Son tan pocas empresas las que hoy participan del comercio exterior en relación a la cantidad de dólares que manejan que es prácticamente como si fuese un monopolio. ¿Por qué no un monopolio estatal del comercio exterior? Columna de economía en #SeTeníaQueDecir.
Un monopolio es el nombre que se utiliza para designar a un tipo de mercado donde hay un solo oferente, es decir, un solo vendedor. En el caso del comercio exterior nos estaríamos refiriendo a que en un determinado país hay un solo exportador pero también importador de bienes de afuera. O sea, un solo intermediario.
Esto significa que ese exportador tiene muchísimo poder concentrado para tomar decisiones de todo tipo: cuánto comprar y vender, qué se necesita importar en el país y qué no, si se va a tener en cuenta qué se puede exportar sin afectar a la población o no.
¿Existe hoy en Argentina un monopolio del comercio exterior?
Parece que no, porque no hay exactamente un solo exportador, pero son tan pocas empresas las que hoy participan del comercio exterior en relación a la cantidad de dólares que manejan, que es prácticamente como si fuese un monopolio. Cuando son así de pocas se les dice oligopolio, y eso es fatal porque tienen una enorme capacidad para imponer condiciones al Estado o para apropiarse de una parte de la renta.
O sea, hoy tenemos un monopolio privado del comercio exterior.
Esto es de lo que están muchos hablando ahora que saltó el caso de Vicentín. Sacó a luz por ejemplo que en el comercio de granos y derivados, son solamente 10 empresas las que controlan el 91 % de la exportación de granos. Y no es menor, porque se trata del sector que más divisas genera en el país. Tienen hasta sus propios puertos privados todo alrededor del río Paraná: cargill, Bunge, AGD, Vicentin, Deryfus, Molinos Río de la Plata. Algunos hasta tienen su propia flota de barcos.
La mayoría son multinacionales, que tienen una práctica de llevarse sus ganancias afuera y reinvertir lo menos posible (precios de transferencia, créditos entre filiales). Pero con Vicentin que es nacional, se vio que también fugan capitales, tienen cuentas en paraísos fiscales, subdeclaran los precios de venta, y evaden.
Por ejemplo el mismo Gobierno dice que sacaban la mercadería como si la estuviesen exportando desde Paraguay o Uruguay para no pagar impuestos. Y esto no lo hace sólo Vicentín. Lo hacen todas. El Estado lo sabe, y ellas no tienen consecuencias.
Todos estos mecanismos hacen que se queden con una parte importante de la renta de la tierra. Y que después puedan especular con el dólar y presionar por devaluaciones, por ejemplo.
¿Cómo se puede evitar la evasión y las presiones devaluatorias?
Con un monopolio estatal, y no privado, del comercio exterior que esté en manos del Estado. Sería una medida de defensa nacional frente a los vaivenes de la economía internacional y frente a ese dominio de una parte muy importante de la economía que tienen esas trasnacionales.
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O sea, administrar esas divisas en función de lo que se necesite y no de las ganancias de unos pocos. Por ejemplo, si se quiere realizar importaciones, comprar máquinas y elementos para abastecer la industria, o decidir primero garantizar los alimentos locales para que no se especule con el precio interno por ejemplo de la carne, y después ver qué se exporta.
¿Cómo sería en concreto un monopolio estatal?
Hay muchas experiencias internacionales de países que lo hacen y en nuestro país tuvimos el caso del IAPI (Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio) en el gobierno de Perón en el año 1946. O sea, un organismo estatal que intermediaba en la compra y la venta.
El IAPI no sólo tenía funciones comerciales, también financieras, de regulación del mercado interno, abastecer bienes importados, de dar subsidios, entre otros.
Se trata de una decisión política de afectar fuertes intereses de las trasnacionales. El IAPI compraba la producción a las cerealeras y decidía qué exportar y qué destinar a producir harinas y aceites o regular el mercado interno.
Esto permite también poner precios distintos para los granos que compra adentro de los que se exportan, y apropiar una parte importante de la renta.
Me preguntaban ayer, ¿cuánta plata se podría ahorrar el estado con esta medida? Y bueno, muchísima. No es sólo ahorro, es tener soberanía de los recursos.
También me decían, ¿y las retenciones? ¿el Estado va a estar de los dos lados del mostrador? Directamente al imponer precios no se necesita de esas retenciones. El año pasado se recaudó el 7 % de los recursos tributarios. Es una medida muy superior a la de las retenciones.
Precisamente estamos hablando de un tema clave, porque se trata de quién se apropia no sólo de las divisas, sino de una ganancia extraordinaria que se genera en el agro por los altos rendimientos que tiene la tierra en estas pampas, una ganancia que se le llama renta de la tierra.
¿Cuál es el modelo entonces?
Aunque el IAPI sirva para ejemplificar que eso es posible y que eso se hizo acá, su balance nos deja que no fue una nacionalización al servicio de las mayorías sociales. Porque precisamente al no estar las decisiones en manos de los trabajadores, el IAPI en un determinado momento cambió su rol y pasó de obtener divisas a subsidiar a la producción rural, donde hay propiedades enormes de la tierra, y no tiene lógica.
Para que no pase eso y para que sea una verdadera medida de defensa y soberanía nacional, cualquier nacionalización del comercio exterior tiene que ir acompañada de un avance sobre la gran propiedad de la tierra y ese monopolio tiene que estar en manos de los trabajadores, de un gobierno de los trabajadores que sean quienes tomen verdaderamente esas decisiones.