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Tribuna abierta. La guerra entre Rusia y Ucrania: tres años después

Publicamos a continuación para interés de nuestras lectoras y lectores un artículo del economista marxista británico Michael Roberts sobre el estado de situación de la economía en Ucrania y Rusia luego de la guerra reaccionaria que lleva 3 años y cuando por estos días Donald Trump impuso un acuerdo por el cual obtendría para el imperialismo estadounidense el 50% de los beneficios de la explotación de diversos recursos minerales, entre ellos algunas tierras raras que posee Ucrania.

Miércoles 26 de febrero 23:57

Crédito de la foto: Ministerio de Defensa de Ucrania

Crédito de la foto: Ministerio de Defensa de Ucrania

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Ucrania: un desastre humano

Este 24 de febrero se cumplió el tercer año de la guerra entre Ucrania y Rusia. Después de tres años de guerra, la invasión rusa de Ucrania ha causado pérdidas asombrosas al pueblo y la economía de Ucrania. Hay varias estimaciones del número de civiles y militares ucranianos (muertos más heridos): 46.000 civiles y tal vez 500.000 soldados. Las bajas militares rusas son aproximadamente las mismas. Millones han huido al extranjero y muchos más millones han sido desplazados de sus hogares dentro de Ucrania. Una evaluación confidencial ucraniana a principios de 2024, publicada por el Wall Street Journal (WSJ), situó las pérdidas de tropas ucranianas en 80.000 muertos y 400.000 heridos. Según cifras del gobierno, en la primera mitad de 2024, murió en Ucrania tres veces más personas de las que nacieron, informó el WSJ. En el último año, las pérdidas ucranianas han sido cinco veces mayores que las de Rusia, y Kiev pierde al menos 50.000 militares al mes.

El PIB de Ucrania ha caído un 25% y otros 7,1 millones de ucranianos viven ahora en la pobreza.

El daño que sufren quienes se quedan en Ucrania es inmenso. Las pérdidas de aprendizaje de los niños ucranianos son especialmente preocupantes: Ucrania acabará con incorporaciones de menor calidad a su fuerza laboral debido a las interrupciones en el proceso de aprendizaje causadas por la guerra (y antes de eso, por el COVID-19). Se estima que estas pérdidas ascienden a unos 90.000 millones de dólares, o casi tanto como las pérdidas de capital físico hasta la fecha. Los estudios también muestran que una guerra durante los primeros cinco años de vida de una persona se asocia con una disminución de alrededor del 10% en los puntajes de salud mental cuando tiene entre 60 y 70 años. El problema no son solo las bajas de guerra y la economía, sino también el daño a largo plazo para los ucranianos que se quedan.

A pesar de la guerra, el año pasado se produjo una modesta recuperación económica. Las exportaciones de energía aumentaron bruscamente. Los puertos de Ucrania en el Mar Negro siguen funcionando y el comercio fluye hacia el oeste a lo largo del Danubio y, en menor medida, por tren. Mientras tanto, la agricultura se ha recuperado. Aun así, la fabricación de hierro y acero sigue siendo una fracción de su nivel anterior a la guerra: de 1,5 millones de toneladas mensuales antes de la guerra a sólo 0,6 millones mensuales.

Pero Ucrania carece de mano de obra apta para producir o ir a la guerra. La tasa de desempleo en Ucrania fue del 16,8% en enero, pero aún así sigue habiendo escasez de trabajadores porque los trabajadores cualificados han abandonado el país y la mayoría de los demás han sido movilizados en las fuerzas armadas. La situación es tan mala que se ha hablado de movilizar a los jóvenes de entre 18 y 25 años que actualmente están exentos, pero esto es muy impopular y reduciría aún más el empleo civil.

