Mi nombre es Ayelén Cabrera y soy una persona con discapacidad. La idea de escribir este artículo, para su difusión por diversos medios, es intentar visibilizar las diferentes problemáticas que, en el cotidiano, atraviesa alguien como yo.
Domingo 7 de abril de 2019 07:51
Caí en la escuela privada y pasaron cosas
No es mi intención, bajo ningún punto de vista, dar pena, misericordia o tratar de conseguir alguna clase ventaja contando esta historia. Más bien, lo contrario. Por mi condición, es habitual estar expuesta a las miradas de espanto o las preguntas incomodas. Debo decir que disfruto en anonimato y es muy caro para mí pasar desapercibida. Pero, circunstancias ajenas a mí, me pusieron en este lugar y es mi intención militarlo.
Hay varias cosas que aclarar antes de pasar al hecho en cuestión. La primera es que, merced a que me quitaron la pensión por discapacidad en 2016, tuve que exponerme a mayor cantidad de horas de trabajo, lo que conlleva, en mi cuerpo, un desgaste muy importante.
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Hasta 2016, pude trabajar y cobrar la pensión, pero, a partir de ese año, consideraron que, como trabajaba, debía dejar de percibir el ingreso. Para algunos les podrá parecer justo, pero para mí, salir de mi casa, implica un esfuerzo muy grande y ese dinero me permitía trabajar menos horas. Lo que me reconocía el Estado era mi discapacidad y el dinero percibido era un derecho, que buscaba igualar mis condiciones frente a los demás, no un regalo o un privilegio, como parecen creer quienes administran el Gobierno actualmente.
Desde ese entonces, me he manejado siempre dando clases en diversos establecimientos públicos, pero este año, dadas las modificaciones que produjo la Provincia y el encarecimiento en el costo de vida, las horas en las escuelas bajaron enormemente su disponibilidad. Por esta razón, terminé cayendo en la escuela privada.
Es posible conjeturar que, si la Gobernadora se preocupara tanto por la educación como le gusta decir, el incidente ocurrido conmigo en Universitas tal vez jamás hubiera pasado.
Pero las crisis y las necesidades nos exponen a todes a situaciones desagradables como ésta que, paso a contarles.
Mi trato con la institución educativa Universitas comienza el día 15 de marzo del corriente año cuando les envié un CV, dado que me interesaba cubrir la vacante que ellos tenían en un 3° y 4° año de secundaria. Ellos pensaron lo mismo porque el mismo día respondieron mi mail, muy interesados en comunicarse conmigo. Les respondí al día siguiente -sábado- y me pasaron dos teléfonos: un celular y otro fijo, que pertenecían al colegio, bajo la consigna de llamar el lunes. Llamé el día que me indicaron, me pidieron que les pasé mis horarios por mail, aunque aclarando que solo había un 4° año, y me dijeron que me responderían esa misma tarde.
No me respondieron ese día, pero al otro me llamaron a la mañana y me ofrecieron los dos cursos, el 3° y el 4°. Les comenté que necesitaba acomodar algunos horarios, porque además tengo un curso en la escuela técnica N° 2 de Villa Elisa. Se mostraron predispuestos a hacerlo y me escribieron unas horas después diciéndome que habían arreglado los horarios, que me esperaban al día siguiente para dar la clase y que llevara toda la documentación para dar el alta.
El miércoles me dirigí a la institución educativa Universitas, cita en el domicilio 59 entre 6 y 7, para tomar los cursos correspondientes. Mi primer clase era con el 4° año. Yo había llevado todo preparado para dar la clase y los papeles requeridos. Incluso, me pidieron que fuera unos minutos antes del inicio de cursada -09:45- para dejar la documentación. Me atendió la portera, que me acompañó hasta la secretaría y me presentó con la directora quien, al verme, lo primero que me preguntó fue si podía subir escaleras, porque el aula estaba en un tercer piso. Mi respuesta fue un tajante no. Entonces, ella me llevó a hablar con quien supongo es la secretaria del colegio, aunque esta persona no se presentó ante mí.
