El aumento de las jornadas de trabajo en los sectores industriales, maquiladores y de servicios, reduce al nivel mínimo el vital humano social obligando a los obreros al uso de sustancias psicoactivas para poder llegar al final de la jornada.
Viernes 16 de julio de 2021
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Azul, verde, blanco. Metanfetaminas de colores, en cuadritos o pastillas. Tremendamente adictivas. Reactivan los sentidos de un modo electrizante. Dan energía. En una de las series más populares de estos tiempos, Breaking Bad, uno de sus personajes sentencia que la “meta” “hace que todo sea más atractivo”.
De las sustancias duras es la más adictiva. Fue legal hasta 1971. Es una síntesis que surgió en 1919 en Japón y se usó para tratamientos a personas con trastornos de depresión, ansiedad e hiperactividad. La molécula (N-metil-1-fenilpropan-2-amina) llega tan rápido al sistema nervioso central que sus efectos son inmediatos. Se puede consumir de forma nasal, aunque duele, o de forma intravenosa siendo más efectiva.
Bienestar, paz, energía, calma, alegría, estimulación, felicidad, placer son algunos de los más maravillosos efectos. Cuando eres adicto puedes pasar varios días sin dormir. Para quiénes están un poco deprimidos o tristes es una bomba: una bomba adictiva. Es poderosa, eso sí. Si te haces adicto tus dientes se deterioran y la gente cercana a ti lo nota rápido.
A diferencia de otras moléculas como la pscilocibina, la dimeltriptamina o el thc, la metanfetamina es producida por el hombre. Nació en un laboratorio y no la creó la naturaleza. Hoy México es el paraíso para los adictos de la metanfetamina: México ha conquistado el mercado mundial.
Para quienes se han acercado a alguna lucha obrera o movimiento sindical (de Honda en Jalisco al movimiento maquilador de Matamoros o Ciudad Juárez) es normal saber que en las fábricas algunos obreros consumen moléculas legales o ilegales para aguantar las largas jornadas laborales. En las fábricas del norte del país se consume Tramadol, por poner un ejemplo. Te puede interesar Adicción al tramadol en la industria maquiladora mexicana
Adicto
Karl Marx escribió que el obrero en el capitalismo se convierte en “un simple apéndice de la máquina” y el proceso de trabajo no sólo es la de extracción de plusvalía sino de deshumanización permanente. Felix Guattari en Revolución Molecular llamó a este complejo fenómeno como “aumento de la cualificación media del trabajo colectivo que reduce el mínimo vital humano: aumentó la productividad del trabajo pero reduce el vital humano social”.
Entonces el capitalismo, reduce al mínimo el vital humano que se expresa en múltiples dimensiones: la calidad del sueño, la capacidad de reponerse, la calidad de la vista, el tacto, la memoria, la proyección de futuro, el modo de sentir, hasta el lenguaje como cualidad. La tasa de explotación no se mide sólo en la cantidad de plusvalor que se queda el patrón sino también en la reducción al mínino del vital humano del obrero y con ello de toda la sociedad. Es una pérdida cerebral total.
Expliquémonos. La máquina absorbe la vida del obrero y este debe permanentemente asimilar su cuerpo a la industria. Jornadas de más de 8 horas diarias, ininterrumpidas, sin descanso, reiteradas, sin hablar con nadie más que con la máquina. El cuerpo, la vista, el tacto, los músculos, la tracción corporal, debe permanentemente asimilarse al ritmo de la máquina. En ese proceso el cuerpo reduce su mínimo vital: al terminar nuestra jornada quedamos exhaustos y queremos sólo ir a dormir, relajarnos y descansar. Este efecto, de la explotación, es la esencia de la industria entera.
En Italia, en la FIAT de los años setenta, la patronal cambiaba la línea de producción y la máquina como modo de disciplinamiento político del activismo. Mario Tronti, contó en Obreros y Capital, que la patronal modificaba el ritmo de producción como represalia política. En medio de la reducción del mínimo vital de la explotación del capital es que los obreros requieren, para poder soportar la relación que les impone la patronal con la máquina, de tramadol y otras drogas como la “meta”.
Metanfetaminas en el mundo obrero de México
“Detrás del auge en algunas actividades del campo mexicano, un sector que presume haber resistido al impacto de la pandemia de Covid-19, hay una mancha indeleble: el consumo de metanfetaminas, específicamente del cristal” sostiene La Jornada. La “meta” es muy usada entre los proletarios.
“Hay una mancha en el sector agrícola mexicano. En Oaxaca la pobreza es alarmante, por eso la gente acepta ir a trabajar en condiciones de esclavo 15 horas al día, a 3 o 4 días en autobús de su lugar de origen. En los campos se vuelven adictos y luego regresan con esa necesidad, por eso el cristal se ha instalado en Oaxaca, lo podemos encontrar en todo el estado y las autoridades no hacen nada” sostiene un estudio del mismo periódico.
“Hemos detectado que en los huertos de varios municipios de Michoacán, son los mismos jefes de cuadrilla (contratistas) los que ofrecen la droga a los jornaleros. Ellos ganan por comisión, es decir, mientras más cajas llenan los trabajadores, mayor es su tajada, por tanto se aprovechan y ofrecen el cristal con la promesa de que los ayudará a no cansarse, a ganar más”, explica el diario.
La lucha por el aumento mínimo vital es una lucha política
Guattari escribió en su texto, ya citado, Revolución Molecular, que la lucha por el aumento del mínimo vital social es una lucha política. Si la causa de la adicción a la metanfetamina, es la explotación contra la que debemos pelear por reducirla y en última instancia abolirla.
Es necesario exigir la reducción de la jornada de explotación en la fábrica. La consigna de “Nuestras vidas valen más que sus ganancias” concentra la idea de aumentar la calidad de vida de quienes hacemos que este mundo gire, se levante y actúe todos los días.
Los trabajadores debemos pelear por aumento de salario. Sí. Pero también por reducir el ritmo de trabajo, por días de descanso, por guarderías, mejores condiciones de salud, días de asueto obligatorio, tiempo de descanso para ir a comer, por detener el ritmo acelerado de producción, por reducir el ritmo de la línea. No queremos ser unas máquinas. Queremos una vida digna.
Nuestra vida vale más que las ganancias de los capitalistas.