Ucrania sigue dependiendo totalmente del apoyo de Occidente. Necesita al menos 40.000 millones de dólares al año para mantener los servicios públicos, apoyar a su población y mantener la producción. Depende de la Unión Europea (UE) para esa financiación civil, mientras que depende de los EE.UU. para toda su financiación militar: una "división del trabajo" directa. Además, el FMI y el Banco Mundial han ofrecido asistencia monetaria, pero, en este caso, Ucrania tiene que demostrar que tiene "sostenibilidad", es decir, que es capaz de devolver en algún momento los préstamos. De modo que si los préstamos bilaterales de los EE.UU. y los países de la UE (y se trata principalmente de préstamos, no de ayuda directa) no se materializan, el FMI no puede ampliar su programa de préstamos.

Esto nos lleva de nuevo a lo que sucederá con la economía de Ucrania, si y cuando la guerra con Rusia llegue a su fin. Según la última estimación del Banco Mundial, Ucrania necesitará 486.000 millones de dólares en los próximos diez años para recuperarse y reconstruirse, suponiendo que la guerra termine este año. Eso es casi tres veces su PIB actual. Los daños directos de la guerra ya han alcanzado casi los 152.000 millones de dólares, con cerca de 2 millones de viviendas –alrededor del 10% del parque total de viviendas de Ucrania– dañadas o destruidas, así como 8.400 kilómetros de autopistas, carreteras y otras carreteras nacionales, y casi 300 puentes. Alrededor de 5,9 millones de ucranianos permanecieron desplazados fuera del país y los desplazados internos ascendieron a unos 3,7 millones.

Lo que queda de los recursos de Ucrania (los que no se anexionó Rusia) se ha vendido a empresas occidentales. En total, el 28% de las tierras cultivables de Ucrania está ahora en manos de una mezcla de oligarcas ucranianos, corporaciones europeas y norteamericanas, así como del fondo soberano de riqueza de Arabia Saudita. Nestlé ha invertido 46 millones de dólares en una nueva instalación en la región occidental de Volyn, mientras que el gigante alemán de medicamentos y pesticidas Bayer planea invertir 60 millones de euros en la producción de semillas de maíz en la región central de Zhytomyr. MHP, la mayor empresa avícola de Ucrania, es propiedad de un ex asesor del presidente ucraniano Poroshenko. MHP ha recibido más de una quinta parte de todos los préstamos del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) en los últimos dos años. MHP emplea a 28.000 personas y controla alrededor de 360.000 hectáreas de tierra en Ucrania, una superficie mayor que Luxemburgo, miembro de la UE.

El gobierno ucraniano está comprometido con una solución de "libre mercado" para la economía de posguerra que incluiría nuevas rondas de desregulación del mercado laboral por debajo incluso de los estándares laborales mínimos de la UE, es decir, condiciones de explotación laboral; y recortes en los impuestos corporativos y sobre la renta hasta el hueso; junto con la privatización total de los activos estatales restantes. Sin embargo, las presiones de una economía de guerra han obligado al gobierno a dejar estas políticas en un segundo plano por ahora, con las demandas militares dominando.

El objetivo del gobierno de Ucrania, la UE, el gobierno de los EE.UU., las agencias multilaterales y las instituciones financieras estadounidenses que ahora se encargan de recaudar fondos y asignarlos a la reconstrucción, es restaurar la economía ucraniana como una especie de zona económica especial, con dinero público para cubrir las posibles pérdidas del capital privado. Ucrania también quedará libre de sindicatos, regímenes y regulaciones fiscales severas para las empresas y cualquier otro obstáculo importante a las inversiones rentables del capital occidental en alianza con los antiguos oligarcas ucranianos.

