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Red Internacional

40 años. Las huellas en Malvinas después de la guerra

Eduardo Longoni viajó a Malvinas años después de los combates. Sus fotografías y relato son la reconstrucción de una zona de guerra que los militares quisieron ocultar.

Viernes 1ro de abril de 2022 | Edición del día
ENTREVISTA A EDUARDO LONGONI FOTÓGRAFO - YouTube

Eduardo Longoni nos cuenta en esta entrevista cómo la guerra de Malvinas estuvo muy ligada a su trabajo pero también a su experiencia personal ya que en 1978 le tocó hacer la colimba y estuvo movilizado por el ejército en la frontera con Chile por las islas del canal de Beagle: una guerra que no fue, experiencia que vivió intensamente.

Cuando llegó la guerra del ‘82, lo único que le pidió a su jefe de la agencia Noticias Argentinas, donde trabajaba en ese momento, era que lo mandaran como corresponsal. Pero a los únicos que dejaron estar ahí fueron a los fotógrafos de la agencia oficial: Télam, además de aquellos fotógrafos que llegaron con los ingleses. Desde Argentina, no hubo más que una mirada oficial. El director de ese momento, Tato, lejos de mandarlo a Malvinas, lo envió al mundial de España, su primer mundial de fútbol, para protegerlo porque estaba convencido que iban a mandar como soldados a la clase ‘59 (a la que pertenecía Eduardo) por ser la única con instrucción para la guerra.

«Viví la guerra con la angustia que la vivieron todos los argentinos. Además con la angustia de que yo quería estar ahí. Siempre me pareció que fue como una gran asignatura pendiente para mí.»

Pero Eduardo no se consideró nunca de los fotógrafos que le interesan las guerras y que se desplazan de una en otra. A él le interesaba esa guerra en particular, porque era una que él podía entender. Es que siempre le gustó fotografiar aquello que comprendía.

Fotografiar Malvinas

Ese sentimiento por Malvinas lo llevó en 2002 a ir a las islas a hacer una nota para los 20 años de la guerra. Pero cuando llegó allá no supo qué fotografiar. Tenía una sensación de mucho agobio por lo hostil del lugar, pero además por lo pequeño.

Islas Malvinas | Eduardo Longoni.

Cuando uno llega con una cámara, nos cuenta, enseguida saben que sos argentino y que sos fotógrafo. En ese viaje aprendió rápidamente que no es que allá no quieren a los militares argentinos que para ellos invadieron las islas, sino que no quieren a ningún argentino. Él fue con esa idea de no tener nada que ver con la dictadura ni con Galtieri, es más, sabía que nuestro pueblo padeció más que ellos ese conflicto por lo que significó la dictadura para nuestro país, pero allá, nos dice, no hay un acuerdo con eso. Es por eso que trabajar en las islas no es sencillo. Además, Eduardo no se había preparado bien. Su llegada a Malvinas lo golpeó demasiado emocionalmente. Pero por suerte, tuvo revancha, y en el 2007 volvió, para el 25 aniversario.

Durante los cinco años del medio entre un viaje y el siguiente, estudió la guerra, cada batalla, entendió por qué los ingleses entraron por determinado lugar, qué pasó con las defensas argentinas, qué pasó en general. Se especializó en la guerra. Además, hizo algunos contactos y logró que lo pudieran llevar a lugares interesantes como a la pradera del Ganso donde cayó el avión Pucará en los primeros combates aéreos que prácticamente no se había visto hasta ese momento por la distancia a la que estaba. Para encontrarlo estuvieron cinco horas dando vueltas con un inglés que hizo de guía, recordó. Ese tipo especialmente odiaba a los argentinos por dos motivos: el primero, que era el locutor de la radio de Malvinas, y le dijo, tal vez de manera exagerada, que cuando en la madrugada del 2 de abril Argentina tomó las islas, le pusieron “un tanque por la ventana” para que lea la proclama. Pero también odiaba fervientemente a Maradona por su gol con la mano. Por suerte, dice Longoni, se ve que era poco afecto a Google porque, sino, lo hubiera odiado especialmente.

Ese viaje lo recuerda como uno muy triste pero también como el viaje en el que pudo meterse verdaderamente en lo que son las huellas de la guerra. Tuvo la sensación de haber pisado los campos de batalla y de haber entendido un poco más lo que fue Malvinas y la tristeza que eso nos genera a todos.

Un oxidado cañón argentino en Wireless Ridge. Islas Malvinas | Eduardo Longoni.

«Yo creo que no hay un lugar más triste en el mundo como el cementerio argentino de Malvinas, que está en Darwin.»

La imagen del cementerio

Además de la soledad que implica estar en una colina, recuerda, en Malvinas en general siempre el cielo está encapotado y hay viento y mucha soledad. Sin embargo, tenía la sensación de que no lograba traducir en fotos la tristeza que él sentía estando ahí a pesar de intentar fotografiar desde todos los ángulos y perspectivas posibles. Como ese día tenía planificado ir también a la Bahía de San Carlos, lugar por donde entraron los ingleses, y no quedaba cerca del cementerio, tuvo que irse en la camioneta con su guía para aprovechar el tiempo. Longoni se fue con tristeza pero además con bronca por no haber logrado transmitir lo que a él le pasaba en sus fotos. Algo bastante común para los fotógrafos.

