Un recorrido por los juicios y las purgas del estalinismo a los dirigentes revolucionarios de Octubre del 17. Trotsky los denuncia mientras que, a la vez, defiende las conquistas de la revolución.
Lunes 22 de agosto de 2016
“Estos procesos no han sido llevados adelante por el comunismo ni por el socialismo, sino por el Stalinismo, es decir, por el despotismo irresponsable de los burócratas contra el pueblo”, León Trotsky.
La Revolución Rusa de 1917 llevó a los trabajadores a la toma del poder y a la liberación de las cadenas de la explotación capitalista. Sin embargo, tuvo que enfrentar grandes dificultades económicas, un país devastado por la guerra y un régimen soviético revolucionario aislado del resto de Europa. Esta situación fue el caldo de cultivo para que en el lapso de una década se fuera gestando una burocracia en el seno del Estado Obrero.
Este proceso de burocratización para 1934 había adquirido proporciones magnificas: anulando a los soviets bajo la dictadura del partido único, y ahogando la crítica interna, la burocracia logra reinstalar la desigualdad social. Apoyada en el prestigio del Partido Bolchevique, y la confianza que este inspiraba a los trabajadores europeos, la burocratización se traslada también a la Internacional Comunista (Comintern).
La camarilla gobernante en defensa de sus privilegios le tenía un miedo mortal a la movilización de la clase obrera en la URSS, pero también a escala internacional. Stalin inaugura la tristemente célebre teoría del “Socialismo en un solo país”.
Las consecuencias de los zig- zags de la Comintern bajo la dirección estalinista serán nefastas para el proletariado internacional: en Alemania se niega a impulsar el Frente Único Obrero para la defensa de los ataques fascistas que permite el ascenso del nazismo. En España y Francia, haciendo frente con la burguesía, empantanan la revolución en el lodo de la derrota, lo que prefiguraba una nueva guerra interimperialista en el horizonte que podía desatar nuevos procesos revolucionarios.
En la URSS: Las grandes purgas
Para fines de 1934, el asesinato de Kirov, aliado de la burocracia estalinista, será la excusa para desatar una brutal represión. Se impusieron expulsiones masivas del partido y de la Comintern; deportaciones y más de un millón y medio de opositores terminarán en los campos de concentración mientras que 700.000 serán directamente ejecutados.
Es que el malestar empezaba a acrecentarse por la imposición del trabajo a destajo que implicaba el modelo stajanovista (que impuso el obrero Stajanov con sus ritmos de trabajo), que terminará provocando accidentes que serán considerados sabotajes, producto de conspiraciones y revueltas, castigadas como actos de traición. Mientras se imponía un proyecto de constitución que eliminaba el carácter revolucionario de los soviets, transformando la democracia directa en una democracia representativa.
Dentro de la oposición al régimen de Stalin, la Oposición de Izquierda, que empezaba a desarrollarse en la URSS y a escala internacional, considera a las purgas como una guerra civil unilateral. La incompatibilidad entre la burocracia y la herencia de la revolución, e incluso con la propia naturaleza del Estado soviético, se vuelve directamente física. La oposición troskista, en particular, era una amenaza porque mantenía viva la llama de Octubre y la tradición revolucionaria del Partido Bolchevique, construido por Lenin. Sin embargo, para la supervivencia del thermidor soviético, no alcanzaba con la liquidación de los partidarios de Trotsky, era necesario barrer todo vestigio del pasado revolucionario.
Los Juicios de Moscú
Con este nombre se conoció a una serie de juicios llevados a cabo entre 1936 y 1938, en los que fueron juzgados, declarados culpables y ejecutados todos los miembros del Comité Central bolchevique de 1917. La misma suerte correría “la cohorte de hierro”, la generación intermedia que se había fogueado en los frentes de batalla de la guerra civil y una parte importante de la juventud que había tomado en serio la tradición bolchevique. Tujachevsky, mano derecha de Trotsky y general condecorado del Ejército Rojo, también será juzgado y ejecutado en un juicio secreto.
1936: El primer juicio o “El juicio de los 16” (agosto de 1936)
Bajo las acusaciones de intentar formar una red para hacerse del poder y de organizar atentados terroristas, sin pruebas y contando sólo con las declaraciones de Zinóviev y Kámenev, comenzó una farsa de juicios en la que los imputados, todos miembros prominentes del partido, “confesaron” ser autores o cómplices de los más atroces crímenes.
Kámenev y Zinóviev
Ninguno de los acusados era trotskista, de hecho muchos habían sido fuertes adversarios. Incluso algunos como Kámenev y Zinóviev, habían capitulado frente a Stalin en 1927/28 luego de haber sido parte de la Oposición Conjunta junto a Trotsky. El objetivo de la GPU estalinista (la que orquestó los juicios en esta primera etapa) fue arrastrar a esta misma Oposición en el proceso.