Fuentes ucranianas estiman que el coste de restaurar la infraestructura (financiación del esfuerzo bélico (municiones, armas, etc.), pérdidas de viviendas, bienes raíces comerciales, compensaciones por muerte y lesiones, costos de reasentamiento, apoyo a la renta, etc. y pérdida de ingresos actuales y futuros ascenderá a 1 billón de dólares, o seis años del PIB anual anterior de Ucrania. Eso es aproximadamente el 2,0% del PIB de la UE por año o el 1,5% del PIB del G7 durante seis años. Para finales de esta década, incluso si la reconstrucción va bien y suponiendo que se restablezcan todos los recursos de la Ucrania de antes de la guerra (es decir, la industria y los minerales del este de Ucrania están en manos de Rusia), entonces la economía todavía estaría un 15% por debajo de su nivel anterior a la guerra. Si no, la recuperación será aún más larga.

Rusia: la economía de guerra

La invasión rusa de Ucrania a principios de 2022 para apoderarse de las cuatro provincias de habla rusa del Donbass, en el este de Ucrania, ha dado irónicamente un impulso a la economía. En 2023, el crecimiento del PIB real fue del 3,6% y de más del 3% en 2024. La economía de guerra de Rusia se mantiene.

En los últimos tres años de guerra, Rusia ha logrado sortear las sanciones, al tiempo que invierte casi un tercio de su presupuesto en gastos de defensa. También ha podido aumentar el comercio con China y vender su petróleo a nuevos mercados, en parte utilizando una flota paralela de petroleros para eludir el tope de precios que los países occidentales esperaban que redujera el tesoro de guerra del país. La mitad de su petróleo se exportó a China en 2023. Se convirtió en el principal proveedor de petróleo de China. Las importaciones chinas a Rusia han aumentado más del 60% desde el comienzo de la guerra, ya que el país ha podido suministrar a Rusia un flujo constante de bienes, incluidos automóviles y dispositivos electrónicos, llenando el vacío de las importaciones de bienes occidentales perdidas. El comercio entre Rusia y China alcanzó los 240.000 millones de dólares en 2023, un aumento de más del 64% desde 2021, antes de la guerra.

Sin embargo, la guerra ha intensificado la grave escasez de mano de obra. Al igual que Ucrania, Rusia sufre ahora una desesperada escasez de personal, aunque por razones diferentes. Incluso antes de la guerra, la fuerza laboral rusa se estaba reduciendo debido a causas demográficas naturales. Luego, al comienzo de la guerra en 2022, alrededor de tres cuartos de millón de trabajadores rusos y extranjeros, la clase media volcadas a las Tecnologías de la Información, finanzas y gestión, abandonaron el país. Mientras tanto, el ejército ruso está reclutando a decenas de miles de hombres en edad de trabajar. Entre 10.000 y 30.000 trabajadores se unen al ejército cada mes, alrededor del 0,5% de la oferta total. Eso ha beneficiado a los trabajadores rusos que no están en las fuerzas armadas y tienen seguridad en el empleo, ya que los gerentes se muestran reacios a despedir a alguien.

Los salarios han aumentado en dos dígitos, la pobreza y el desempleo están en mínimos históricos. En los últimos tres trimestres, los salarios de los trabajadores con ingresos más bajos del país han aumentado más rápido que en cualquier otro segmento de la sociedad, registrando una tasa de crecimiento anual de alrededor del 20%. El gobierno está gastando masivamente en apoyo social para las familias, aumentos de pensiones, subsidios hipotecarios y compensaciones para los familiares de los que sirven en el ejército.

Pero la inflación se ha disparado y el rublo se ha depreciado significativamente frente al dólar, obligando al banco central ruso a elevar su tasa de interés a más del 20%.

Una economía de guerra significa que el Estado interviene e incluso anula la toma de decisiones del sector capitalista en beneficio del esfuerzo bélico nacional. La inversión estatal reemplaza a la inversión privada. Irónicamente, en el caso de Rusia esto se ha acelerado por la retirada de las empresas occidentales de los mercados rusos y por las sanciones. El Estado ruso ha absorbido entidades extranjeras y/o las ha revendido a capitalistas rusos comprometidos con el esfuerzo bélico.