«Los fotógrafos tenemos a lo largo de décadas de trabajar tal vez un puñadito de fotos que nos identifican, muy poquitas. Que es cuando todo, el ojo, la mirada, el corazón y tu alma están en el mismo eje. Eso que decía Cartier-Bresson.»

Las calles están casi todas en muy mal estado y eso ayudó a que en el camino se fuera quedando dormido. Cuando despertó, se veía como una cortina de agua y la imagen de las cruces se le clavó en los ojos. Vió una foto: la posibilidad de fotografiar las cruces a través del vidrio empapado. Era como si la cámara llorara. Le pidió a su acompañante que dieran la vuelta y así fue que de regreso hizo la imagen imborrable del cementerio desde dentro de la camioneta. Por fin sintió que esa foto traducía su estado de ánimo.

Cementerio Argentino de Darwin. Islas Malvinas | Eduardo Longoni.

Tuvo el recuerdo en ese momento de aquella foto que hizo en el año ‘85, cuando fue el juicio de las Juntas. En el momento que entraron por primera vez todos los militares para sentarse en el banquillo de los acusados, fue la única foto que hizo en su vida llorando. Aquella vez, el que lloraba era Eduardo. En Darwin, la que lloraba era la cámara.

Un pullover en Malvinas

Eduardo nos contó que visitó una granja en su viaje de 2007 donde lo recibió una pareja que vivía cerca del Mont London: el último monte donde estuvieron las defensas argentinas. La mujer que residía allí era una de las hijas del matrimonio de esa granja que había tenido que irse en los tiempos de la guerra y abandonarla. Al regresar a su casa se dieron cuenta que faltaban cosas, sobre todo comida y algo de ropa.

Esa mujer le contó que en el 2006, un día tocó a la puerta de su casa un señor: Miguel Ángel Savage, con su mujer y dos hijas. Llegaba con un paquete y la historia de que había sido soldado en la guerra. Le dijo que junto a otros soldados argentinos habían tomado la casa porque pensaban que había un comando inglés que era quien pasaba la información de donde estaban las tropas argentinas, pero finalmente, luego de vigilar la granja un tiempo, se dieron cuenta que no había nadie.

Miguel traía en sus manos un pullover envuelto como un paquete. Lo había tomado aquella vez, después de comer tres panes de manteca al hilo del hambre insoportable que sentía, porque le recordaba el olor de su abuela. Ese pullover, decía él, le había salvado la vida. Le dio abrigo. Con él cayó prisionero y viajó en el Canberra de regreso que era el barco inglés que devolvió a los prisioneros. Miguel quería devolver el abrigo a sus verdaderos dueños. Eduardo fotografió ese pullover con una carta en inglés que el ex combatiente argentino había escrito por si no encontraba a nadie.

Pullover y carta en inglés devuelto por un ex combatiente argentino a su dueño inglés en las Islas Malvinas | Eduardo Longoni.

Es una foto que tiene una gran historia detrás. No es de las imágenes que te “agarra de las solapas y te dice mirame”, no es de las que cuentan la historia potentemente. A veces las fotos son solo un registro y la historia que tiene detrás es lo más potente.

«Por suerte lo comprendí rápidamente de mis maestros de Noticias Argentinas que es que el fotógrafo no tiene que tener una veleidad, tiene que saber contar. Para mí esa foto era eso. Yo creo que tal vez de ese viaje es la historia más conmovedora, pero no es la mejor foto, obviamente. Es la historia más conmovedora.»

Cuando Eduardo visitó a Miguel al regreso de su viaje, él le contó que al regresar de la guerra pudo rehacer su vida, trabajar en un negocio que era de su padre, casarse y tener familia. Ese pullover azul lo acompañaba enmarcado en su casa. Estuvo lejos del triste fenómeno donde fueron más los soldados que regresaron de la guerra y se suicidaron en años posteriores, que los que murieron en Malvinas. Pero en una época, le confesó que empezó a soñar mucho con Malvinas y, de alguna manera, ese viaje fue una manera de exorcizar eso.

Lo que conmueve, dice Eduardo, es que hay gestos humanos que trascienden la guerra. Los granjeros comprendieron totalmente la acción de ese pibe que tomó prestado ese pullover para salvar su vida y que ahora quería devolverlo.

Los medios y la guerra

Eduardo tuvo la suerte de trabajar en una agencia como NA que era una agencia que estaba plenamente en contra de la dictadura, de hecho durante la guerra estuvo clausurada por dar información que no estaba permitida por los entes que regulaban, o censuraban, cierto tipo de información.

Lo que quedó después de una batalla. Islas Malvinas | Eduardo Longoni.

