A los 16 años Ana participó de la “Pascua Joven” organizada por el Arzobispado de La Plata. Allí el cura, hoy preso por abusos y corrupción de menores, la bombardeó a preguntas intimidantes en medio del acto religioso de la confesión. Acá relata lo que vivió.
Daniel Satur @saturnetroc
Sábado 26 de diciembre de 2020 18:39
Sidders confesando a una adolescente en 2014 | Foto ilustrativa - Pascua Joven
El José Manuel de Estrada es un colegio privado perteneciente a la Universidad Católica de La Plata (Ucalp). Ubicado en 58 entre 12 y 13, zona céntrica de la capital bonaerense, fue creado en 1958 “a fin de dar respuesta a la necesidad de la Arquidiócesis de La Plata de contar con centros educativos de orientación católica”, según versa su sitio oficial. Se estima que por sus aulas pasa por año alrededor de medio millar de estudiantes.
En 2016 Ana (por cuestiones obvias se cambia su nombre) cursaba el último año del secundario en el Estrada. En marzo, como casi todas sus compañeras, aceptó la convocatoria del Arzobispado de La Plata para participar de la llamada Pascua Joven, un evento realizado entre el 24 y el 27 de ese mes en el enorme predio de 149 y 63 de Los Hornos, donde funciona el Seminario Menor de la Arquidiócesis y donde, entre otras cosas, hoy vive el arzobispo (emérito) Héctor Aguer.
Según el propio Arzobispado, en aquella oportunidad participaron más de cien jóvenes, que pernoctaron en esas instalaciones durante el fin de semana. Además de los colegios de la Ucalp (Estrada, Mac Kay, San Miguel Caricoïts) también participaron los varones del Centro de Formación Rural Figueroa Salas de Baradero (norte del Gran Buenos Aires), perteneciente al Arzobispado de La Plata.
El capellán de ese secundario de Baradero, al igual que del San Vicente de Paul de la capital bonaerense, era Raúl Anatoly Sidders, el cura facho que por entonces vivía con monseñor Aguer y hoy está con prisión preventiva acusado de abusos sexuales agravados y corrupción de menores.
Al igual que Aguer y sus obispos auxiliares Alberto Bochatey y Nicolás Baisi, Sidders estuvo detrás de la organización de ese encuentro masivo de jóvenes. Y a él le tocó, junto a otros curas, llevar adelante las “confesiones” de las chicas y los chicos, realizadas en los patios del predio, bajo las frondosas arboledas y sin límites de tiempo.
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Hace unos días Ana se contactó con este cronista, indignada tras leer un artículo sobre la declaración indagatoria de Sidders, el 1° de diciembre, ante el fiscal de La Plata Álvaro Garganta. Allí se relata que, al ser consultado sobre si en las confesiones les preguntaba sobre sexo a las y los adolescentes, el cura negó todo. “Nunca se pregunta sobre eso y menos a niños”, dijo al tiempo que aseguró que “los adolescentes no te hablan de eso”.
“Alcanza con haberlo conocido una vez sola para darte cuenta de lo mentiroso que es ese hijo de yuta”, cuenta aún con bronca la joven, hoy de 21 años. “¿Cómo va a decir que no hablaba de sexo en las confesiones? ¿Y las tres preguntas que nos hacía?”, agrega.
Ante todo Ana aclara que no conoce a Rocío ni a ninguna de las personas que desde hace varios meses encabeza la lucha por verdad y justicia para la denunciante y por juicio y castigo para el cura. “Lo aclaro porque no va a faltar quien diga que somos parte de una confabulación contra el ‘bueno’ de Sidders”, explica.
Casi como si se hubiera activado un rincón de la memoria hasta hoy pausado, al leer la nota y ver la foto sonriente de Sidders, Ana sintió náuseas y decidió contactar a La Izquierda Diario para relatar su “breve” pero a la vez inolvidable experiencia con el cura abusador.
“En esos cuatro días se hacían muchas cosas, juegos, obras de teatro, cantos y charlas. Y en ese enorme patio uno de los días te tocaba confesarte. Como éramos muchos jóvenes había más de un cura confesando. A mí me tocó con Sidders. Un asco”, dice con el recuerdo a flor de piel.