El gasto en nuevas construcciones, equipos de alta tecnología y nuevos equipos alcanzó un máximo de 12 años de 14,4 billones de rublos (136.400 millones de dólares), un 10% más que el año anterior. La tasa de crecimiento de la inversión superó la tasa de crecimiento del PIB por un margen más amplio que en cualquier otro momento de los 15 años anteriores, según el Centro de Análisis Macroeconómico y Pronósticos a Corto Plazo con sede en Moscú.

Los principales destinos de las inversiones, hasta ahora inéditas, del país son la sustitución de importaciones, la infraestructura en el este y la producción militar. La ingeniería mecánica, que incluye la fabricación de productos metálicos terminados (armas), ordenadores, óptica y electrónica y equipos eléctricos, es uno de los sectores de mayor crecimiento de las inversiones.

Muchos economistas occidentales pronostican un colapso de la economía rusa, como lo vienen afirmando desde hace tres años. La aguda escasez de mano de obra, la inflación persistente y creciente causada por el aumento del gasto militar y las sanciones cada vez más severas provocarán, según se afirma, una crisis económica que obligará a Moscú a abandonar sus objetivos en Ucrania y a poner fin a la guerra en términos más aceptables para Kiev y sus aliados.

Muchos analistas han atribuido estas señales de sobrecalentamiento al elevado gasto en la guerra en Ucrania, señalando un gasto militar récord que se espera que haya alcanzado más del 7% del PIB en 2024. Como se espera que el gasto en defensa aumente casi un 25% este año, lo que representa alrededor del 40% del gasto del gobierno federal, algunos han planteado la posibilidad de que Rusia caiga en una "estanflación", que combina una alta inflación con un crecimiento bajo o nulo.

Pero a pesar de librar la guerra más intensa en Europa desde 1945, Moscú ha logrado financiarla con modestos déficits presupuestarios de entre el 1,5 y el 2,9% del PIB desde 2022. Como resultado, el Kremlin apenas ha tenido que endeudarse para financiar la guerra. Los ingresos fiscales generados por la actividad interna se han disparado desde que comenzó la guerra. Con alrededor del 15% del PIB, Rusia tiene la relación deuda estatal/PIB más baja de las economías del G20. Por lo tanto, a pesar de estar aislada de la mayoría de las fuentes externas de capital, Rusia sigue siendo más que capaz de financiar la inversión interna y el gasto público con sus propios recursos.

En los últimos dos años, Rusia ha registrado un superávit en su cuenta corriente de alrededor del 2,5% del PIB. Mientras Rusia pueda seguir exportando grandes volúmenes de petróleo, es poco probable que esto cambie. Los ingresos de Rusia por petróleo y gas aumentaron un 26% el año pasado hasta los 108.000 millones de dólares, incluso cuando la producción diaria de condensado de petróleo y gas disminuyó en 2024 en un 2,8%, según funcionarios del gobierno ruso citados por Reuters. A pesar de seguir siendo el país más sancionado del mundo en 2024, Rusia exportó un récord de 33,6 millones de toneladas de gas natural licuado (GNL) ese año, lo que supone un aumento del 4% respecto al año anterior.

El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) ha pronosticado una disminución del precio de equilibrio fiscal del petróleo (la cantidad necesaria para equilibrar el gasto presupuestario) de Rusia a 77 dólares por barril para 2025, respaldada por una recuperación de los ingresos del petróleo y el gas. Al mismo tiempo, el precio de equilibrio externo del petróleo (el precio necesario para equilibrar la cuenta corriente externa), de 41 dólares por barril, es el segundo más bajo entre los principales exportadores de hidrocarburos. Eso significa que el precio actual del petróleo de los Urales supera con creces esos puntos de equilibrio.