Algo que muestra a la dictadura de manera más miserable con respecto a la información era que negociaban con ella por miles de dólares. Remarca que los únicos fotógrafos que estaban en la guerra eran los de Télam, y las características de la fotografía de la época (fotos analógicas, había que montar un laboratorio, tener un transmisor de telefoto y buena línea telefónica o de radio). Con eso en mente, nos cuenta que el material viajaba en forma de rollo, incluso a veces sin revelar siquiera, por avión. Se transmitían muy pocas fotos, muy diferente a ahora. Ese material que volaba se convirtió en una mercancía de la dictadura que creó una especie de “agencia” que vendía esas fotos a los corresponsales extranjeros.

Eduardo piensa en la guerra que lamentablemente vivimos hoy, una en Europa, que tiene publicidad. Hay muchos fotógrafos en Ucrania, no tantos en los campos de batalla pero sí en las cercanías. En Malvinas, que era una guerra muy importante para el mundo por ser una guerra entre dos naciones occidentales, de trincheras, colonialista; había una gran cantidad de corresponsales que vinieron a cubrirla pero que no pudieron llegar a las islas. Toda la prensa internacional estuvo en el Sheraton de Buenos Aires, a miles de km del conflicto. Muchos de esos cronistas fueron los compradores de ese material pirateado por la dictadura.

Todas las guerras tienen propaganda, dice. Ahora, esta guerra, tiene propaganda de los rusos, de los ucranianos, de los europeos, de la OTAN. Un poco, los que están en la primera línea, son quienes están viendo exactamente lo que está pasando, al menos en ese lugar. La información siempre está fragmentada, lo que no sé, dice Eduardo, es si además de propaganda hay este tipo de miseria que tuvo que ver con la dictadura.

«No sólo secuestraban y desaparecían a la gente sino que se robaban desde una casa hasta un velador, así que por qué no se iban a robar los rollos de los fotógrafos.»

Imaginar las fotos del ‘82

Nadie sabe lo que es la guerra hasta que no la vive, dice Longoni. Malvinas fue quizás la última guerra de trincheras que hubo y además fue una guerra nocturna, donde el ejército inglés avanzaba de día y atacaba de noche. Haciendo un ejercicio de libre imaginación total, porque él no estuvo en la guerra y además los fotógrafos que fueron casi no pudieron salir de Puerto Argentino, se imagina fotografiando a los soldados y sus privaciones.

Recuerda que en 2007 fotografió una trinchera cavada en las rocas con techo de chapa que todavía existe, oxidado y agujereado. En ese entonces entró en ella solo y se quedó unas dos horas. Había una suela de zapatilla y algunas huellas de la guerra. Veía el horizonte, las nubes, a través de una rendija. Imaginó a los soldados que estuvieron en esa trinchera y supo que por el mismo agujero desde donde él observaba el horizonte, vieron venir la muerte, a sus enemigos armados. Quizás ni los vieron porque cayó una bomba y no vieron nada más.

Trinchera argentina. Islas Malvinas. | Eduardo Longoni

Siempre le impresionó mucho la cantidad de suelas de zapatillas de goma que encontró ahí. ¿Cómo a alguien se le ocurrió mandar a soldados en zapatillas a Malvinas en julio, en mayo, que siempre está mojado…?

Seguramente hubiera fotografiado la guerra con esa mirada brutal, no solo porque era brutal lo que pasaba delante suyo, dice, sino porque él no había tenido ninguna preparación fotográfica. La cámara era su instrumento de militancia. La evolución de una mirada, reflexiona, a veces tiene que ver con tener una mirada más estética. Y no duda: con la mirada que tiene hoy se hubiera comido todas las fotos que hizo. En aquel momento era levantar la cámara y disparar más rápido de lo que implicaba ser blanco móvil para la dictadura que tenía, en la calle, esa máxima de que lo que no se veía, no ocurría. Estaba claro, había que hacer la foto rápido e irse para preservar el material.

Eduardo dice que nos pasamos la vida puteando a la Argentina y tenemos la única democracia que juzgó a su dictadura precedente. Se juzgó a los militares que hicieron el manejo de la guerra y aún hoy se sigue peleando por abrir archivos. Hace días pudo viajar a La Plata, a la UTN, porque la dirección de inteligencia de la policía de la provincia le hizo entrega a la comisión provincial de la memoria de todos los archivos que tenían que ver con los estudiantes desaparecidos en la UTN de Berisso.

Como sociedad tenemos, más allá del resurgir de las derechas latinoamericanas y del negacionismo, una sociedad con memoria, reflexiona Longoni. Y agrega que le disgusta que haya cuatro marchas, que le encantaría que hubiera una sola y que participaran todos los partidos políticos. Cree que con la guerra pasó lo mismo, más allá de los años de tratar de ocultar a los soldados, que no se les diera trabajo, o que les dieran una pensión que no alcanzaba. La mayoría de los argentinos tenemos memoria.

Lo que a Eduardo Longoni le importa, hasta la última de sus fotos, es guardar la memoria de los argentinos. Guardar la memoria de lo que fue la dictadura. Y la dictadura fue todo esto: fue los desaparecidos, la cuestión económica, las dos guerras, o la guerra y media, porque la otra (la del Beagle) estuvo a punto de suceder y hubiera sido otra tragedia.






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