×
×
Red Internacional
lid bot

DERECHOS DEL NIÑO. Un niño fusilado por hora en Brasil: "derechos de la infancia" bajo Bolsonaro

Según el sitio web Fogo Cruzado, desde que comenzó el 2020, fueron baleados 20 niños en la región metropolitana de Río de Janeiro, uno por cada hora en todo el país. Mientras tanto 9 millones entran en la extrema pobreza en todo Brasil.

Santiago Montag

Santiago Montag @salvadorsoler10

Martes 13 de octubre de 2020 13:11

La situación de los niños y niñas en Brasil es crítica en vísperas de la celebración del “Día del Niño” en ese país, quienes sufren las distintas formas de violencia estatal e institucional.

Desde el comienzo del 2020, al menos 20 niños y niñas fueron baleados en total, seis murieron y 14 resultaron heridos por balas perdidas o enfrentamientos directos Un dato similar al registrado durante el mismo período de 2019, que tuvo 5 muertos y 15 heridos, demostrando que, bajo una supuesta condición de igualdad de derechos, los niños ni siquiera tienen derecho a la vida.

Aunque la Constitución y el ECA (Estatuto del Niño y del Adolescente, de Brasil) los niños y las niñas tienen iguales derechos, se les niega su propia condición de supervivencia, como lo señala una investigación de la plataforma Fogo Cruzado que, de 20 niños fusilados en la Región Metropolitana de Río, 14 fueron víctimas de balas perdidas (es decir, no tuvieron participación en los hechos que desencadenaron los disparos) y tres murieron.

Según los datos del sitio, cinco niños fueron víctimas de tiroteos que contaron con la presencia de policías, dos fueron baleados en localidades cercanas a las bases de las UPP (Unidades de Policía Pacificadora) y sobrevivieron. Tres fueron baleados mientras estaban en sus casas, uno de los cuales murió.

En 2019 la Sociedad Brasileña de Pediatría indicó que cada 60 minutos un niño o un adolescente, de hasta 19 años, muere en Brasil por disparos por arma de fuego. Tomando los datos en 1997 y 2017, período de la investigación, se reveló que fallecieron unos 145.000 jóvenes por disparos accidentales o intencionales. El informe de la Sociedad Brasileña de Pediatría añadió que cada dos horas un niño o adolescente entra a un hospital público con lesiones por disparo, mientras que el total se ve que muere un niño o joven por hora por armas de fuego.

Brasil registra la tasa anual de homicidios más alta del mundo con 30 casos por cada 100.000 habitantes. En la última década se calcula que han muerto 553.000 personas por violencia intencional.

Este aumento de casos de muertes juveniles por armas de fuego se da a partir de aumento de la pobreza extrema, pero la salida del Gobierno el aumento de la militarización de la Policía y mayor represión estatal.

Antes de la pandemia, en mayo de 2019, el estudio de la Fundación Abrinq revelaba que 63,5 millones de personas viven en pobreza en Brasil, de las cuales 26,8 millones están en pobreza extrema, viviendo con hasta una cuarta parte del salario mínimo. De estos 26,8 millones de personas, 9,4 millones son niños y adolescentes en extrema pobreza y 10,6 millones en pobreza.

El régimen luego del golpe institucional de 2016, ha ido destruyendo paulatinamente las condiciones mínimas de vida en el país. Hoy, principalmente por el impacto de la acelerada crisis económica durante la pandemia, los más pobres y los trabajadores, en su mayoría afrodescendientes, componen la masa de población desempleada por la reforma previsional de Bolsonaro. Las medidas bolsonaristas allanaron el camino para recortes salariales y suspensiones de contratos durante la pandemia. En este escenario los niños no se quedan fuera.

La miseria es extendida. En el Brasil de Bolsonaro, 31 millones (16%) de brasileños no tienen agua en su casa, lo que ni siquiera permite lavarse las manos con jabón. Otros 5,8 millones de personas que no tienen baño en sus hogares, en un país donde 74,2 millones (37%) viven en zonas sin alcantarillado, donde los niños no cuentan con las condiciones higiénicas mínimas para sobrevivir.

Bajo el Gobierno de extrema derecha de Bolsonaro, millones de niños pasan hambre porque sus familias están desempleadas, tampoco tienen derecho a la infancia porque necesitan trabajar y nunca tendrán acceso a una educación pública de calidad, impide junto a la Inglesia Evangélista que se proceda con abortos a niñas violadas.

Los niños y niñas sufren en Brasil, como en todos los países del mundo, distintas formas de violencias, todas ellas son los rostros del capitalismo.


Santiago Montag

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

X