Pero ninguna de estas inversiones en "economía de guerra" apoyará el crecimiento de la productividad de Rusia a largo plazo. La economía de guerra de Rusia volverá a la acumulación capitalista cuando termine la guerra. Y la economía rusa sigue estando fundamentalmente vinculada a los recursos naturales. Depende de la extracción más que de la fabricación. La producción bélica es básicamente improductiva para la acumulación de capital a largo plazo. Rusia sigue estando tecnológicamente atrasada y depende de las importaciones de alta tecnología. Incluso con estímulos fiscales masivos, todavía no ha producido tecnologías aptas para un mercado de exportación competitivo más allá de las armas y la energía nuclear, con las primeras ya aprobadas y la segunda a punto de serlo. Rusia no es un actor sustancial en ninguna de las tecnologías de vanguardia, desde la inteligencia artificial hasta la biotecnología.

La crisis demográfica, la calidad cada vez menor de la educación universitaria, la ruptura de los vínculos con las escuelas internacionales y la fuga de cerebros exacerban estos problemas. Es probable que la brecha tecnológica se amplíe, y Rusia dependerá cada vez más de las importaciones chinas y de la ingeniería inversa (copia). El crecimiento potencial del PIB real de Rusia probablemente no supere el 1,5% anual, ya que el crecimiento está limitado por el envejecimiento y la disminución de la población y las bajas tasas de inversión y productividad.

La economía de guerra rusa está bien situada para continuar la guerra durante varios años más si es necesario, pero cuando la guerra termine, Putin puede enfrentarse a una caída significativa de la producción y el empleo. El mensaje subyacente es que la debilidad de la inversión, la productividad y la rentabilidad del capital ruso, incluso excluyendo las sanciones, significa que Rusia seguirá siendo económicamente débil durante el resto de esta década.

El presidente Trump ha declarado que busca un acuerdo de paz mediante negociaciones directas con Rusia, lo que significaría el fin del apoyo financiero y militar de Estados Unidos a Ucrania. Los actuales dirigentes ucranianos se oponen a cualquier acuerdo que suponga la pérdida de territorio y cualquier veto a la futura adhesión a la OTAN. Los dirigentes europeos han declarado que respaldarán a Ucrania y seguirán financiando la guerra y proporcionando apoyo militar.

Trump quiere recuperar lo que el gobierno estadounidense ha gastado hasta ahora en Ucrania, así como garantías para futuros gastos destinados a reconstruir la economía. Se ha quejado de las enormes transferencias de fondos a Ucrania sin justificar. Esto es una desinformación. La mayor parte de los fondos que Estados Unidos asignó a Ucrania se quedaron en el país para financiar la base industrial de defensa nacional y reponer los arsenales estadounidenses. Los fabricantes de armas estadounidenses están obteniendo enormes beneficios de esta guerra.

Ahora Trump exige que Ucrania ceda a Estados Unidos el 50% de sus derechos sobre los minerales de "tierras raras" a cambio de que entregue los 500.000 millones de dólares necesarios para la reconstrucción de posguerra. Trump: "Quiero que nos den algo por todo el dinero que hemos aportado y voy a intentar que se resuelva la guerra y que se acabe con toda esa muerte. Pedimos tierras raras y petróleo, todo lo que podamos conseguir". Como dijo el senador estadounidense Lindsey Graham: "Esta guerra es por dinero... El país más rico de toda Europa en minerales de tierras raras es Ucrania, con un valor de entre dos y siete billones de dólares... Así que Donald Trump va a hacer un trato para recuperar nuestro dinero, para enriquecernos con minerales raros..." El problema es que aproximadamente la mitad de estos depósitos (con un valor de entre 10 y 12 billones de dólares) se encuentran en zonas controladas por Rusia.

