911 fue tirada al basurero de la historia y se tenía que imponer un gobierno fuerte que garantizara los intereses de EE.UU.
Contra lo que se pudiera pensar, el movimiento obrero no fue apaciguado y se logró salir a las calles como estaba planeado. Fueron veinticinco mil manifestantes, agrupados en el Zócalo capitalino. Marcharon bajo una bandera que decía “Proletariado Mexicano” seguidos por la Banda de Guerra y Música de la Escuela Industrial de Huérfanos y el contingente de la Casa del Obrero Mundial que portaba un estandarte rojo cruzado por una diagonal negra.
Con sus pancartas que pedían “Jornada de ocho horas” y “Descanso los domingos”, marcharon entre los aplausos de una muchedumbre de curiosos y de otros más que salían a vitorearlos desde las azoteas de las calles de Madero y Juárez. Llegaron a la Alameda para hacer un acto en el Hemiciclo a Juárez.
Abrió el acto Rafael Pérez Taylor, de la Casa del Obrero Mundial, con un discurso tipo anarquista, -viejo magonista que al igual que Antonio Soto y Gama, dejaría la Casa para unirse ambos a las fuerzas zapatistas-. Después tomó la palabra el obrero mecánico metalúrgico Jacinto Huitrón, cuyo discurso enalteció a los mártires de Chicago y exhortó a los trabajadores a acabar con el capitalismo.
Soto y Gama participaría haciendo una comparación de la Revolución Mexicana con la francesa y, sensible al golpe huertista, llamaría a combatir a quienes querían desviar el curso de la Revolución. Cerró el acto Epigmenio H. Ocampo, perteneciente al gremio de sastres.
Si bien algunos de los oradores fueron detenidos por hablar de política y no de sindicalismo, el régimen de Huerta tenía que consentir manifestaciones y huelgas, en tanto no lograba controlar la situación. El bloque parlamentario maderista, el Bloque Renovador, mantenía su oposición al gobierno y nombró una comisión para que recibiera de los manifestantes un pliego petitorio.
Ayer y hoy
Así fue el primer acto público conmemorativo del Primero de Mayo. Mostró la combatividad y la voz de los que luchan y se organizan, en un marco muy duro de inestabilidad económica y crisis política del régimen burgués. Los trabajadores de hoy debemos de reflexionar alrededor de estos ejemplos que nos dejaron aquellos pioneros de la lucha de clases.
La unificación de los que luchan, la sindicalización de los que aún no lo están, la liberación de sus direcciones charras de los que están sindicalizados en las viejas estructuras burocráticas, la unidad en las calles contra los planes económicos y los gobernantes corruptos y sujetos al gran capital trasnacional y recrear nuevas formas de organización independiente, siguen siendo los grandes temas en que los obreros de hoy tienen que pensar… y actuar, como lo hicieron los viejos luchadores.