Durante esta semana se han producido importantes movilizaciones, con fuerte protagonismo de trabajadores y el movimiento indígena, que vuelven a dibujar un escenario de resistencia contra los planes del Gobierno. En un contexto de empobrecimiento acelerado y agudización del malestar social el fantasma de la revuelta de octubre del 2019 sobrevuela el país andino.
Viernes 29 de octubre de 2021
Después de menos de seis meses de gobierno, el presidente ecuatoriano Guillermo Lasso vuelve a encontrarse nuevamente con vientos de protesta en el país andino. Esta semana ha tenido lugar las movilizaciones más importantes desde la revuelta de octubre de 2019.
La subida de los precios de los carburantes ha vuelto a ser una las causas que ha provocado el aumento del malestar social. Sin embargo, no ha sido el único motivo por el cual las principales organizaciones sindicales y del movimiento indígena han pasado a la acción.
La situación desde el estallido de la pandemia es de un deterioro acelerado de las condiciones de vida de las clases populares. Las cifras oficiales de pobreza y extrema pobreza han escalado hasta cifras estratosféricas, con más de cinco millones de personas que actualmente han caído en situación miseria y hambre. Esto ha provocado una ola migratoria que trata de escapar del país. También hay un significativo aumento de la violencia callejera y la delincuencia que golpea sobre todo a los barrios obreros y populares.
Al mismo tiempo el escandalo destapado por los llamados “Pandora Papers” en el que se revelan las cuentas en paraísos fiscales del propio presidente, le ha quitado de golpe una enorme legitimidad y capacidad para imponer todos los ajustes que estaba preparando su gobierno.
Todos estos elementos han hecho que las tensiones sociales se eleven considerablemente. Las reformas fiscal y laboral, enormemente regresiva en la cual se incluye supuestos en los que sea el propio trabajador el que indemnice al empresario en caso de despido procedente, junto a la privatización de las principales empresas publicas eléctricas han despertado un gran rechazo contra estas medidas.
Previendo este escenario y con la excusa del aumento de la delincuencia Lasso decretó el Estado de excepción, para tener mayor capacidad de represión ante las inminentes movilizaciones que iban a desatar sus ajustes.
Esta semana finalmente tenían lugar paros y movilizaciones en todo el país que han dejado decenas de heridos y detenidos entre los manifestantes. También el FUT, el principal sindicato del país, ha amenazado con convocar una huelga general para principios de noviembre.
La protesta no llega los niveles ni de masividad ni de radicalidad que hace dos años, pero muestra claramente que hay un hartazgo enorme con las políticas neoliberales de Lasso y a todo un sector que está dispuesto a enfrentarse en las calles para parar sus principales ataques. Estos sectores siguen enormemente influenciados por las burocracias sindicales, pero también por la principal organización del movimiento indígena, la Conaie.
Estos aparatos ya demostraron en 2019 que son incapaces de llevar hasta al final sus propias demandas y terminan contemporizando con el gobierno y Estado burgués. Esto es lo que sucedió en aquellas jornadas en donde la potencia de la movilización pudo hacer caer al gobierno y poner en jaque la política imperialista del Fondo Monetario Internacional.
Esta experiencia tiene que servir de lecciones de cara al aumento de la protesta social y a la posibilidad de un nuevo estallido social. No se puede romper con los planes de ajuste y empobrecimiento de las clases populares sino se articula una enorme lucha en las calles. Por eso es necesario exigirles a las principales organizaciones sociales y especialmente a la Conaie y a los sindicatos que convoquen lo antes posible una huelga general y se dispongan a enfrentar y organizar democráticamente la lucha en las calles. El pueblo ecuatoriano ya ha demostrado en diversas ocasiones su capacidad de movilización y resistencia infinita, es de esperarse que nuevamente la clase obrera y los sectores populares no agachen la cabeza pasivamente ante los ataques del FMI y el Gobierno.