“El chabón agarraba y te preguntaba, de una, si habías ‘perdido la virginidad’. Después te preguntaba si en el último tiempo habías tenido relaciones sin cuidarte, Y al final terminaba preguntándote si habías tenido relaciones con más de una persona. Te preguntaba directamente ‘¿estuviste en alguna orgía?’... Yo tenía en ese momento 16 años”, detalla Ana.
En esos días compartidos, una de las conversaciones de la chica con sus compañeras era precisamente sobre esas preguntas de Sidders en las confesiones. Hoy Ana sabe que no fue la única en ser interpelada de esa manera por el cura. “Es que el tipo con eso quería hacerse el piola, el progre, posando de cura ‘abierto’ con la juventud. De hecho se corría la voz de que en el colegio de Baradero tenía charlas con los pibes sobre sexualidad, como una especie de ‘charlas de Educación Sexual’, pero que claramente eran una mierda”, asegura.
“A mí en ese momento me llamó la atención, me descolocó, y me quedé pensando ‘¿qué hago?’ Pero la Iglesia tiene esa forma de inculcarte que el cura es la ‘autoridad’, entonces básicamente le respondí”, recuerda Ana al consultarle cómo reaccionó ante las preguntas de Sidders.
La joven agrega que “en ese momento tenía 16 años y me dio bastante vergüenza que el tipo me preguntara así, me sentí como increpada. Pero después, charlando con otres pibes me decían que Raúl era ‘recopado’ y te lo vendían como ‘el cura piola, abierto’. Entonces medio que traté de pensarlo en ese sentido, porque incluso me decían que siempre confesaba a todes les pibes así. En ese momento no le di mayor importancia, hasta que salió todo esto”.
Ana agrega un último recuerdo de aquel episodio. “Al final de la confesión el tipo me preguntó si iba a seguir alguna carrera universitaria, cuando le dije que iba a estudiar Periodismo se río y me respondió algo así como ‘dejate de hinchar’. En ese momento no entendí, ahora creo que lo entiendo un poco más, el periodismo es algo que a la Iglesia siempre le resulta molesto”.
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El artículo 125 del Código Penal de la Nación estipula penas de entre tres y diez años para quien “promoviere o facilitare la corrupción de menores de dieciocho años, aunque mediare el consentimiento de la víctima”. Y agrava la pena, hasta quince años, si el autor de esa corrupción ejerce “abuso de autoridad o cualquier otro medio de intimidación o coerción” y si está encargado de la “educación o guarda” de la o el menor.
Tal como se desprende de los testimonios y las pruebas que se acumulan en el proceso judicial abierto tras la denuncia de Rocío, el relato de Ana es totalmente coherente con la conducta de Sidders encuadrada en el delito de corrupción de menores. Obviamente no sólo contra ella, sino contra todas las chicas y los chicos a quienes confesó con esas preguntas deliberadas y precisas.
Desde hace un par de semanas, con el auspicio del Arzobispado de La Plata al mando de Víctor “Tucho” Fernández, un grupo de monjas, directivos del San Vicente de Paul, docentes íntimamente vinculados a esa institución y un puñado de exestudiantes formaron un grupo de Facebook titulado “Apoyamos a Raúl Anatoly Sidders”. Desde allí convocaron a una manifestación frente a la Fiscalía de La Plata donde se tramita la causa contra el sacerdote.
El grupo de apoyo al cura abusador cuenta con una más que generosa difusión por parte del diario El Día de la capital bonaerense, en cuyas páginas monseñor Aguer y monseñor Fernández suelen tener sus columnas de opinión y adoctrinamiento medieval.
“Es así, cuando salen a la luz las denuncias y los testimonios de quienes sufrieron tanto abuso, discriminación y violencia parece que se juntan entre ellos para defenderse. Dicen que no juzgan a nadie y sólo defienden a Sidders porque ellos nunca quisieron ver a ese ‘monstruo’ que vieron otras personas. Es poco serio. Y encima hacen movilizaciones llevando a niñas y niños con carteles a favor del tipo. Eso también debería tomarse como corrupción de menores”, concluye Ana con indignación.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).