Trotsky señalará en ese entonces: “Alguien podría decir que, después de la experiencia de los dieciséis que pagaron sus confesiones falsas con sus vidas, nadie colaborará con un juicio similar. Ilusiones. El juicio de los dieciséis no fue el primero de su tipo ni será el último (…) desde el punto de vista de la diplomacia, la camarilla de Stalin se batió tácticamente en retirada (…) pero sólo para mejorar sus posiciones para el ataque estratégico”.
1937: Segundo Juicio o “El juicio de los diecisiete” (enero de 1937)
En este caso las acusaciones se desprendían del juicio anterior, Piátakov y Rádek fueron acusados de conformar una red paralela a la anterior por si ésta fracasaba, con apoyo de la Gestapo. Nuevamente se repitió el método de las “confesiones” y se desató una nueva oleada de detenciones masivas. Esto último provocó una crisis generalizada incluso en los más fervientes estalinistas (muchos de los cuales también fueron fusilados), por lo que se detuvieron los juicios públicos. Esto no impidió que se prosiguiera con las ejecuciones sin juicio. Muchos optaron por el suicidio frente a la “opción” de tener que “confesar” falsos crímenes.
Tujachevsky y otros grandes generales del Ejército Rojo
1938: Tercer Juicio o “El juicio de los veintiuno” (marzo de 1938)
La lista de acusaciones fue espectacular. Conspiraciones, atentados e intentos de asesinato, agentes de espionaje para agencias inglesas, alemanas, japonesas muchas veces en simultáneo. Son juzgados antiguos miembros de la oposición derechista de Bujarin junto a Rakovsky, principal dirigente de la oposición de Izquierda en la URSS y amigo personal de Trotsky, además de un brillante teórico marxista. Por más que éste capitulara ante Stalin, en 1934, con el argumento de mantener la unidad del partido frente al avance de Hitler, también será juzgado, condenado y ejecutado.
El poeta Mandelstam
El director de teatro Meyerhold
El trotskismo nace combatiendo política, física y teóricamente a la burocracia. Denuncia los errores y luego los crímenes de la pandilla del Kremlin sin dejar por un minuto de defender las conquistas de la revolución. Decretada la bancarrota de la II y la III Internacional, vuelca sus esfuerzos a la construcción de una nueva organización para vencer: la IV Internacional, que finalmente se constituye en 1938.
Esta corriente fue la única que organizó una campaña activa denunciando los Juicios de Moscú e impulsó la conformación de una comisión investigadora, presidida por el reconocido pedagogo y filósofo John Dewey e integrada por intelectuales y personalidades notables como el destacado abogado John Finerty, quien participó en importantes juicios políticos como el de Sacco y Vanzzeti. Esta comisión investigadora es conocida como: Comisión Dewey.
El legado más preciado del troskismo es, sin duda, haber dado una batalla colosal e inclaudicable frente a la burocratización del primer Estado Obrero de la historia, parido por la revolución más grande de todos los tiempos. Sin estas conclusiones, sin esta lucha encarnizada en defensa del marxismo, sería imposible la preparación del porvenir.
Aquellas decenas de miles que dejaron su vida en esta lucha sin cuartel son las que dejaron como legado para las futuras generaciones de socialistas una bandera limpia: “Si nuestra generación se ha revelado débil para imponer el socialismo en la tierra, dejemos al menos a nuestros hijos una bandera limpia. La lucha que se desarrolla sobrepasa de muy lejos en importancia a las personas, a las fracciones a los partidos. Es una lucha por el porvenir de la raza humana. Será una lucha dura. Y larga. Los que buscan la tranquilidad y el confort que se aparten de nosotros. En las épocas de reacción, ciertamente, es más cómodo vivir con la burocracia que investigar la verdad. Pero aquellos a los que el socialismo no les resulta una palabra vana sino el objetivo de su vida moral, ¡adelante! Ni las amenazas, ni las persecuciones, ni la violencia nos detendrán. Será tal vez sobre nuestros huesos, pero, la verdad se impondrá. Le abriremos el camino. La verdad vencerá. Bajo los golpes implacables del destino, me sentiré dichoso, como en los grandes días de mi juventud, si he logrado contribuir al triunfo de la verdad. Pues la más grande felicidad del hombre no está en la usufructo del presente, sino en la preparación del porvenir.” (León Trotsky, 1937).
Lecturas recomendadas:
El Caso León Trotsky, ediciones IPS- CEIP.