Me quedé esperando, mientras la directora le planteaba la problemática. La respuesta de la secretaria, al escuchar que yo no podía subir escaleras, fue “No va a poder ser”. Ante estas palabras, la directora se dirigió a mí y me dijo “Tendrías que haberlo puesto en el CV”, mientras la secretaria asentía. Le respondí que no era obligación, por ley, ponerlo en el CV y les pregunté si no tenían un ascensor. La secretaria intervino diciendo que el ascensor estaba roto desde octubre y que no sabían cuando lo iban a arreglar.
Entonces, me preguntaron si conocía a la representante legal. Les respondí que no personalmente, pero que había estado en contacto con ella a través de mails. La llamaron para que venga y me pidieron que la espere para hablar con ella. Cuando llegó, nos reunimos en la oficina de ella la directora, la secretaria de la escuela primaria, la representante legal y yo. Allí, me plantean que era bienvenida, pero no podían arreglar el ascensor.
Comenzaron con una serie de excusas y diatribas que intentaban explicarme porqué el ascensor no funcionaba -culpa de los auxiliares, al parecer- y que, si fuera por ellas, me daban la llave del ascensor y comenzabas a dar la clase, pero era imposible arreglarlo.
Les propuse, sencillamente, bajar el curso a la planta baja, a lo que se negaron rotundamente, aduciendo que allí funcionaba la primaria y no podían mezclarlo con la secundaria. Me explicaron que primaria estaba en planta baja y primer piso y en el segundo y tercero, la secundaria. En todo momento, insistían que debí haber puesto en el CV que tenía una discapacidad y que, de haberlo hecho, ellos hubieran buscado una solución con mayor tiempo.
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Entonces, la secretaria de primaria plantea que ella no tenía inconveniente en subir uno de los cursos para que baje el 4° año y así se pudiera dar la clase. La directora se muestra de acuerdo con esta situación y se dirige a mi persona con estas palabras “Vos me tenes que hacer un regalo porque soy re inclusiva”. Le pregunté por qué, si es un derecho, no un privilegio.
Entonces, se enojó y me gritó, excusándose que tenía un hijo con discapacidad y que eso que ella hacía por mí, no lo hacían en cualquier lado. Empiezan a organizar la operatividad entre ellos, mientras yo seguía esperando.
Les dije que yo había ido por dos cursos, a lo que la directora respondió “¿Qué querés, querida? No puedo bajar todo por vos”. Luego de eso, llaman a los preceptores de los 4° y les explican la situación. Ambos no se ven muy convencidos y dicen que los chicos pueden llegar a quejarse y amotinarse, negándose a bajar.
La directora agrega que los chicos también tienen derechos y que sería sacarlos de su ámbito. Les dije que estaría bueno preguntarles que posición tomarían ante una problemática de discapacidad. La directora me respondió “No se trata de incluir o no incluir, ellos tienen derechos”.
También adujo que los padres podían generarle quejas ante la mudanza de la primaria a los pisos superiores. Luego de ese intercambio, la directora me dice que quiere hacerme firmar un papel, de uso interno, en el que acordábamos que ella, con mi consentimiento, bajaba el aula por un mes y medio y luego yo renunciaba a las horas.
No supe que responder, me sentía agobiada por la situación, hacía por lo menos una hora que estábamos encerrados en esa oficina, donde yo era una especie de problema a erradicar, para que ellos volvieran a su rutina de trabajo sin mí, sin eso que los perturbaba. No dije ni que sí ni que no, necesitaba el dinero, pero la situación era humillante.
La directora, tal vez viendo mi desconcierto, me dijo que podía irme a mi casa, pensarlo y responderle a la tarde. Salí de ese edificio y me largué a llorar. Sentía una enorme angustia en el cuerpo. Finalmente, luego de hablarlo con mis amigues, decidí declinar la oferta de dar clase en esa institución. La idea de contar esta experiencia, que llenó de angustia e impotencia, es intentar reflejar una pequeña parte de todo lo que sufrimos las personas con discapacidad a la hora de tratar de llevar una vida ordinaria, como la que tienen la mayoría de las personas.
Muchas cuestiones que para todes parecen “normales” o “naturales”, para nosotres son verdaderas trabas. Y es importante subrayar que es necesario y urgente, desde el Estado, se articulen políticas que permitan mejorar la vida de aquelles que tenemos una discapacidad de cualquier clase. Como así también, desde los diversos organismos, se preocupen por hacer cumplir muchas normativas vigentes a las que no se las tiene en cuenta o, directamente, se las desconoce.