Todo esto es sólo otro indicio de que los activos de Ucrania van a ser repartidos por las potencias occidentales. El mes pasado, el presidente ucraniano Zelensky firmó una nueva ley que amplía la privatización de los bancos estatales en el país. Esto sigue al anuncio del gobierno ucraniano en julio de su programa "Privatización a Gran Escala 2024", que pretende impulsar la inversión extranjera en el país y recaudar dinero para el atribulado presupuesto nacional. Entre los grandes activos que se prevé privatizar actualmente se encuentran el mayor productor de mineral de titanio del país, un productor líder de productos de hormigón y una planta de minería y procesamiento. Ucrania previó privatizar las aproximadamente 3.500 empresas estatales del país en una ley de 2018, que decía que los ciudadanos y las empresas extranjeras podrían convertirse en propietarios. Cientos de empresas de menor escala están siendo privatizadas ahora, generando ingresos de 9.600 millones de UAH (código de la Grivna, moneda de curso legal ucraniana. N.deT.) (181 millones de libras esterlinas) en los últimos dos años. Se trata de un subprograma de siete años denominado SOERA (actividad de reforma de las empresas estatales en Ucrania), financiado por USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional. N.deT.) y con el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino Unido como socio menor. SOERA trabaja para “promover la privatización de determinadas empresas estatales y desarrollar un modelo de gestión estratégica para aquellas que permanezcan en propiedad estatal”.

El capital británico también se está relamiendo. Documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores británico publicados recientemente señalan que la guerra ofrece “oportunidades” para que Ucrania implemente “algunas reformas de enorme importancia”. “El Reino Unido espera que las empresas británicas obtengan beneficios de la reconstrucción de Ucrania”, observa un informe sobre la ayuda británica a Ucrania elaborado a principios de este año por el organismo de control de la ayuda, ICAI.

La invasión de Putin ha llevado al pueblo ucraniano a manos de un gobierno pro libre mercado y antilaboral que permitirá al capital occidental apoderarse de los activos de Ucrania y explotar su reducida fuerza laboral. Tal vez eso era inevitable: de los oligarcas prorrusos y prooccidentales de antes de la guerra, al capital occidental de ahora.

La guerra no sólo ha destruido a Ucrania, sino que ha debilitado gravemente la economía europea, ya que los costes de producción se han disparado con la pérdida de las importaciones de energía barata de Rusia. Pero parece que los líderes europeos quieren continuar la guerra incluso si Trump se retira. Están luchando desesperadamente por conseguir fondos para hacerlo y para proporcionar más ayuda militar al asediado gobierno ucraniano. Algunos líderes están proponiendo enviar tropas a Ucrania. Así que "guerra, no paz".

Igual de mala es la decisión de la OTAN y de los principales líderes de Europa de duplicar el gasto en defensa, que para finales de la década representa un promedio del 1,9% del PIB, supuestamente para resistir los inminentes ataques rusos si Putin logra la paz este año. Esta decisión se justifica de forma ridícula con el argumento de que el gasto en “defensa” “es el mayor beneficio público de todos” ( Bronwen Maddox, directora de Chatham House, el “think-tank” de relaciones internacionales que principalmente presenta las opiniones del estado militar británico). Maddox concluyó que: “el Reino Unido puede tener que endeudarse más para pagar el gasto en defensa que necesita tan urgentemente. En el próximo año y más allá, los políticos tendrán que prepararse para recuperar dinero mediante recortes a los beneficios por enfermedad, las pensiones y la atención médica… Al final, los políticos tendrán que persuadir a los votantes para que renuncien a parte de sus beneficios para pagar la defensa”. El mismo mensaje nos llega del líder del partido ganador en las elecciones alemanas.

Esto significará una enorme desviación de las inversiones en servicios y prestaciones públicas muy necesarios y en inversiones tecnológicas hacia una producción de armas improductiva y destructiva, lo que genera una enorme incertidumbre sobre el futuro de Europa como entidad económica líder durante el resto de esta década y más allá.


Michael Roberts

Marxista británico, a través de su blog thenextrecession.wordpress.com discute aspectos teóricos que permiten explicar la crisis mundial y analiza las perspectivas económicas. Es autor de los libros La larga depresión y Marx 200.